Una de las novedades que trae la cartelera mendocina este el filme argentino, "Lobos", dirigido por Rodolfo Durán ("Cerca de la frontera", "Terapias alternativas", "Cuando te vuelva a ver").
Y con su llegada bien vale la reflexión sobre cómo nuestro país emprendió a fines de los ‘90 y principios del 2000 una indagación con pulso propio en torno del cine de género.
Comedias románticas, thrillers, comedias e incluso el terror son los asuntos que ocupan a los cineastas nacionales interesados en colarse en la industria y acceder a las audiencias masivas. Y mal no les va.
Tanto es así que ese prejuicio del público respecto a las películas argentinas ya quedó en el pasado y se convirtió en una relación en la que los espectadores argentinos están dispuestos a llenar las salas donde no hay subtítulos y se cuentan historias que nos son familiares, pero desde la perspectiva industrial.
Películas fundacionales de este tránsito son "Pizza, birra, faso", dirigida por Bruno Stagnaro y Adrián Caetano; "Nueve reinas", del extraordinario Fabián Bielinski; "Un oso rojo", también de Caetano; los filmes de Pablo Trapero -el más interesante puede ser 'El bonaerense'-. Pero además de referentes son buenos casos testigo para la arena del thriller y el policial con tintes nacionales.
En este territorio es que se inscribe "Lobos", que cuenta la historia de la familia Nieto. El padre (Fanego), aunque cree que es el momento del retiro, se siente culpable porque no ha podido dejar en una posición acomodada a su familia; en especial a su hija Natalia que es peluquera.
El hombre vive del delito, junto a su yerno (Alberto Ajaka), bajo las órdenes de un comisario corrupto (César Bordón). Su hijo Marcelo (Cáceres) trabaja como guardia de seguridad y ha dejado de formar parte de esos “trabajos” desde hace largo tiempo. Pero un robo que sale mal lo pondrá en la disyuntiva de seguir al margen o jugarse por su familia atrapada entre dos fuegos.
Lo interesante de "Lobos" es la experimentación en el cruce de géneros. Porque si bien se trata de un policial que ha heredado los gestos poéticos del nuevo realismo argentino que inauguró "Pizza, birra, faso", busca otros horizontes: en este filme los lazos afectivos son el motor de la acción y los personajes en toda su sustancia los que le dan la espesura.
Y en ese viraje, que el propio director revela como respuesta a la pregunta "¿qué lleva a una familia a vivir del robo?" es donde está lo más nutritivo de la película: la motivación de Nieto, la reticencia de Marcelo, el cariño que los une y las decisiones que los separan, el hecho de que ambos son parte de una familia que salvo por lo ilegal del trabajo- podría ser como cualquiera de las que conocemos en los barrios argentinos. Esos lazos familiares son los que detonan las tragedias en un encadenamiento de venganzas de las que no pueden salir.
Y, entonces, Durán encuentra en el western, sus protagonistas heroicos y sus aires melancólicos el modo de engarzar a sus personajes. Una cosa merece ser dicha: cualquier escena del filme en la que actúa Daniel Fanego se consagrará como humana, profunda, pregnante y conmovedora.
Así de inmenso es este artista que le da a la película un rango que sin su presencia no tendría. Pero el resto del elenco también hace lo suyo con solvencia. Cáceres es el contrapunto ideal de este padrazo desviado al que, no obstante, es imposible odiar.
"Lobos" es, entonces, una buena película que incluso cuida esa voluntad cinematográfica de reunir al thriller con un drama familiar y, al mismo tiempo, una especie de western urbano. Eso sí: el guión escrito por María Meira, en ocasiones apura o corta demasiado las transiciones y los momentos íntimos entre los personajes, lo que coloca al filme en un peligroso equilibrio entre aspereza y afecto.
Hay también algo de anticipación en los sucesos que la solvencia de los personajes elude con bastante éxito. Según Rodolfo Durán, con "Lobos" intentó presentar a los Nieto "como entrañables parientes o vecinos... Pero su forma de obtener logros, sus luchas y esfuerzos no se relacionan con la moral habitual. Asaltan, amenazan, roban. Sin embargo, llevan una vida como la de cualquier familia.
Se aman, se apoyan, se protegen aunque su destino está marcado por una tragedia que se intuye desde el principio. Porque son lobos cuando están acorralados. Trivializado por la tv, el crimen se ha convertido en un producto de rating: robos, violaciones, atentados o asesinatos, un sinfín que no se detiene durante las 24 horas en los canales de desinformación: aquí el crimen sí paga. Este es el subtexto que recorre 'Lobos'. El crimen como hecho cotidiano... Es la crónica de una familia y su acto desesperado por mantener su forma de vida".
Y así es: en esta película, aún con sus flaquezas, está ese “otro lado” de las noticias que nunca nos cuentan, a pesar de que recibimos a diario nuestra dosis para dejarnos tiritando de miedo. Está aquello de la escena que reconcilia a unos con otros; y está el amor, que todo lo salva.
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