Respira tranquilo. Con tres fechas por delante, el equipo de Darío Alaniz ya se metió en el bolsillo el pase a la siguiente fase. Este Lobo, que todavía sigue invicto, volvió a ganar ante su gente, con una goleada y una gran actuación de quien es el goleador con diez tantos, Pablo Palacios Alvarenga, que había arrancado torcida la noche cuando el arquero del Víbora, Roberto Ledesma, le contuvo un disparo desde los doce pasos.
Fue un primer tiempo de mucho ruido y pocas nueces. Pese a lo que ambos se jugaban, apenas se destacaron algunos pasajes de fútbol de Gimnasia. Desamparados dejó en claro que venía a Mendoza a no perder.
Su negocio radicaba en sumar una unidad para seguir prendido en la pelea por clasificarse y el partido salió de bajo vuelo. Si hasta el penal sancionado en favor del local no fue tal. Las manos de Ledesma hicieron justicia en ese remate de Pablo Palacios Alvarenga desde los doce pasos y luego ante dos embates de los mendocinos. Fue lo único destacable de un partido en el que faltó juego y sobró lucha.
Sin sociedades para la creación, con el “Mago” Oga perdido sobre la izquierda, Gimnasia volvió a padecer el bajo nivel de los últimos encuentros. Durante 45 minutos fue protagonista más por obligación que jerarquía; por más determinación y entrega que inteligencia para sorprender a su rival. Aunque el 0-0 fue demasiado castigo en esta primera mitad para el Blanquinegro, permitió leerse como un llamado de atención a tan flojo rendimiento.
En el complemento, Gimnasia tiró toda su jerarquía a un rival que ya conoce su destino en el torneo. El paraguayo Pablo Palacios Alvarenga por dos, en apenas 20 minutos dejó en claro que esta riqueza de nombres con que cuenta el equipo mendocino comenzará a cotizar en bolsa frente a partidos tan cerrados como el de anoche.
Excelente cabezazo luego de un córner de Nery Espinosa y gran definición (picardía incluida para robar el balón) ante el achique de Roberto Ledesma. El déficit sigue siendo la faz defensiva, donde los dirigido por Alaniz siguen mostrando que es un equipo endeble.
Frente a Desamparados dejó demasiados huecos que, ante rivales más poderosos, puede lamentar. Las diagonales a espaldas de sus centrales fueron un dolor constante de cabeza que no supo resolver durante el juego.
Después llegó el gol de Iván Agudiak y, con la clasificación abrochada, poco importaron esas vicisitudes. Ahora, clasificado, con varias fechas por delante, será el tiempo de despejar dudas defensivas a dos toques. Se imponen urgencias. Más allá, los rivales no serán tan piadosos.