Hace unos días, en este mismo medio, se publicó un artículo titulado “Fracking y calentamiento global”, en el que se hace mención a lo que, según el texto, serían los catastróficos efectos para el medio ambiente y la salud, provocados por el fracking. Sin embargo, los datos técnicos que allí se vierten contienen tal cantidad de errores, que como institución técnica con más de 60 años de trayectoria, que agrupa a la industria de los hidrocarburos en el país, nos vemos obligados a aclarar algunos.
Desde luego, como sería tedioso responder línea por línea toda la cantidad de información, nos limitaremos a una explicación conceptual y general sobre el tema, y a una reflexión sobre el papel protagónico que los recursos no convencionales, con los que nuestro país fue bendecido, tendrán los próximos años.
Por empezar no es posible hoy reemplazar alegremente las energías fósiles por las renovables, como plantea el artículo. El 80% de la matriz energética mundial consta de energías fósiles (carbón, petróleo y gas natural). Reemplazar toda esta demanda de energía por fuentes renovables, con las tecnologías actuales, resultaría imposible. Más aún, si consideramos que esa demanda crece año a año. No es capricho ni casualidad que prácticamente ningún país cubra sus necesidades energéticas con menos del 80% de energías fósiles. Francia podría ser una excepción, porque el 45% de su matriz es cubierta con energía nuclear.
Pero también sabemos que es urgente reducir las emisiones de CO2. Creemos que esto debe hacerse a partir de medidas de uso responsable y eficiente de la energía, que alcancen el nivel de políticas públicas, y la reducción del consumo de carbón mineral, que es la fuente fósil de mayor impacto atmosférico y con la que hoy se genera casi la mitad de la electricidad del mundo, en favor de las energías renovables y el gas natural, por ser la que menos impacta en la atmósfera de las fuentes fósiles. Desde luego, el crecimiento de las renovables es una aspiración importante, pero por muchas décadas seguirán siendo fuentes complementarias.
En ese sentido, la Argentina tiene un camino muy importante realizado: en nuestro país no se utiliza prácticamente carbón mineral, y el gas natural, que es la más limpia de las fuentes fósiles, cubre más del 50 % de nuestra matriz primaria, muy baja en emisiones de gases de efecto invernadero. Debemos, por lo tanto, asegurar el abastecimiento de esa fuente de energía, de la que la Argentina posee enormes recursos convencionales, hoy declinantes, y no convencionales. Estos últimos se relacionan fuertemente con la idea del “fracking”, que la mala información que abunda ha convertido casi en un monstruo.
Sin embargo, conviene recordar que cuando hablamos de “fracking”, por empezar, hacemos referencia a una técnica de extracción de hidrocarburos denominada “estimulación hidráulica”, que se utiliza en el mundo desde los años 40 del siglo pasado y desde 1959 en la Argentina (más de medio siglo en Mendoza, por ejemplo, sin que se registre ninguna hecatombe ambiental). Hoy, prácticamente todos los pozos en el país y en el mundo son estimulados, ya sea para mejorar su permeabilidad (recursos convencionales y “tight”) o directamente para generar permeabilidad artificial allí donde la permeabilidad es nula (recursos “shale”, como el caso de Vaca Muerta).
La técnica es probada y segura, habiéndose efectuado millones de etapas de fractura en todo el mundo desde hace más de 70 años. En efecto, se utilizan cantidades importantes de agua, cuestión que requiere de un análisis del recurso hídrico disponible, y si bien en un principio requería de agua dulce, hoy se fractura también con agua salada, lo que permite, como en el caso de Mendoza, utilizar agua de formación; es decir, de acuíferos subterráneos profundos, con altos niveles de salinidad natural, sin demandar agua de ríos y lagos.
Los aditivos químicos para el fluido de fractura -y recordemos que no existe actividad humana que no utilice aditivos químicos, comenzando por nuestra propia casa y siguiendo por la agricultura y la industria- no son cancerígenos y deben ser declarados puntillosamente ante la autoridad de aplicación. El agua de retorno, producto de la operación de estimulación, puede utilizarse para nuevas fracturas, darle usos industriales o confinarse en pozos sumideros, también habilitados y controlados por la autoridad de aplicación. No es cierto que ríos y canillas se prendan fuego por el fracking. Dichos fenómenos, reales, están relacionados con procesos de metano biogénico o manaderos naturales y no con la industria de los hidrocarburos. Esto ya fue demostrado y probado, pero se sigue difundiendo para alarmar a la población.
A casi 10 años de los primeros pozos estimulados en Vaca Muerta, la industria de hidrocarburos del país ha acumulado vasta experiencia, con casi 1400 pozos a la gran formación shale de la Cuenca Neuquina, que implicó miles de etapas de fractura, sin incidentes ambientales atribuibles a esta técnica. Basta una recorrida por las zonas en las que se desarrolla Vaca Muerta para dar por tierra con las visiones trágicas y apocalípticas que suelen difundirse irresponsablemente.
Para finalizar, recordar que actualmente, el 40% del gas natural que produce el país y el 20% del petróleo son “no convencionales”. Pero el 100% de los dos recursos -que conforman el 85% de nuestra matriz energética- proviene de pozos estimulados (fracturados). De hecho, el gas natural que consumen los mendocinos proviene de la Cuenca Neuquina.
Y todo esto, sin haber mencionado la importancia de la industria de los hidrocarburos en el desarrollo y la economía del país y de muchas provincias, Mendoza entre ellas, tema nada menor, pero que quedará eventualmente para otra discusión.