Lo que devuelve el espejo

El paro del transporte y la disputa por Ganancias pone al Gobierno de punta contra lo que fue históricamente la “columna vertebral” del peronismo.

Lo que devuelve el espejo
Lo que devuelve el espejo

En mayo de 2012, dos meses antes de que se cumplieran 60 años de la muerte de Eva Perón, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK), en un acto a su usanza, preguntó retóricamente a sus oyentes si sabían quién había sido José Espejo. Fue, explicó luego, el secretario general de la CGT durante los primeros gobiernos peronistas.

“La inmensa mayoría dirá que no sabe, pero todos saben por qué vivieron mejor”. Por Perón y Evita, por supuesto.

La mención ocurrió en medio de su disputa -entonces reciente, ahora de larga data- con Hugo Moyano, el secretario de la CGT no oficialista, quien ya antes de las elecciones de 2011 había empezado a alejarse de CFK, a sabiendas de que así como extrajo privilegios y prebendas durante la presidencia de Néstor Kirchner, la esposa de éste se proponía mandarlo al cuarto de trastos inservibles.

El corolario de aquella mención era directo: cualquier mejora salarial o de otro tipo que tuvieran los trabajadores debían agradecérsela no a su representación sindical (ni hablar de sus empleadores), sino a Néstor y Cristina. Moyano, tarde o temprano, también pasaría al olvido.

La mención a aquel discurso y a esos personajes es a propósito del paro nacional del transporte realizado ayer en todo el país y que, más allá del clásico debate sobre su legitimidad y métodos, paralizó gran parte del país.

Uno de los motores del paro fue la incidencia del impuesto a las Ganancias sobre el salario de los trabajadores. Con el Mínimo no Imponible (MNI) fijado en $ 15.000, nivel que el ministro de Economía, Axel Kicillof, consideró adecuado y de momento inamovible, Ganancias es cada vez menos un impuesto “progresivo”, como lo es en casi todos los países desarrollados y con baja inflación del mundo, y cada vez más un “impuesto al trabajo”, como dicen Moyano y la dirigencia sindical.

Hasta Gerardo Martínez, el líder de la Uocra (Construcción), el sindicalista más cercano al corazón de CFK, debió admitir que el tributo se volvió un problema para los trabajadores.

Esta desfiguración tiene varias causas. La principal es la inflación, que desvirtúa las cifras nominales. Si bien más de la mitad de los trabajadores, según los propios datos del Indec, gana menos de 5.500 pesos mensuales, lo cierto es que un salario de más de $ 15.000 (digamos, $ 20.000) no convierte a quien lo percibe en alguien que vive holgadamente, en especial si tiene hijos y envía algunos de ellos a escuelas privadas, lo que a menudo no es una alegre elección sino una imposición práctica.

Pero como el MNI no se actualiza hace dos años y los tramos y alícuotas no se modifican hace catorce, ese asalariado termina pagando como si fuera un privilegiado. No sólo porque paga Ganancias con un salario cuyo poder adquisitivo dista de ser grande, sino también porque por efecto de la inflación y de los aumentos nominales de salario, las tasas se empinan rápidamente.

Así, calculó el economista Federico Muñoz, mientras en 2001 hacía falta percibir un salario 14 veces superior al promedio de la economía para llegar a una alícuota de 35%, ahora alcanza con ganar dos veces el promedio. Ganancias es así un “impuesto al trabajo”.

Al defender la actual estructura del impuesto, Kicillof dijo que lo paga sólo el 11% de los asalariados. El economista y periodista Daniel Sticco calculó, en cambio, que entre trabajadores y jubilados el tributo alcanza al 21% de los perceptores de ingreso.

Como sea, el Gobierno no modificará la situación: apuesta a los aumentos salariales que den las empresas, de los cuales morderá una buena tajada.

El Instituto de Estudios y Formación de la CTA, que lidera Pablo Micheli, calculó que por cada 100 pesos de aumento acordados en paritarias, 22 irán al fisco si la suba promedio es del 30%. Otro ejemplo de voracidad K: un trabajador soltero que hoy gane 15.001 pesos y reciba un aumento de 35% (en línea con la inflación de los últimos 12 meses) pasará de tributar 9.632 pesos en 2014 a 25.484 pesos en 2015.

El fisco le sacará 165% más, con lo que el poder adquisitivo de su salario de bolsillo, aun si tuvo la fortuna de lograr 35% de aumento, se habrá reducido notablemente.

El impuesto a las Ganancias no es, de todos modos, la única causa del paro, como pretende hacer creer el Gobierno. La inflación y la recesión siguen siendo la causa última del malestar de quienes tienen empleo tanto como de los que se quedaron sin él.

Pero el Gobierno no apostó sus fichas electorales a los "trabajadores" en general sino a los sectores más dependientes del Estado, en especial los receptores de créditos, subsidios y planes oficiales. De ahí la reciente batería de medidas para atenuar la recesión y fortalecer el "Relato". 
La Presidenta olvida, sin embargo, ciertos detalles de la historia que sacó a colación en su discurso de 2012, cuando mencionó al ignoto José Espejo. 
Entre 1946 y 1947, Perón y Evita demoraron un año y medio en voltear las gestiones de Aurelio Hernández y Luis Gay, los jefes sindicales que querían una CGT independiente, y en imponer a Espejo. Pero cuando Evita murió, Espejo fue rápidamente defenestrado pos sus propias "bases". Evita ya no estaba para sostenerlo y tampoco pudo Perón. La economía peronista ya había dejado atrás sus años felices. 
Moyano, en cambio, no parece correr la misma suerte. Afianzado en los privilegios y negocios que consiguió con Néstor y logró incluso aumentar en los primeros años de Cristina, ahora es él quien avizora el declive final de CFK y Kicillof no parece una figura capaz de revertirlo.

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