Argentina, sufriendo, con más urgencias que certezas; con arremetidas individuales más que con juego asociado; con perlitas de Correa que invitan a confiar; con la seguridad de Rulli para revertir su error en el debut ante Portugal y con la inestabilidad lógica de un equipo que tuvo que ensamblar las piezas en plena marcha ganó su duelo ante Argelia y sumó puntos vitales de cara al próximo compromiso, el miércoles, ante Honduras.
Con la mochila de la derrota inicial, Argentina jugó un partido que en los papeles fue una cosa y en la cancha otra. La diferencia de jerarquía era lógica y quedaba en evidencia cuando triangulaban de primera Lo Celso, Correa y Pavón. Con paredes cortas y en velocidad, partiendo desde tres cuartos, generaron varias chances que no pudieron concretar.
Pero fueron jugadas aisladas, porque este equipo tiene otro costado, más allá de la falta de efectividad. Este equipo no es confiable. Podrá ganar, perder o empatar, pero no tiene un patrón de juego.
Argelia atacó por derecha, con Benkablia, y que desde allí llegaron los centros para Bounedjah, que fue una pesadilla para Argentina. Ni Soto podía frenar los desbordes por la banda, ni Cuesta y Gianetti lograban hacer el dos-uno para controlar el corazón del área.
Rulli tuvo una salida brillante frente a Bounedjah para evitar el gol de los africanos.
Y el conjunto del Vasco demostraba a cada paso que seguía jugando a la lotería: podría embocarla gracias a alguna jugada personal o podría perder por un desacople defensivo, como el que lo dejó con un hombre menos por la expulsión de Cuesta.
En ese subibaja, desde un envío frontal, llegó el 1-0 de Correa tras un remate cruzado, pero perdió la pelota y Argelia lo igualó merecidamente. Y fue Correa quien frotó la lámpara para filtrar un pase a Calleri, quien definió con mucha fortuna.
Argentina tenía que ganar y lo hizo. No más que eso. La certeza es que hay tanta calidad como fallas.