Lo nuevo

Aquel 54%, aquella mayoría absoluta que permitió hacer tanto daño a las instituciones, que nos dejó divididos y angustiados, inició su despedida. Es hora de comenzar el camino de retorno a la identidad genuina del peronismo.

Lo nuevo

Por  Julio Bárbaro - Periodista. Ensayista. Ex diputado nacional. - Especial para Los Andes

Santa Fe y Rio Negro, dos nuevas experiencias electorales que dejan su enseñanza. Mi teoría le asigna a Santa Fe el valor de iluminar el futuro político que nos puede llegar a tocar.  Un centro derecha con el Pro, un centro izquierda con el Socialismo y un posible centro con el repuntar del peronismo histórico.

Tres fuerzas de centro para un mañana político que transite una democracia equilibrada y sin enemigos. Y Río Negro, donde el oficialismo sufre una nueva derrota, donde uno de los rostros más definidos como kirchnerista debe pagar por su pertenencia. Río Negro jugó  a ser bien oficialista y perdió en consecuencia en una provincia donde todavía no asoma el futuro arco ideológico.

El kirchnerismo sale tercero lejos en Capital, tercero cerca en Santa Fe y tercero seguro, por ahora, en Córdoba, pierde Mendoza y tiene en peligro Tucumán y Entre Ríos. Aquella mayoría absoluta que le permitió hacer tanto daño a las instituciones, aquella mayoría que los hizo soñar con una sociedad autoritaria y sin otra libertad que la de obedecer al gobierno; esa desmesura inició su despedida.

El kirchnerismo en estado puro se propuso en Capital y en Río Negro y fue ampliamente derrotado en ambos lugares. Mantiene su poder en todas las provincias donde casi no existen opciones políticas superadoras; o sea, se refugia en el atraso, en el feudalismo. Tuvo un triunfo en el Chaco y una derrota en Mendoza  y en Salta gana un peronismo que toma distancia del gobierno central.

Lo mismo que en Santa Fe, los apoyos de la Presidenta no sólo no hubieran servido de ayuda, hubieran dañado el caudal del candidato. Uno -sin demasiado optimismo- podría decir que los votos kirchneristas puros, los de la Campora y Carta Abierta, esos vuelven al rincón donde nació su existencia, a los pequeños grupos de izquierda de los que fueron rescatados y convocados para defender un proyecto de derecha.

La Provincia de Buenos Aires parece ser la gran esperanza del oficialismo, el lugar de la venganza o la mayoría que necesitan para imponer su candidato. Pero nada parece tan simple.

Los votos de Scioli no son de cualquier otro candidato que elija la Presidenta y parecería que a Scioli les costó demasiado digerirlo como el continuador del pretencioso “modelo”. Algún supuesto intelectual se atrevió a proponer que lo voten para que luego renuncie; una forma muy respetuosa de aceptar la voluntad popular.

Termina siendo divertido esto de supuestos intelectuales que la van de revolucionarios eligiendo el más progresista entre Scioli y Randazzo, uno no entiende cual va a ser la influencia de Antonio Gramsci frente a semejante disyuntiva. Pero parece que Scioli terminó ganando la partida y era el único con votos propios, el único capaz de ganar.

La Presidenta tuvo  limitado su poder a elegir al que menos quieren, al que más le temen. Intentan condicionarlo con la candidatura de Zannini, un  sueño de limitar al que gobierna, ese sueño suele siempre terminar en pesadilla.

Santa Fe sirvió para que el Pro asumiera que no lo tenía nada fácil, podemos decir que fue un aviso de dificultad que debieran convertir en enseñanza.

El socialismo había dejado sin aire al intento de un frente progresista, los radicales no logran que sus acuerdos se conviertan en políticas a nivel nacional.

El peronismo comienza un camino de retorno a su identidad original, ya aprendió con Menem ayer y con los Kirchner ahora que la modernidad no pasa por la deformación de la identidad. La derecha y la pretendida izquierda tienen que construir  sus propios espacios políticos para desarrollarse, alquilarle  el nombre al peronismo  no le sirve a nadie.

En Santa Fe, la polarización entre el Socialismo y el Pro no sólo no llegó a dejar sin opción al peronismo sino que este estuvo cerca de vencer y  terminar siendo el ganador. Esa experiencia puede revivir las energías de De la Sota y Massa. El oficialismo como la oposición no tienen fuerza como para seducir a demasiados y eliminar alternativas.

Hay como un cierto desgaste de todas las opciones dado que ninguna de ellas tiene virtudes como para imponerse con holgura al resto. Se disuelve el autoritarismo kirchnerista, nace una democracia de fuerzas más débiles que necesitan negociar, que se necesitan mutuamente. Vale la pena recordar que los gobiernos débiles permiten que los pueblos sean fuertes  y que estamos hoy viviendo la experiencia opuesta.

Y a Scili lo acompaña Zannini, una marca definitiva de kirchnerismo.  No pudieron inventar un candidato propio, condicionan al que nunca quisieron, con un personaje oscuro que sale a la luz.

Cuesta imaginarlos juntos, sobreviviendo, confrontando proyectos o imágenes o concretamente el poder.  Zannini es la derrota de la política, ocupa ese espacio donde los operadores se imponen a los políticos, la idea que desprecia el discurso y los votos, expresa la superioridad de los oscuros, de la supuesta y pretendida “vanguardia iluminada”.

Ni peronismo ni izquierdismo ni idea alguna que no sea la necesaria para justificar la ambición de poder. Zannini es eso, el monje negro de la construcción del poder autoritario, el encargado de forjar el triunfo de la impunidad sobre las instituciones.

Y Macri eligió a Michetti, a quien se había animado a desafiarlo. Los podrán acusar de derecha, pero en esa fuerza la democracia se impone sobre el autoritarismo. Y podrán decir que los vice no influyen, pero en este caso marcan la distancia entre la democracia y el riesgo de perderla.

El famoso cincuenta y cuatro por ciento de la última elección presidencial nos hizo mucho daño; nos dejó casi sin instituciones, divididos y angustiados.

Finalmente, queda claro que el Kirchnerismo no fue la superación de nada sino tan sólo una enfermedad pasajera que nos convocó al atraso y el enfrentamiento, que nos deja profundos daños y mucho para aprender, que dejó al desnudo a demasiados a quienes cualquier prebenda los induce a olvidarse de la misma dignidad.

Me parece que comienza a quedar claro que no somos ni corremos el riesgo de ser  el espejo de Venezuela, que la democracia entre adversarios va a retornar para superar para siempre esta absurda y nefasta contienda entre enemigos, sin más razones que el más puro resentimiento.  Ya no nos dividimos entre izquierdas y derechas, es sólo entre optimistas y pesimistas y creo que hay razones para sentirse optimistas.

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