Llegó la hora de evitar incidentes entre hinchas de Argentina y Brasil

De a poco, está creciendo un clima de hostilidad entre aficionados de los dos países. Se esperan 100 mil argentinos en Porto Alegre, el miércoles.

Llegó la hora de evitar incidentes entre hinchas de Argentina y Brasil
Llegó la hora de evitar incidentes entre hinchas de Argentina y Brasil

Hasta el pasado 12 de junio, la llegada masiva de hinchas argentinos a Brasil, especialmente a las playas de Río de Janeiro, fluctuó entre la confraternidad con los aficionados locales y algunas bromas de ocasión que terminaron de buena manera y con un brindis en los bares.

Ahora, cuando ya han pasado dos presentaciones de la Selección, el clima distendido del principio está cambiando por otro en el cual se está filtrando la agresividad y la desconfianza mutua. Es el momento, entonces, para que la previsión pueda ganarle espacio a la falta de consideración sobre las derivaciones eventuales que puede alcanzar esta situación.

En primer lugar, en Mundiales anteriores los cabezas de grupo jugaban sus tres partidos de primera fase en la misma ciudad o en sus alrededores. En Sudáfrica, por ejemplo, entre Johannesburgo y Pretoria, distantes 50 kilómetros. De esta manera, los simpatizantes solían agruparse en la misma zona, compartir las plazas, caminar por las mismas avenidas y utilizar frecuentemente idénticos locales de gastronomía.

Así, los hinchas se iban ambientando al lugar y viceversa: eran aceptados como parte del paisaje mundialista por los propios habitantes de la ciudad.

En Brasil, en cambio, se dispuso que los aficionados varíen de lugar en lugar en cada partido. No sólo los traslados son onerosos - distancias largas - sino que también pueden producir escozor en los moradores comunes de una zona. Que lleguen 30, 40 ó 50.000 personas en uno o dos días, a la larga puede impactar en las costumbres citadinas.

En el Maracaná, contra Bosnia, alrededor de 50 mil argentinos hicieron sentir su presencia. Otros miles debieron quedarse afuera, ya que no tenían ticket de ingreso. La salida del estadio fue caótica: a la noche de un domingo, casi sin medios de transporte, infinidad de fanáticos vestidos con la albiceleste tuvieron que arreglárselas como pudieron para llegar a su respectivo destino.

En Belo Horizonte, tampoco pudo medirse la cantidad real de compatriotas por el mismo motivo: miles con entrada y otro miles pugnando por un acceso al encuentro frente a Irán. La salida fue similar a la de Río, aunque con un pro (a partir de las 15, en una tarde soleada) y una contra (el Mineirao queda a unos 30 kilómetros del centro de la capital del Estado de Minas Geraes).

Tanto en el primero como en el segundo juego, los hinchas estuvieron mezclados con los brasileños en todo sector de los respectivos estadios. Los argentinos, como siempre, trataron de imponer sus cánticos antes, durante y después de cada partido. Los brasileños respondieron con los suyos y se manifestaron abiertamente a favor del contrincante ocasional (Bosnia o Irán).

Por muy poco no se llegó a incidentes que pudieron haber tenido consecuencias imprevisibles, dado que se habían formado grupos que compartían la misma línea o estaban en las filas de arriba o abajo, sin distinción.

Para el juego del miércoles, ante Nigeria, se esperan unos 100 mil argentinos en Porto Alegre. La cifra es la que manejan los organizadores de acuerdo con las informaciones de los movimientos previos. La cercanía geográfica con nuestro país hace posible una invasión de fanáticos a la capital de Río Grande do Sul.

Lo peligroso, es que el estadio tiene capacidad para 43.000 personas y que el Fan Fest alberga a 16.000 como máximo. ¿Qué hacer con los casi 40 mil demás? La respuesta, sin dudas, está en manos de la organización de este Mundial.

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