Por Rodolfo Cavagnaro - Especial para Los Andes
Si se cumplen las predicciones de los analistas, la economía argentina cerrará 2016 con una caída de entre 1,5 y 2%, según quien haga la proyección.
Se puede decir que será recordado como un año malo, aunque, visto desde otra óptica, podría decirse que es una buena noticia. ¿Por qué?
Básicamente que sea un año malo es bueno porque si se hubieran continuado las políticas que se arrastraban desde el gobierno anterior hubiese sido un año pésimo y con grandes conflictos sociales.
Siempre que se produce una devaluación fuerte la economía cae porque se resiente mucho el poder adquisitivo del salario y, dado que el consumo interno representa casi el 80% del PBI, la consecuencia es una retracción hasta que los trabajadores consiguen recuperar poder de compra. Algo similar ocurrió en 2014, después de la devaluación de febrero de ese año.
Consecuencias de la herencia
Cuando asumió el actual gobierno debió desarmar varias situaciones complicadas que le habían dejado como quien entra a un laberinto a jugar a la búsqueda del tesoro.
La primera, y muy maligna, se dio en torno a los cepos. El ex ministro Kicillof, en nombre del gobierno, había firmado un acuerdo transaccional con la Organización Mundial del Comercio (OMC) en base a un fallo condenatorio por las medidas restrictivas a las importaciones que, además de paralizar al sector industrial, generaron denuncias de más de 100 países.
El compromiso asumido por el ex ministro era que la Argentina se obligaba a levantar desde el 31 de diciembre de 2015 todas las restricciones a las importaciones, dejando solo algunas salvaguardias permitidas en los tratados de la OMC. Lógicamente, los importadores iban a necesitar dólares y el único que los podía proveer era el Banco Central, por el cepo cambiario.
Cumplir esta decisión era imposible sin levantar el cepo y, además, como el Banco Central no tenía dólares, lo lógico era dejar flotar el tipo de cambio, especulando con que el mercado lo llevaría hacia arriba. Liberar importaciones manteniendo el tipo de cambio fijo atrasado hubiera significado la introducción de mucha mercadería importada que hubiese hecho mucho daño a las industrias locales.
Pero el equipo del gobierno anterior había dejado un regalito adicional. Para que no subiera el dólar en el mercado blue se autorizaron muchas operaciones donde el Banco Central vendía dólares a futuro a precios que superaban los 11 pesos. El objetivo de Kicillof, Vanoli y compañía era complicar al nuevo gobierno para que no devaluara. Como se ve, una mezcla explosiva de quienes hoy se creen con atributos para criticar.
Si estas decisiones no se hubieran tomado no solo habríamos incumplido un acuerdo con un organismo internacional, sino que hubiera sido imposible encarar la negociación con los “holdouts” y solucionar el conflicto de la deuda.
El tercer gran tema pendiente era el del atraso de las tarifas de los servicios públicos por el exceso de subsidios aplicados, sobre todo en el área Metropolitana de Buenos Aires. Este atraso había generado una explosión de la demanda y había paralizado las inversiones. Esto obligó a importar electricidad, gas y gasoil para poder abastecer, aunque había momentos en los que se debían producir cortes.
Por estas razones es que el año es malo, ya que todas las correcciones que se debieron hacer iban a generar, razonablemente, lo que actualmente estamos pasando. Pero si no se hubieran hecho hoy sería pésimo y estaríamos lamentando circunstancias muy complejas.
Los escenarios que se pueden esperar
Por los números que se pueden ver en agosto, la economía habría llegado a un punto de inflexión a partir del cual podría esperarse un sendero de disminución progresiva de la inflación, aunque será lento. El gobierno ha comenzado a reactivar las obras públicas, lo que dará un poco de impulso a la construcción. De esta, será posible percibir un mejor nivel de actividad económica.
En estos escenarios, se plantean desafíos muy complejos tanto para las empresas como para el Estado, en todos sus estamentos. En principio, no se espera que el dólar pueda dar saltos grandes, solo una leve evolución que no alcanzará a compensar la inflación. El escenario internacional por el momento no ayuda, ya que el dólar está perdiendo valor en el mercado global y se están revaluando las monedas del mundo y las de la región.
Por otra parte, los salarios se seguirán actualizando e irán recuperando de a poco el nivel perdido. En este contexto las empresas deberán trabajar para recuperar productividad modificando sus sistemas de gestión, para hacerlos más eficientes, y mejorar los niveles de inversión.
De parte del Estado es de donde viene el desafío más importante. El Estado, tanto a nivel nacional, provincial o municipal, debe mejorar seriamente la productividad y la calidad d los servicios. Pero, además, debe bajar la carga impositiva porque para el sector privado ya se hace insostenible. Lo peor es que con la alta carga impositiva, tienen déficit y el recupero de la sociedad por los servicios que percibe es muy malo. Los privados, si pueden, deben recurrir a educación privada, lo mismo que en salud y educación. El Estado es caro e ineficiente.
Si se consigue evolucionar en este sentido se podrán conseguir mejoras competitivas, de lo contrario será un tránsito muy penoso para las empresas y para los trabajadores. No es justo que el Estado destruya inversión y trabajo privado pero además no es inteligente. Están matando la gallina de los huevos de oro.