Argentina clasificó y ya no importa nada. Pero la jornada fue un peregrinar de sinsabores. Desde temprano los hinchas de la selección de Messi iban de lado a lado por San Petersburgo. Algunos aprovecharon para hacer turismo y conocer la cultura de una las ciudades ícono de la historia del mundo.
Arrancamos hacia la cancha abrazados y cantando. El viaje hasta el estadio era un abrazo con un “conocido” porque en este país encontrar alguien que hable tu idioma es para festejar. Pero en ese momento estábamos hablando el mismo idioma, ese que nos llevaba a la comunión.
Bajamos en la estación del fabuloso estadio ruso. Seguimos cantando. Seguimos abrazados. Argentina nos unía y no existía nada más.
En masa y cantando fuimos hasta nuestro lugar. Somos 16. Pero estuvimos todos dispersados por la mole de cemento.
Igual estábamos todos ahí, alentando a los nuestros.
Llegó el primero, el de Messi y ahí quedó media garganta. Hubo tiempo para pensar....
Pero llegó el empate que, sinceramente no se si fue penal, pero sé cobró. Y todo fue desazón. Pero había confianza. Sufrimos con mi amigo ‘Flaco’, el único al lado mío. Sufrimos minuto a minuto, pero la fe estaba intacta.
Llegó el segundo, el de Marcos Rojo, y el delirio, el abrazo interminable con mi amigo; ese con el que nos conocemos desde el jardín de infantes, el Flaco... con quien nunca vamos a olvidar ese momento. Gracias Argentina!!!