Era imposible saber quién era hasta ayer, en que fue arrestado y su nombre salió a la luz: Paul William Horner. El propio Thierry Guetta, que logró filmarlo, tuvo que conformarse con una silueta a oscuras y una voz desfigurada por las tecnologías del sonido. De hecho, ese documental (“Exit through the gift shop”, 2010), nominado al Oscar, aunque figura como dirigido por él, varios repuntan: falso. Es que Banksy hizo todos los intentos posibles por quedar en el anonimato.
Paul William Horner tiene 39 años, nació en Bristol, Inglaterra. Pero Banksy se aferra a llamarse Banksy. Esta obra que fue rematada ayer en Miami, “Slave Labor (bunting boy)”, de 122 x 152 centímetros, no es la primera que se vende. En esta misma casa de subastas hay otro ‘Banksy’ (“Wet Dog”); valorado entre 600 mil y 800 mil dólares. Nadie aún ha presentado ofertas.
El precio más alto conocido por una obra de este artista es de 1.87 millones de dólares. Se pagó 2008 por su “Keep it spotless” en una subasta de Sotheby’s en Nueva York.
Banksy, en tanto, no se hace cargo. No ha autorizado jamás esas ventas ni firma sus pintadas y graffitis, que siguen apareciendo sistemáticamente en las calles de todo el mundo (tuvo la osadía, en 2005, de intervenir con ellos el Muro de Cisjordania, construido por Israel en sus territorios).
En su web Banksy contesta sobre este mercadeo de sus ideas con una frase de Henri Matisse: “Me avergoncé mucho al ver a mis lienzos alcanzar altos precios, me vi a mí mismo condenado a un futuro de pintar solo obras maestras”.
En sus pintadas Banksy satiriza en torno de la ideología, la política, la moral, el pop y las desigualdades étnicas. Muchos lo referencian, como artista urbano, a Blek le Rat.
Los descreídos dicen que toda esta ‘invisibilidad’ de Banksy es una táctica del marketing para elevar los precios de su obra, que le permiten no sólo financiarla, sino vivir de ella. El mercado, decíamos, es prepotente.
Luego del arresto de ayer, su abogado expresó: “Toda la belleza que Paul Horner le ha dado a este mundo, y la policía de Londres solo ve en ella vandalismo. Es una vergüenza”. Cientos de miles de llamados comenzaron a llegar a la comisaría londinense pidiendo y exigiendo la libertad del artista.