Los incendios forestales que se expanden en la zona de la Amazonia, con especial afectación en Brasil pero también en Bolivia, se inscriben como una de las mayores catástrofes en el mundo por la importancia medioambiental que tiene el mayor pulmón vegetal del planeta.
La Amazonia es una vasta región de la parte central y norte de América del Sur, que comprende la selva tropical de la cuenca del río Amazonas.
Esta selva amazónica es el bosque tropical más grande del mundo. Se considera que su extensión llega a los 7.000.000 kilómetros cuadrados (compárese con la extensión de Estados Unidos, que es de 9.826.630 km2), repartidos entre nueve países.
La selva del Amazonas pertenece a esas naciones, principalmente a Brasil, Bolivia y Perú, pero los incendios que se vienen desarrollando en su seno han causado un impacto mundial de primera magnitud y varios líderes internacionales han expresado su preocupación porque lo que se está quemando es parte de una gran fuente de oxígeno y biodiversidad del mundo.
Estas son algunas claves de un paraíso ecológico que, en parte, está ardiendo por causas no aclaradas, pero vinculadas con la sequía y la deforestación provocada por el ser humano.
Este desastre está ocurriendo principalmente en varios estados de Brasil y en el departamento boliviano de Santa Cruz de la Sierra, y lamentablemente el hecho de que la mayor parte que se quema se encuentra en nuestro gigante vecino, también repercute en nuestro país, que tiene fuertes vínculos económicos y estratégicos con la república federativa.
La deforestación, la pérdida de biomasa y de una valiosa avifauna y la degradación de la zona no puede ser indiferente a los intereses ambientales y de protección de la biodiversidad que, por suerte, tenemos en nuestro país.
Por eso resulta francamente preocupante que el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, no asuma un fuerte liderazgo regional para luchar contra este flagelo de los siniestros de vastas hectáreas de suelo y que inclusive culpe a algunas ONGs de haber provocado los incendios para desestabilizar su gobierno.
Pero, lo cierto es que desde la llegada al poder del actual presidente, y como lo ha expresado la especialista en Relaciones Internacionales, egresada de la Universidad Torcuato Di Tella, Liliana López Foresi, “el monitoreo científico y el control de las actividades ilegales (quemas de pastizales, eliminación de árboles, apertura de picadas, etc) fueron sistemáticamente erosionadas”. Éstos aspectos son dos pilares de las políticas que puede llevar adelante un país para proteger los santuarios de la naturaleza en su jurisdicción.
Aparte de los mecanismos mundiales que ya se han puesto en marcha para intentar en lo que sea posible revertir este desastre en la masa boscosa más grande del planeta, la Argentina tiene que reivindicar el tratado del Mercosur para inducir a Bolsonaro a ponerse al frente de esta lucha contra el fuego destructivo en el Amazonas e impulsar medidas para erradicar las causas de los destructivos fuegos de vastas extensiones.
Asimismo el mandatario debería abandonar su negacionismo acerca de los efectos del cambio climático, que están reduciendo las posibilidades y riquezas de la vasta región en peligro.
Se lo están pidiendo organizaciones mundiales, como la ONU, y seguramente el tema estará en la agenda de la próxima 25ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático COP 25, a realizar del 2 al 13 de diciembre en Santiago de Chile, con la participación de representantes de 192 países. Los focos de incendios en la Amazonia y detener el incremento de la temperatura de la Tierra figurarán en las prioridades de ese encuentro ecuménico.
En síntesis, cómo evitar que prosiga esta devastación, la pérdida de biomasa y se recupere el suelo arrasado, son desafíos de carácter mundial.