“Hagan algo, pero rápido y a favor de nosotros”, dirían, si pudieran, las decenas de animales que habitan el Zoológico de Mendoza.
La muerte de ejemplares es un hecho irrefutable; más de medio centenar en 5 meses, mientras que el estado de las instalaciones viene en plano inclinado, sometiendo a un número de animales al hacinamiento en recintos inadecuados y a la falta de comederos en algunos puntos del paseo.
Además, como en otros ámbitos de la realidad provincial, el tiempo lluvioso de los últimos meses ha empeorado aún más las cosas.
Lo que se ve actualmente dista mucho de la iniciativa de su creador, el arquitecto Daniel Ramos Correas, quien concibió un ambicioso proyecto emplazando al Zoo en su actual ubicación.
Lamentablemente, la concepción original del urbanista no fue continuada y la construcción de las jaulas de rejas, sobre todo para animales peligrosos, hizo que su concepción primigenia de zoológico semi abierto se fuera perdiendo.
Según el relevamiento que periódicamente hace Los Andes de la gran superficie de 48 hectáreas y sus habitantes, la situación viene decayendo desde hace por lo menos 2 décadas, cuando en julio de 1996 murieron 27 rumiantes, presumiblemente por consumir clavel amarillo.
Desde entonces es incontable la cantidad de ejemplares que han dejado de existir, y no siempre debido a un ciclo biológico agotado o a alguna enfermedad irreversible sino por motivos confusos y evitables, de haber existido un buen manejo de las especies existentes.
En la actualidad hay una pelea muy frontal entre sectores sindicales y los trabajadores con las autoridades provinciales y funcionarios de la repartición por el destino del Zoo, que por el momento no soluciona el problema de fondo: evitar que sigan muriendo animales.
Desde el Poder Ejecutivo provincial impulsan una reconversión del espacio en un Ecoparque. Esta configuración del vasto territorio también es sostenida y defendida por organizaciones ambientalistas: Cullunche, una de las más importantes, aunque hay otras.
Los ejes principales del proyecto proponen una disminución gradual de los animales exhibidos, la prohibición de canjes con otras instituciones y también la compra y venta de animales y la reproducción de los mismos.
Enviar a santuarios a algunos ejemplares y remodelar los recintos para los que queden; además, que el futuro Ecoparque siga siendo del Estado pero bajo la administración de una fundación.
Contrapuesta a esa posición hay grupos profesionales y científicos, vocero de los cuales puede mencionarse al naturalista e ingeniero agrónomo Virgilio Augusto Roig, ex director del Zoo, quien dispara contra el argumento de los ecologistas, calificándolo de “intento de vaciamiento del zoológico, paso previo a su cierre definitivo”.
Este científico propone, entre otras cosas, requerir asesoramiento en el seno de la Asociación Zoológica de Mendoza (Azoome).
También fijan presencia en el tema los sectores gremiales de trabajadores estatales, que impulsan una iniciativa con la participación del Centro Científico Tecnológico-Conicet Mendoza (ex Cricyt).
En la Argentina actual, y por ende en Mendoza, son difíciles los consensos pero no imposibles. El tratamiento del tema tendrá instancia legislativa y es de esperar que todas las entidades y personas interesadas en el futuro de la reserva faunística se expresen y se pueda arribar a una solución adecuada, que conforme a las partes y que otorgue bienestar a los animales allí expuestos.