Si en el campamento de Plaza de Mulas, en el Aconcagua, alguien pregunta por Miguel Ángel, probablemente nadie sepa de quién se trata. Una situación totalmente diferente será si se indaga por Lito Sánchez (60), uno de los referentes del cerro más alto de América.
Considerado uno de los padres del montañismo mendocino, Lito alcanzó en esta temporada la cumbre número 70 del Coloso de América. Lejos quedó el año 1983, cuando ascendió y alcanzó el objetivo por primera vez por la ruta normal.
Apenas siete años más tarde después de haber pisado el techo del continente, Lito se convirtió en el primer argentino en subir el Dhaulagiri (8.167 msnm), en el Himalaya; y en el '93 marcó un nuevo hito al ser el único latinoamericano en subir el Cho Oyu (8201 msnm, también en el Himalaya) en invierno. De estas dos travesías próximamente saldrán dos libros escritos por él rememorándolas.
Ganador de muchos premios -el Huarpe y la Cruz al mérito deportivo, entre otros – Lito conserva los modos humildes y la economía en las palabras que la montaña le enseñó. Ya no tiene la barba ni el pelo largo de los comienzos, pero las energías siguen estando allí para alcanzar, como él dice, el próximo objetivo.
“Es normal hacer mínimo dos cumbres por temporada, varios tienen más de 50”, indica restándole importancia al logro que incluye 61 trepadas por la ruta normal, tres por Polacos, tres por falso Polacos, dos por la 360 y una pared sur, quien fue el primer mendocino en hacerla (junto a Alejandro Randis, Domingo Álvarez y Daniel Rodríguez).
Después continúa: “Hacer 70 cumbres es la muestra del vínculo grande que tengo con la montaña. El Aconcagua para nuestra provincia es un símbolo, por el agua, por la montaña, porque ahí nace el vino. Por eso es que además de lo deportivo haber llegado a este número es una satisfacción”.
Deporte y trabajo
Sus primeras 10 ascensiones fueron en forma deportiva, después el trabajo en distintas empresas dedicadas a la montaña lo siguió vinculando con el Aconcagua. De todas formas, advierte que hasta que se convirtió en profesor de la Escuela Provincial de Guías Alta Montaña -enseña técnicas de guía- tuvo que hacer trabajos como metalúrgico, levantando casas prefabricadas o pintando casas entre temporadas.
"En el '89 probamos con otros amigos subir en un día. Llegué a tener el record de subir desde Mulas hasta la cumbre en seis horas y media. De hecho Los Andes sacó una nota con ese tema. Fue en el '87", recuerda mientras busca en una carpeta el artículo de este diario que lo confirma.
Recién llegado de uno de los cerros que rodea el Puente del Inca, Lito reconoce que le cuesta quedarse quieto en su departamento de Godoy Cruz. Es lógico, la vida entre las rocas y la nieve de las alturas le ha dejado amigos, grandes pasiones y el recuerdo de los riesgos que tuvo que atravesar.
“Cuando tengo tiempo me voy a la montaña. Me encanta la naturaleza, es una pasión. Siempre quiero irme, buscar objetivos, alcanzar nuevos sueños. Creo que todo viene de mi padre, que subió el volcán Overo, en Malargüe, de ahí debo haber sacado las ganas”, lanza Lito, que se ríe cada vez que puede.
Vivió en Suiza, cortando el césped y cosechando en viñedos; en Canadá trabajó en una fábrica. Ambos viajes le permitieron generar la base para realizar ascensos al Kilimanjaro (5895 msnm, Tanzania), al Elbrus (5642 msnm, Rusia) y a otros cerros de Pakistán y Nepal.
“Mis vacaciones son en la montaña, por ejemplo, creo que voy a hacer los seismiles del norte”, avisa Lito, quien asegura que siempre que la salud le acompañe va a seguir saliendo en busca de una cumbre. “La energía no es la misma, pero la satisfacción es enorme”, agrega.
Estar a la altura
Lito señala que para subir a más de 5 mil metros de altura -e incluso para cualquier actividad de montaña- no hay que ser “loco”. Solo hay que prepararse y ser respetuoso. “Hay que estar a la altura de los objetivos. Estar bien físicamente. Y para eso tenés que entrenar, es la única forma de minimizar los riesgos. Lo importante es seguir informándose, manejar técnicas y crecer”, cuenta.
Pensar durante las travesías es casi una actividad obligada. Pero Lito reconoce que cuando va con clientes la cabeza “trabaja” de otra forma. “Cuando estás con un cliente vas concentrado en el clima, en la ruta, en que el equipo y todos estén bien. Los vas levantando. Sos un poco psicólogo y médico”, dice. En cambio, cuando va con sus amigos es diferente: “Vas charlando, a través de los años te vas dando cuenta por los movientos del otro cómo vienen. Generás otra empatía”.
Es un trabajo sacrificado pero Lito admite que la montaña le dio la oportunidad de crecer profesionalmente pero sobre todo, le ayudó a conocerse como persona. “No es fácil subir. Implica esfuerzo y voluntad. Pero aún me quedan un par de añitos. Tengo la energía y la salud. El deseo está”, termina.