Lionel Messi está a un día de cumplir un mes sin marcar goles. Su último tanto fue el 16 de marzo ante el Arsenal, por la Champions League, el destacado 499° de su carrera. Desde entonces, todo cambió pero no sólo a nivel deportivo sino también personal. El esperado y anunciado gol 500 aún no llegó y, por el contrario, el rosarino apunta su tercer peor racha sin convertir.
La crónica indica que el 2 de abril Barcelona llegó al clásico con Real Madrid como absoluto e imparable líder de la Liga. Comenzó ganando pero el equipo Merengue se lo dio vuelta y lo hirió casi de muerte en el Camp Nou. No sólo le cortó una racha de 39 partidos como invicto y abrió el capítulo del desconcierto sino que expuso de manera definitiva su descalabro futbolístico, inimaginable pocas horas atrás. El 3 de abril, en tanto, explotó la bomba que parece haber dañado por completo al mejor del mundo.
Fue mencionado en el escándalo de las sociedades offshore conocido como Panamá Papers donde su nombre aparecía como miembro de una sociedad junto a su padre, acaso el principal apuntado. El caso pegó fuerte en el seno interno de la familia, que mediante uncomunicado intentó desligar al jugador de los hechos aunque reconoció la existencia de una empresa a nombre de padre e hijo.
El 5 de abril el equipo jugó la ida de cuartos de final de la Champions League con el Atlético Madrid. Empezó perdiendo pero con más corazón que fútbol logró remontar para finalizar 2-1 e ir ajustado a definir al Calderón.
El equipo pretendía dejar rápidamente atrás el cachetazo que le había dado el Madrid a domicilio. El rival era accesible, la Real Sociedad, el 9 de abril, pero no pudo. Perdió 1-0 jugando acaso el peor partido de la era Luis Enrique, con un Messi absolutamente desconectado y, así, un Barcelona desconocido.
El líder pasó de siete a apenas tres puntos de ventaja en un puñado de días, acuciado además por la pérdida de la esencia y, en paralelo, el crecimiento exponencial de sus perseguidores, Real y Atlético Madrid. Había que dar una muestra de carácter y el momento era la definición de la llave de cuartos ante los de Diego Simeone.
La Pulga marcó, tras ese encuentro, su peor racha como jugador del Barcelona, no sin marcar, seguidilla que se dio en la temporada 2006-2007 con una sequía de 11 partidos, sino en la que combinó goles y asistencias en cero durante cinco partidos. Nunca antes le había ocurrido.
Hoy, Barcelona sabe que ya no podrá defender el Triplete. Le queda por delante el premio a la dignidad, que sería ganar la Liga. Para eso tendrá que ganarle el domingo 17 de abril, al Valencia ya que, de no hacerlo y logrando el Atlético una victoria, los Colchoneros lo igualarían en la cima y allí sí el naufragio sería completo. La ilusión por mantenerse a flote sigue teniendo, pese a todo, un sólo nombre y es el de Lionel Messi, pese a su notable y sentido bajón.