Cabizbajo y encorvado, Lionel Messi lloró desconsolado al costado de una tarima en la misma cancha donde, minutos antes, Argentina perdió otra final de Copa América. Su compañero y amigo del alma, Sergio Agüero, le hacía guardia, abrazándolo por los hombros, mientras otros jugadores se acercaban para ofrecerle palabras de ánimo.
Después, el inigualable genio del Barcelona subió los escalones para recibir la medalla del segundo puesto. Como hizo otras tres veces con la Albiceleste, Messi se sacó de inmediato la presea del cuello y enfiló al vestuario, fastidiado por un trámite que raya en la humillación para un jugador acostumbrado a ganarlo todo con el Barça. Quizás esa sea la última imagen que el mundo tenga del mejor futbolista de esta generación con una camiseta nacional.
Tocado hasta la médula tras perder su cuarta final con la Selección, y tercera en dos años, La Pulga anunció que el revés del domingo ante Chile en una definición por penales en la Copa América Centenario sería su último partido con Argentina. Tal vez habló prematuramente y, ya con la cabeza fría, cambie de parecer.
No sería ni el primer ni el último futbolista que lo hace. Pero, si se mantiene firme, su legado con la Albiceleste quedará definido por una palabra, que, como para subrayar la crueldad del momento, aparecía escrita en letras gigantes al pie de la tarima: SUBCAMPEÓN.
“Ya está”, repitió una y otra vez ante las cámaras un abatido Messi en las entrañas del estadio MetLife en Nueva Jersey. “Son cuatro finales, no es para mí...”, insistió con tono fatalista, como si su historia con la Selección estuviese escrita de antemano y no pudiese hacer nada para cambiarla. Messi tuvo en sus manos -o, más bien, su mágico botín izquierdo- una chance para reescribir el libreto. Pero mandó a las nubes el primer penal de la definición que, por segundo año al hilo, otorgó por esa vía el título de la Copa América a Chile.
Hace 12 meses, Messi fue el único que atinó su penal en la final de Santiago. En 2014, el verdugo fue Alemania 1-0 en la Copa del Mundo. En 2007, cuando apenas empezaba a despuntar como el devorador de récords, fue revés 3-0 ante Brasil en la Copa América de Venezuela.
Cuatro finales... y decepciones. Ni un gol. Una amarga cosecha para el que en esta Copa Centenario superó a Batistuta como máximo artillero en la historia de laSelección, con 55 dianas en 113 juegos. Para el que logró todo lo imaginable con el Barça, incluyendo cinco Balones de Oro y cuatro Ligas de Campeones.
“Lamentablemente el que más jodido se va es Leo”, reveló Agüero, amigo de La Pulga desde el Mundial Sub 20 de Holanda 2007. Messi ganó esa cita y fue elegido el mejor jugador con 18 años. Ya era una leyenda en las inferiores del Barcelona, había debutado en Primera y se hablaba de él como la estrella del futuro. Tres años después, ganó el oro en los JJ.OO de Pekín, esta vez a la cabeza de un plantel sub 23.
Todo pintaba como que sería uno de los encargados de frenar una sequía de títulos de la Selección mayor que, para entonces, alcanzaba los tres lustros, desde la Copa América de 1993 que ganaron Bati, Simeone y otros. Ocho años después, Argentina sigue estancada en dos Copas del Mundo (‘78 y ‘86) y 14 trofeos continentales, y Messi, con 29 años recién cumplidos, no logra saldar esa cuenta pendiente a pesar de haber participado en tres mundiales (‘06, ‘10 y ‘14) y cuatro Copas América (‘07, ‘11, ‘15 y ‘16).
A Messi siempre le costó ganarse el cariño de sus compatriotas. Retraído y de perfil bajo, nunca jugó en un club argentino y emigró a Barcelona a los 13 años. Jamás hizo alarde de la viveza callejera que tanto admiran los argentinos, esa astucia con una pizca de malicia que exhibió Maradona cuando le metió un gol con la mano a Inglaterra en el Mundial ‘86.
Y ese fue su otro gran problema. La eterna sombra de Diego. Las comparaciones empezaron cuando Messi era un chiquillo sin pelos en el rostro. Dos zurdos, gambeteadores y goleadores, capaces de enfrentar a gigantes y hacerlos quedar en ridículo. Hoy duele su decisión. Ojalá que el tiempo cure sus heridas.
El futuro sin ¿la pulga?
Tras la final perdida en la Copa América Centenario y la renuncia de Messi a la Selección, el conjunto nacional deberá comenzar a pensar en lo que será la vuelta de las Eliminatorias. En setiembre será el primero de los seis partidos que al conjunto de Martino le quedan en este 2016.
Mendoza será la sede para volver a ver a la Selección luego de la Copa América y ya sin La Pulga. En el Malvinas debería jugará vs. Uruguay, el 01/09 a las 20.30. Y decimos debería porque tras la renuncia de Messi en nuestra provincia ya no están tan convencidos de organizar ese partido.
"La presión le juega un mal partido"
La presidente de la Asociación de Psicología del Deporte Argentina, Alejandra Florean, afirmó que a Messi “la presión le juega un mal partido en la cabeza” para explicar el tercer traspié en fila del crack en una final con Argentina.
“Tiene mucha presión encima, por las expectativas que genera. Y eso le pesa. Se lo ve un chico autoexigente, trabajador, humilde. Es el primero en llegar a los entrenamientos y el último en irse. En lo físico y técnico es incuestionable, pero lo psicológico hay que ayudarlo”, dijo. También habló de Messi en Barcelona.
“Ahí creció, está cómodo, no recibe críticas”, comparó. “Pero en la Selección es diferente. Todo recae sobre él. Para mí siente la camiseta y es un líder. Pero algo le falta a él y al equipo”, explicó.
“Ésto que le ocurre a Messi, le pasa a todos los deportistas. Presión, ansiedad, estrés y miedo son algunas de las sensaciones o estadios que experimentan o atraviesan los atletas de élite. Algunos las manejan, Messi no”, cerró.