Linchamiento al referí Ceballos: una víctima que no fue la única ni será la última de la AFA

Tras el escandaloso final de la Copa Argentina, el árbitro perdió su condición de tal. El sistema es obsoleto y nadie quiere cambiarlo.

Linchamiento al referí Ceballos: una víctima que no fue la única ni será la última de la AFA

Por Fabián Galdi, editor Más Deportes Digital - fgaldi@losandes.com.ar


A sólo nueve semanas de cumplir 38 años de edad, Diego Ceballos seguramente evocará que el pasado 5 de noviembre se transformó en el peor día de su vida. En noventa minutos, el paso de árbitro a ex árbitro se consumó tras un yerro personal garrafal - sancionar un penal a un metro y medio del área - y otro compartido con el asistente Marcelo Aumente: offside de Andrés Chávez en la acción previa a la concreción del segundo gol en el 2-0 de Boca Juniors a Rosario Central por la final de la Copa Argentina.

Nunca se escribió, habló u observó tanto a Ceballos en los medios de comunicación como en estos últimos días. De repente, la carrera profesional de un juez de fútbol queda expuesta desde el punto de vista mediático como jamás antes. Ya no habrá paz para él, aún cuando expire su contrato con la AFA. La decisión dirigencial de no continuar con el vínculo contractual es un hecho aunque el comunicado oficial hable de sanciones provisorias y la posibilidad de un descargo, el cual también le corresponderá a Aumente.

Tampoco es infrecuente la actitud que la Asociación del Fútbol Argentino suele tomar cuando se siente incómoda. Un portavoz o un escrito sirven para expresar la decisión que se tomó entre cuatro paredes. ¿Debate de ideas? ¿Discusión plena y abierta? Gobierna el silenzio stampa, como si aún estuviera vivo Julio Humberto Grondona. Sin su presencia, los dirigentes apenas son aprendices. Don Julio les sacaba una distancia sideral a la hora de mostrar su muñeca política. Y el "síjulismo" brotaba como hongos tras la lluvia. Ahora, el jefe no está. Y el grondonismo es - apenas - una expresión tan difusa que hasta los propios candidatos a ocupar el sillón de Viamonte al 1300 - Luis Segura y Marcelo Tinelli - se atribuyen a sí mismo ser los herederos reales del trono.

Aún con Grondona en ejercicio, el árbitro Gabriel Brazenas se convirtió en otro caso similar al de Ceballos. Tras un controvertido arbitraje en Vélez 1 Huracán 0, una fricción entre el atacante local Joaquín Larrivey y el arquero visitante Gastón Monzón no fue considerada infracción y así el volante ofensivo Maxi Moralez marcó el gol decisivo en Liniers. Una situación semejante en cuanto al perjudicado: tanto aquella formación de Ángel Cappa como ésta de Eduardo Coudet se habían convertido en "el equipo del pueblo" a ojos del aficionado neutral. Los dos nunca vieron coronado ese esfuerzo con una vuelta olímpica.

Brazenas no volvió a dirigir y tampoco a recomponer su imagen ante la mirada pública. En su vida privada, el árbitro ocupaba el cargo de gerente coordinador de la Unidad  de Administración de Beneficios de la Ciudad de Buenos Aires. Tiempo después, se lo descubrió realizando trabajos de albañilería. Debió dejar su hogar, ubicado en el sur del conurbano bonaerense, debido a las constantes amenazas. Una aparición por las calles de Mar del Plata, tiempo después, fue advertida por hinchas del "Globito", quienes lo increparon. Hoy está alejado de todo. Su vida cotidiana cambió para siempre.

En sendos hechos, Ceballos y Brazenas fueron responsables del arbitraje en partidos definitorios. Otros dos ejemplos resonantes fueron los de Guillermo Nimo en 1968 (no sancionó un penal a favor de River frente a Vélez, tras una mano del defensor Luis Gallo) y de Saúl Laverni en 2011 (no convalidó un tanto legítimo de Diego Villar para #Godoy Cruz en el juego ante Banfield). Sin embargo, estos dos jueces siguieron dirigiendo normalmente. Cuando un campeonato se define, la perspectiva es diferente: un fallo arbitral saca de carrera al equipo perjudicado y el recuerdo permanecerá en el sentimiento del hincha damnificado hasta el último de sus días.


Lo paradójico del asunto es las designaciones arbitrales conllevan un halo de sospecha desde que se recuerde. Se probaron sistemas, se los cambió, se reciclaron...lo que fuere. Sin embargo, pareciera reinar una ley de eterno retorno en la cual todo aquello que emane desde la AFA es recibido con desconfianza por el afuera. Inclusive ahora, a días del balotaje presidencial y de las elecciones previstas para principios de diciembre en la casa mayor del fútbol. No hay acción que se tome y provoque un respeto de todas las partes. Y en este caso, la necesidad de dar una señal cristalina se acerca más a colocar la basura debajo de la alfombra.

La designación de Ceballos para - a la postre - su fatídica noche en el "Mario Alberto Kempes" fue realizada por el Director de Formación Arbitral, Miguel Scime. El apellido del referí había caído bien en el club "Canalla", ya que los antecedentes inmediatos indicaban que Central había conseguido resultados satisfactorios con él: no había perdido esta temporada en el "Gigante de Arroyito" e inclusive lo había beneficiado al convalidar un gol frente a Tigre (fecha 2 del torneo de 30) cuando habían quedado seis jugadores centralistas en offside; en ese partido, el juez había adicionado 12'.

Ahora, por determinación de Segura, Scime mantendrá su puesto pero las designaciones serán realizadas por el Colegio de Árbitros, la entidad que presidente Víctor Blanco (presidente de Racing).

No se percibe que el intríngulis arbitral pueda solucionarse con un cambio de nombres o alguna que otra reprimenda y/o sanción individual. El eje del problema es el sistema. La falta de aceptación a las herramientas que permiten los recursos tecnológicos es el único tema gravitante a la hora de una posible solución. Si prevalece el criterio de que se está a años luz de implementarlo en los estadios argentinos, al menos puede haber un plan piloto para empezar a utilizarlo y luego ajustarlo por el método ensayo y error. El amesetamiento para tomar decisiones en este ítem es desconcertante.

El uso de la tecnología hubiera evitado que se concretara un error grosero como el penal tras la falta a Gino Peruzzi. Hasta el propio Ceballos se hubiera dado cuenta de inmediato y podría retrotraer la sanción antes de que se ejecutara el lanzamiento de Nicolás Lodeiro.

¿Qué habría pasado, entonces, con la final del Mundial 2006? ¿Acaso no le avisó el cuarto árbitro a Horacio Elizondo sobre el cabezazo de Zinedine Zidane a Marco Materazzi? Gracias a ese aviso, el juez argentino pudo expulsar a "Zizou" y la sensación de justicia se reinstaló en el Estadio Olímpico de Berlín. La aplicación del recurso tecnológico fue la clave del acierto.

Elizondo, considerado en ese momento como el mejor árbitro del mundo, fue designado Director de la Escuela de Formación Arbitral tras su retiro profesional luego del Mundial de Alemania. Quiso introducir cambios de fondo en las designaciones arbitrales de la AFA. No halló eco y dejó su cargo. Nadie lo volvió a llamar.

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