El dato surgió luego de las tareas realizadas por el Departamento General de Irrigación. En un tramo de sólo un kilómetro y medio que comprende la rama El Borbollón, perteneciente al río Mendoza, fueron extraídos mil metros cúbicos de basura, entre los que figuraban gran cantidad de botellas de plástico, material de embanque, pañales, bolsas de residuos, etc.
Estos materiales obstruían la normal circulación del agua y habían sido arrojados por la gente residente en zonas urbanas. Es la misma gente que después sale a reclamar en contra de las autoridades cuando, en la temporada estival y como consecuencia de las lluvias, la cota del canal es superada por el agua como consecuencia de los embanques. El problema se multiplica también para los productores que necesitan del agua para el riego de sus fincas, en razón de que se ven obligados en forma permanente a retirar los residuos que son arrastrados por la corriente.
Esto se repite a lo largo y a lo ancho de la provincia, con aspectos que son interesantes para mencionar, como lo sucedido el año pasado en Tunuyán, un departamento que se encuentra a la vanguardia de los reclamos antimineros y cuyos habitantes manifiestan su orgullo por la defensa del agua no contaminada. Sin embargo no actúan de la misma manera cuando deben respetar la limpieza de los cauces de riego, porque en las tareas desarrolladas por el Departamento General de Irrigación se encontraron bolsas de residuos, animales muertos y hasta electrodomésticos fuera de uso que la propia gente había arrojado al interior de los canales.
Aspectos similares se presentan en las zonas más pobladas, como lo expresado por la Municipalidad de la Capital, cuando destacó que más de 120 mil kilos de basura y otros elementos se retiran, por día, sólo en las acequias que están al cuidado de la comuna, asegurando en ese aspecto que el derrame de agua en las calles se produce esencialmente por los taponamientos producidos por las botellas de plástico. Lo serio del caso radica en que esa basura acumulada suele convertirse en el hábitat ideal para todo tipo de alimañas y roedores.
Los aspectos mencionados no hacen más que ratificar que no existe, en la gran mayoría de los mendocinos, una suficiente conciencia respecto de la necesidad de mantener la limpieza de los canales de riego que, en una provincia como la nuestra, son fundamentales para la economía en razón de que sólo se pueden regar las fincas con el agua proveniente de la montaña, ya que la precipitación anual es mínima, fruto de un clima semidesértico.
A lo largo de los años y de las diferentes gestiones gubernamentales, las autoridades han hecho hincapié en la solución del problema a través de la necesaria concientización de los habitantes. Sin embargo, aceptan que sus pedidos no alcanzarán a modificar la tendencia y así lo señaló el actual titular de Irrigación, al indicar que costará mucho que se produzca ese cambio de actitud. Así entonces, se sigue invirtiendo en la limpieza de los cauces, aun a sabiendas de que deberán repetir la tarea en forma permanente.
Una encuesta, realizada tiempo atrás, permitió establecer que el 75 por ciento de los habitantes del Gran Mendoza tienen una percepción negativa sobre el cuidado de los espacios públicos o de la limpieza de las acequias y un porcentaje similar consideró que, pese a esa percepción, se actúa en forma diferente. Llama la atención la respuesta en razón de que, mientras en el mundo se está instalando una cultura a favor de la ecología y de la limpieza, nosotros, que la teníamos, la estamos perdiendo.
El gran desafío pasa entonces por recuperar esa cultura perdida pero debe ser una tarea en la que debemos participar todos los mendocinos, más allá de los pedidos formulados a través de las campañas impulsadas por las autoridades.
