Límites

Límites

Hoy se habla (antes también) de Estado y política, sociedad y política. ¿Cómo es? Y ¿cómo somos?

En primer lugar recordemos un concepto básico: el Estado es la sociedad jurídicamente organizada. Desde el punto de vista político sólo existe si hay hombres, su materialidad, el territorio y la población. Y su causa eficiente es la politicidad humana.

Por tanto el Estado existe organizado jurídicamente alrededor de la división del gobierno en órganos Legislativo, Ejecutivo y Judicial. 
Existe sin duda una tensión entre el Estado y los ciudadanos, que sostienen a aquél. Su justificación está en propender al bien de aquellos... "cada uno de nosotros es culpable, ante todos, por todos y por todo" (Fedor Dostoievski).

En nuestro país, el problema de la aptitud estatal está ligado a la existencia o no de mecanismos eficaces de control, no sólo legales sino también sociales, sometidos a la ley y exigencias del servicio.

Legalidad es el gobierno de la ley. Al respecto, nuestro país es el reino del revés. El monopolio de la legalidad debe ser ejercido por el Estado, que es el que debe establecer límites.

La sociedad argentina, colectiva o individualmente, cree no tenerlos... y así marchamos a la deriva donde los derechos que se intentan ejercer legítimamente encuentran dificultades insuperables y las obligaciones, también legítimas, son burladas con desenfado.

Los argentinos, como somos, somos el colmo de todo, vivimos cansados de cansarnos; ¿exagero? La insatisfacción permanente o la soberbia insufrible. Arrastramos caracteres que, a mi entender, han demostrado ser falsos, que no discriminamos, que no somos violentos, que somos los mejores del mundo, etc.

Discriminación, discriminamos a nuestros vecinos: a los bolivianos, “bolitas”; a los paraguayos, “paraguas”. Tenemos una larga historia de discriminación. En los primeros años del siglo XX, con el aluvión inmigratorio no era fácil “naturalizarse argentino”.

Existía todo un movimiento social llamado “criollismo”, adverso a los inmigrantes. A ello debemos sumar sutiles y no tan sutiles formas de discriminación como: turco, judío, gringo, gallego y otras; en realidad, ¡cómo nos cuesta a los argentinos aceptar al diferente!

El individualismo... estamos enfermos de individualismo, de qué me importa el otro. Las conductas sociales actuales son de desprecio por la vida. Los accidentes de tránsito con su secuela de muerte son una constante.

Los mejores del mundo, ¿en qué? Nuestra conducta social exhibe una actitud rayana en la anarquía. Somos los campeones del no acatamiento, a todo lo que signifique normas, obligaciones y deberes; justificamos nuestros errores e incumplimientos en una Justicia que no existe a nuestra medida.

Omnipotentes para culpar o juzgar a los otros. Los culpables siempre serán los otros.

Por otra parte, un pantallazo de la Argentina muestra a ésta estratificada o diversificada en diversas corporaciones. La mayoría de las decisiones oficiales son a favor o en contra de determinados sectores, los cuales sienten que su exclusivo interés es el de todos.
La economía funciona tratando de articular estos intereses. Aunque hemos probado todos los sistemas: libertad de comercio y de todo, dirigismos varios, planificaciones varias, siempre se alza un interés invisible para imponer algo... que finalmente se impone.

Para que no haya inflación no debe haber controles y si hay controles se provoca inflación. Si los índices dan una cifra, la realidad empresaria da otra, y los precios más. Si los salarios suben hay inflación, ocultando deliberadamente la puja por la distribución y captación del ingreso; si no, también.

No hay disciplina posible. El gobierno generalmente no puede y nadie puede explicarse por qué si los precios suben más y más los empresarios se quejan por falta de rentabilidad. Aunque siempre hay excepciones.

Ricardo Sigal - Abogado - DNI 6.891.968

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