Nunca olvidemos por qué se conmemora en esta fecha precisa: un 8 de marzo de 1857, un grupo de obreras textiles tomó la decisión de protestar por las míseras condiciones en las que trabajaban. Reclamaban la igualdad salarial, la disminución de la jornada laboral a 10 horas y un tiempo para poder dar de mamar a sus hijos. Durante esa huelga, más de un centenar de mujeres murieron quemadas en una fábrica de Sirtwoot Cotton, en un incendio que se atribuyó al dueño de la fábrica como respuesta a la huelga.
Día a día, las mujeres del planeta seguimos batallando por quitar el lastre del machismo. Acostumbradas a partir desde el obstáculo, vamos enhebrando las mejores ideas para tejer una red de pensamiento diferente que apunte al respeto por la diversidad, a la reflexión sobre el propio cuerpo y a la libertad de decidir.
Sobre estos temas, hablamos con la escritora Liliana Bodoc (la guionista de nuestra fiesta vendimial). Y sobre cómo su literatura trabaja la visión de lo femenino.
“Creo que lo femenino puede percibirse en la ‘matriz de pensamiento’ de mis narradores/as. Quien tiene a su cargo contar la historia; la voz que asume la dirección del relato tiene, en mi escritura, una impronta femenina. No porque todos los narradores sean mujeres, (aunque es mujer la encargada de narrar la Saga de Los Confines), sino porque siempre es preponderante la condición de marginal de quien narra.
¿Digo que lo femenino es marginal? Entiéndase bien, digo que sin dudas no es parte del centro de poder, no es parte del núcleo conceptual que dirige nuestras sociedades. Y allí, en las orillas, se posicionan siempre mis narradores. ¡Mis narradoras!”
- ¿Sentís que manifiesta en tus libros lo suficiente tu mirada de género?
- Sin duda esa mirada ha sido creciendo en conciencia, igual que ocurrió felizmente en mi vida personal y en la vida social. Sin embargo, debo confesarlo, tengo una dura batalla estilística. ¿Cómo nombrar todo dos veces, sin que se pierda la posibilidad de narrar? Cómo decir “Había una vez unos niños y unas niñas buenos y buenas que jugaban con sus maestros y sus maestros”. He recibido, de cierto sector del feminismo, fuertes críticas por eso. Dudo, peleo, vacilo y siempre es tema de tensión a la hora de escribir.
-¿Cómo percibís hoy la presencia política y cultural de las mujeres latinoamericanas?
- La percibo creciente y luminosa. Y no hablo solo de las mujeres que, con nombre y apellido, ocupan lugares decisivos e históricamente masculinos. Me refiero también a ciertas políticas de estado que visualizan más y mejor la situación de la mujer. Además, en este sentido, soy un poco “marxista a la vieja usanza”, y sostengo que si la sociedad avanza en justicia e inclusión, en derechos y en alegría, la condición de la mujer avanza con ella.
- ¿Cuál es tu posición respecto a las luchas femeninas actuales como el derecho a decidir sobre el cuerpo/aborto?
- Creo en el derecho al aborto y lo defiendo sin alegría porque, desde luego, la situación no es feliz para nadie. Sin establecer comparaciones, puesto que se trata de situaciones muy distintas, lo asimilo a la ley de muerte digna. Es un derecho doloroso, pero derecho al fin.
- ¿Percibís el machismo en el aire?
- Lo hay, desde luego, y en todos los estratos de la vida social, cultural, económica, académica y política. No obstante, también se visualiza, en especial en las nuevas generaciones, una mirada más activa y lúcida en este sentido. Resta mucho por lograr. Los milenios no se deshacen con una ley. Mi sensación es “Falta, pero estamos caminando”
- ¿Hay un feminismo que te representa?
- Empiezo por decir que hay un feminismo que no me representa. No creo que un ser humano, por tener genitales masculinos, sea un depredador, un monstruo, un enemigo. Hay dirigentes de la militancia feminista que provienen de experiencias personales extremadamente dolorosas. Y eso suele generar, paradójicamente, intransigencia y autoritarismo.
Me representa el feminismo que abraza a todos los seres de buena voluntad, que pelea duro sin segregar de manera arbitraria, me representa el feminismo que logra superar lo traumático individual para pensarse como parte de un mundo donde convivimos personas con diversidad genérica.
- ¿Cuáles han sido, según vos, las autoras más injustamente olvidadas?
- Más que hacer una magra lista de nombres, sin más sostén que mi mala memoria, remito a trabajos metódicos y a personas que han estudiado este fenómeno y sus causas. María Teresa Andruetto, en especial. Sin dudas, la novela fue un género donde la presencia femenina demoró en entrar. Casos hay de mujeres que debieron apelar a un seudónimo masculino para ser editadas. ¿Por qué? Porque la novela fue considerada género más racional y menos sensible, más analítico y erudito en comparación con la poesía. El siglo XIX, tan luminoso y racional, fue también muy machista.
- ¿Cuál fue tu experiencia al dar una charla en la cárcel de mujeres?
- Fue una experiencia ardua, donde los sentimientos se juntaron y se discutieron. ¿Qué estoy cambiando, en verdad, con esta poesía que leo frente a tanto dolor' ¿Cómo se encara esta encrucijada social? ¿Por dónde empezamos? ¿Quién abraza a estas mujeres? Yo llego, leo y me voy. ¿Y ellas? ¿Quién las espera?
- ¿Qué pensás de la tradición de las "reinas" (vendimiales), por ejemplo?
- La monarquía no me cae bien, ni la verdadera ni la ficcional. Lo tremendo es que esto se ha transformado en un sueño para muchas chicas. Recurrir a la prohibición ¡Usted no va a ser reina y se acabó! podría ser discutible. Lo deseable sería que no hubiera postulantes para esas coronas. La realidad es bien distinta. Ahora, ¿hay algo que podamos hacer en el “mientras tanto”? Mi posición estará sintetizada en dos o tres oraciones durante la Fiesta de la Vendimia.