Lila Downs en el Bustelo: 1.800 mendocinos la ovacionaron

Un paseo vibrante por lo que fue la presencia de esta gran artista en la provincia. Contado en primera persona. ¿Te lo perdiste?

Lila Downs en el Bustelo: 1.800 mendocinos la ovacionaron

La noche terminó con ella, Lila Downs, casi recostada en el escenario, acercándose a los mendocinos que le regalaban libros, colgantitos, cartas. 
Mirando a los ojos a cada uno, al filo del escenario, estrechaba las manos de una audiencia que se agolpó, con respeto, lo más cerca posible de la banda. Es como si ella, la señora del vestido florido y la voz del cielo, estuviese más agradecida, incluso, que aquellos (nosotros) que vieron (vimos) un show de esos que no se olvidan fácilmente.

Había pasado una hora y media, 18 temas y la sensación de que la música de Downs, surge desde los profundo del continente.

No es fusión porque sí, porque alguna vez estuvo más o menos de moda conjugar ritmos folclóricos, rockeros y letras con compromiso social. La música de Lila Downs es así, serpenteante, hipnótica, tremendamente festiva y a la vez mordaz, por una sencilla razón. Por sinceridad. Porque Latinoamérica lo es.
Don't let me Downs

En el Bustelo, en punto, a las 21.30, Lila se paró frente a un micrófono anudado con flores, delante de una pantalla gigante, y escoltada por la agrupación de músicos La Misteriosa (que dirige su marido, el compositor y saxofonista estadounidense Paul Cohen), a la que ella optó por presentar, sencillamente, como “Mi familia”.

La cantante que se crió entre México y Estados Unidos, repasó temas como “Una cruz de madera”, “Balas y chocolate” (que da nombre a su último disco) y “Viene la muerte”, puntos altos de la primera parte del recital, con una felicidad que contagiaba al público. Felicidad que se notaba en sus cualidades vocales, en sus gestos y por sobre todo en su cuerpo. No paró de bailar, porque se sabe, esta música se canta, se grita, se baila. Y también se siente bien hondo.

Cómo explicar, si no, las reacciones, y las expresiones de la platea ante quizá el tema más glorioso de la velada "Cucurrucucú Paloma", en un arreglo muy rítmico, pero que igual se robó varias lágrimas entre los presentes. Ella, como Caetano, como Mercedes Sosa, canta los clásicos maravillosamente. Y los vuelve más grandes aún.

"Son de difuntos", “La Iguana”, y la festejadísima “Cumbia del mole”, cerraron una noche intensa, de la mano de la antropóloga con más onda del mundo. “Gracias por querer la canción comprometida. Gracias por invitarnos”, se despidió, bajito. Todo lo demás, se había dicho bien alto.

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