Lo que aquí relato no tiene que ver con una exégesis de la Ley de Tránsito provincial sino con esos lugares de trámite; muchedumbre, hombres, mujeres, jóvenes y viejos; papeles, fotocopias, aranceles, colas para un lado y para el otro, certificados y una prueba de aptitud para manejar.
Horas y más horas... y nerviosismo. Vuelva mañana, pasado o la semana que viene. Tensión, casi sufrimiento... ¿para qué? ¿qué se mide? ¿la capacidad para siniestrar?
Estadísticamente son los jóvenes al volante los que producen la mayor cantidad de accidentes con resultados fatales. Sin embargo, los humillados son los mayores.
Una escuela de manejo debidamente autorizada que emite un certificado de aptitud evitaría todo lo anteriormente expresado. Sucede en varios países del mundo.
Ricardo Sigal - DNI 6.891.968