Se ha aprobado la nueva Ley de Tránsito con algunas confirmaciones y algunos agregados que tienden a que los mendocinos no descendamos en los números del censo. Describir el tránsito en Mendoza es como describir un plato de fideos cabellos de ángel. Tanto es el despelote que genera.
No es solo propiedad de Mendoza, ocurre en muchos lugares del país. Leía hace unas horas sobre el abarrotamiento de los subtes que había ocurrido en Buenos Aires porque arriba, en la superficie, había marchas de protestas (parece que las hay todos los días) y transitar con el auto por la superficie era más difícil que rascarse la nariz con el talón.
Cada vez hay más autos y las calles no se estiran, no se ensanchan, no se alargan, entonces es como meter quinientos fósforos en una caja para contener cien. Cuesta.
Y así como aumenta el tránsito, también aumentan las transgresiones y entonces, lamentablemente, los accidentes viales son cada vez más numerosos y son cada vez más numerosas las víctimas.
La nueva ley atiende, o pretende atender, a todo lo que sea vehículo, incluyendo a las bicicletas. Como dijimos, hay algunas novedades que aporta la tecnología, como por ejemplo el uso de los teléfonos celulares en el instante en que uno está manejando.
Yo le hubiese agregado algunas cuestiones que tienen que ver con el tema y que tienden a favorecer el tránsito normal, prolijo, cuidado, cuestiones simples, como por ejemplo no manejar resfriado porque un estornudo impide la visión por unas décimas de segundo, que es lo que necesita un paragolpes para incrustarse en la guantera del auto que va adelante.
También implementaría las siguientes indicaciones: Que las mujeres no se pinten los labios en el espejo del auto mientras están andando y mucho menos en el espejo de afuera de la ventanilla; que se den cursos especiales para insultar a la madre del que se topetó con uno en el Centro sin faltarle el respeto…, a la madre; enseñar qué lado es el derecho y qué lado es el izquierdo porque hay muchos que siguen poniendo la luz de giro a la izquierda y doblan a la derecha; antes de iniciar cualquier travesía automotriz, rezarle algún Padrenuestro a la llave cruz.
En este mismo tren de mejorar las cosas se debería prohibir que el conductor tome mate, a no ser que el acompañante le sostenga el mate y él solo tenga que chupar. Chupar mate no trae maleficios, pero chupar otras cosas sí. Ni hablemos de los niveles de alcoholemia que se detectan en algunos conductores porque nos va a dar mareo aunque no tengamos alcoholemia.
Sería conveniente, de todos modos, instituir un personaje nuevo en este panorama: el delivery de conducción. Si van a una fiesta cuatro amigos con ánimo de libación extremo y en la fiesta se chupan hasta el agua de las macetas con menta y todo, que ninguno de ellos maneje de vuelta. Se llama entonces a un número de teléfono determinado y simplemente se dice: "Venga un conductor a llevar a una sarta de mamaos que va a encontrar amontonados en la puerta de salida del boliche tal". Se lo espera al susodicho, se le da la llave del auto y que los otros canten "tómese una copa, una copa de vino". Ahora si el que viene a rescatarlos llega de otra farra mejor que se queden todos a dormir los cinco en el boliche. En casos extremos de alcoholemia se recomienda usar dos extintores de incendio, uno para el auto y otro para el conductor.
También sería conveniente, antes de cualquier travesía, buscar en la guía el teléfono del señor Salvador Precaución e invitarlo a andar todos los días como acompañante.