Parece un déjà vu. Independiente Rivadavia vuelve a vivir lo mismo en cada inicio de temporada. Empieza bien el juego, con actitud, entrega y protagonismo, pero termina yéndose frustrado al ver el adverso marcador final. Le ha pasado en incontables ocasiones y el viernes, en Jujuy, no fue la excepción.
Ante el Gimnasia y Esgrima de Sebastián Méndez, la Lepra mostró cosas interesantes, aunque otras que para nada lo fueron en la derrota por la mínima a poco del final. Repasemos.
*Fue buena la actitud en líneas generales. Hubo otra entrega si comparamos a este equipo con aquel combinado abúlico del último torneo. Se plantó de igual a igual, marcó presencia en el mediocampo y generó algunas situaciones de peligro. Pocas, pero generó. Una deuda será trabajar más el campo productivo.
*Buen rendimiento de los refuerzos. El trabajo de Servio fue superlativo, pero Dolci anduvo muy bien en la marca y los relevos. Mucho despliegue del volante. Micheli, Sanfilippo y Pereyra aportaron lo suyo y dejaron entrever que su performance irá de menor a mayor. Imperiale jugó poco hasta la lesión (rodilla). Minich y Torres tuvieron escasos minutos en cancha.
*A Independiente le jugaron en contra las desatenciones en momentos clave, y en este punto vamos a hacer hincapié en el sector defensivo. Hubo fallas de coordinación entre Micheli y Silva. Modón fue superado en varias ocasiones por el sector derecho. Cardozo, que ingresó desde el banco, no gravitó en la mitad. El colombiano Luis Peralta cabeceó muy solo en el gol del Lobo.
Más allá del 1-0 final y de la bronca con la que se retiró el plantel del estadio 23 de Agosto, hay que remarcar que la Lepra no fue ampliamente superada y que cayó por una falencia evitable. ¿Fue justa la derrota? Sí. ¿Inmerecida? Tal vez. Lo bueno es que hay tiempo para corregir los errores y una chance rápida de dar vuelta la página, el próximo fin de semana frente a Estudiantes de San Luis.
