Leonardo Ficcardi : con el éxito como premisa

En sus primeros años de facultad se asoció con Víctor Boldrini y juntos poseen un estudio de diseño de enorme prestigio. Han desarrollado más de 5.000 ideas para etiquetas de vinos y sus diseños recorren el mundo. Además, desde hace varios años es uno de

Leonardo Ficcardi : con el éxito como premisa
Leonardo Ficcardi : con el éxito como premisa

Leonardo Ficcardi (44), más conocido como “Gato”, es una de las figuras rutilantes del diseño de nuestra provincia. A lo largo de los años, su estudio Boldrini & Ficcardi se ha convertido en una de las empresas más destacadas en el rubro de la imagen.

Ficcardi nos recibe en su oficina para contarnos su gran aporte a la historia del diseño en nuestra provincia.

-¿Desde chico tuviste relación con lo visual?

-Sí, totalmente. No tenía una marcada orientación artística pero sí dibujaba... era una de mis inquietudes. Además me interesaban muchos los objetos visuales  como las cámaras de fotos y las filmadoras.

-¿Tenías claro qué ibas a estudiar en ese momento?

-Lo visual me gustaba mucho y en contraposición a eso había ido un par de veces a operar con mi padre, que es cirujano infantil. Él, casi desde primer año del secundario, solía preguntarme si ya había decidido qué iba a estudiar. Las veces que estuve en quirófano fueron casi a mis quince años. Estuve en sala de cirugía y de alguna manera como asistente. Pero no me apasionó, me pareció algo súper complejo.

-¿Mientras tanto seguías desarrollando la otra veta?

-En la secundaria copiaba los logos y las tapas de los discos que me gustaban con lapicera y papel. Tenía claro que me gustaba dibujar, pero no que podía estudiar algo relacionado a eso. Recién en quinto año de la secundaria opté por hacer un curso de dibujo con el maestro Luis Ciceri (NDR: gran dibujante de nuestra provincia) porque quería aprender más.

Eso me terminó de enganchar con el dibujo pero tampoco quería estudiar arte. Siempre tuve una visión más comercial de las cosas. Un día fui y me inscribí en la facultad de Diseño. La verdad es que fue casi sin saber lo que era (risas).

-¿Mucha gente estudiaba diseño?

-Sí, bastante. Eramos más de 140 inscriptos en primer año. Cursábamos diseño industrial y diseño gráfico.

-¿Te gustó la carrera rápidamente?

-Sí, sí, claro.

-¿Empezaste a trabajar al poco tiempo  de cursar?

-En tercer año de la facultad ya estudiaba junto a “Pupo” Boldrini, quien hoy es mi socio. Un amigo en común que ya trabajaba y era más grande, nos ofreció hacer unas etiquetas para un cliente. Era una línea de aceitunas rellenas. Fue nuestro primer trabajo profesional, lo hicimos en 1991.

-¿Ése fue el gran disparador?

-Para la época fue algo muy bueno. Principalmente porque fue un trabajo que cobramos. También porque para realizarlo tuvimos que presentar distintas alternativas de diseño, generar una marca y, sobre todo, porque se imprimió y se vendió. En ese momento no era fácil tener un proyecto en la calle. Además no había computadoras. Se hacía todo a mano. Fue algo muy importante para dos chicos que recién estaban empezando a estudiar.

-¿Qué te decía la gente cuando le contabas que estabas estudiando diseño?

-Que me iba a morir de hambre (risas). Además me preguntaban qué era el diseño realmente. Los que más me ayudaron fueron mis padres. Siempre me empujaron a hacer bien la carrera.

-En ese momento tampoco debe haber sido fácil conseguir clientes...

-No, para nada. Pero a partir del proyecto de la marca de aceitunas empezamos a juntarnos para hacer más trabajos profesionales. Hacíamos folletos o cosas de ese estilo. Un día un amigo que trabajaba en una bodega (Flavio Senetiner) nos pidió hacer un cartoncito para promocionar el precio de unas damajuanas que tenía su tío para vender. Ése fue como nuestro comienzo en el mundo del vino. Eso fue en 1991 aproximadamente.

-¿Eso gestó la relación que hoy tienen con el mundo del vino?

-Fue algo paulatino. Después del cartelito para las damajuanas desarrollamos unas etiquetas para bodega Santa Isabel  y así fueron surgiendo trabajos. Al tiempo de eso nos llamaron para hacer toda la imagen de bodega Viniterra; eso fue en 1998. Fue un trabajo muy exitoso porque tuvo mucha prensa y muy buena imagen. Nuestros diseños empezaron a ser publicado en todas las revistas especializadas de vinos. A partir de ahí empezaron a llamarnos desde otras bodegas.

-¿Tenés idea de cuántas etiquetas han diseñado desde esa época hasta hoy?

-Hemos hecho por lo menos 5.000 etiquetas para unas entre 200 y 300 bodegas. Han sido muchos años de trabajo.

-¿Sos un convencido de que la imagen es lo que vende al vino en la góndola?

-Soy un convencido de que eso es lo que lo vende la primera vez. Más de 50% de la gente que compra un vino por primera vez lo hace por su etiqueta. Eso está comprobado. Un consumidor en Mendoza muchas veces elige algún vino que conoce. Pero cuando sale del país y por ejemplo tiene que elegir un whisky en Inglaterra o una botella de sake en Japón, seguramente se va a decidir por la etiqueta que le parezca más agradable.

-¿Trabajan con otras bebidas además del vino?

-El vino nos hizo ir teniendo contacto con distintas empresas de bebidas. Fuimos abriendo el panorama hacia el vodka, los licores, el sake, la cerveza, el agua mineral y el aceite de oliva, sólo por nombrar algunos ejemplos. Por supuesto, el hecho de que las bodegas argentinas comenzaran a exportar y el mundo se interesara por los vinos de nuestro país y su imagen, generó que empezáramos a tener clientes de otros países.

El disc jockey

-¿Cómo empezaste a ser disc jockey?

-En un principio era mi alter ego, pero ya es ego puro (risas). Todo comenzó en 1996 cuando invitamos a dar una charla a un diseñador que se llama Alejandro Ros. Y él, en lugar de dar la charla, me pidió poner música sobre las imágenes, porque le daba vergüenza hablar. Y la música que trajo me encantó. Entonces me contó de dónde era y yo, por supuesto, anoté todo.

Al poco tiempo empecé a comprar toda esa música. Era música ambient house y otros géneros. Después de eso pedí a los dueños de “A Peteco” que me dejaran poner música un día. Me dejaron hacerlo un martes, que era el día que no iba nadie (risas de nuevo). Eso fue en 1998, creo. Y  empezó a ir gente. Unos amigos hacían sushi, yo ponía música y se armó una linda movida.

-¿Siempre te gustó la música?

-Sí, de hecho de chiquito ya era disc jockey en las fiestitas de la secundaria con dos amigos.

-¿Qué es hoy la música para vos?

-Es una actividad que se complementa perfectamente con el diseño. Actualmente, toco todos los fines de semana en distintos lugares. Es una actividad complementaria pero muy desarrollada. Es algo donde nunca quise llegar a nada. En el diseño siempre tuve trazados mis objetivos profesionales pero con la música mi única pretensión es “tocar”, en distintos lugares, todos los fines de semana. Y la verdad es que hay mil noches malas por una buena. Pero esa noche buena es un placer.

-¿Qué tipo de música ponés?

-Siempre mantuve mi estilo y creo que eso está bueno. Pongo house y tech house. Sobre todo pongo música bailable y audible.

-Cuando empezaste a estudiar diseño ¿soñaste que podías llegar al lugar en el que estás hoy?

-No, nunca. Creo que como decía Steve Jobs los puntos se unen hacia atrás. Sí puedo decir que cada ítem o cada decisión fue tomada en forma pasional pero nunca evalué la posibilidad de que no me fuera bien en el diseño.

-¿Qué es lo que más disfrutás de tu día a día?

-Mi trabajo en el estudio de diseño es muy disfrutable. Tenemos una manera de hacer las cosas, un horario, un entorno y un tipo de clientes muy agradable. Proyectar y trabajar en equipo son cosas disfrutables. También disfruto de salir a poner música.

Estar con mi hija es otra cosa que me gusta muchísimo. La verdad es que no tengo una rutina estricta en mi vida. No me levanto temprano. Me gusta mucho salir a comer y escuchar música o ir a eventos para ver arte. No tener horarios o rutinas establecidas y tampoco jefes, es algo que me gusta.

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