El papel que cumple la Iglesia a favor de los pobres es intachable y responde a los preceptos evangélicos que la institución está obligada a cumplir y promover. En nuestro país, la colecta anual de Cáritas Argentina es un muy buen ejemplo de la invitación a los fieles y a los ciudadanos en general, porque los voluntarios también recorren con sus alcancías los espacios públicos, a realizar donaciones tendientes a volcar en los más humildes una ayuda que contribuya a aliviar la delicada situación que viven.
Siempre se ha indicado que es la Iglesia una de las organizaciones que mejor puede diagnosticar la situación social en el país. Sus sacerdotes y colaboradores laicos cubren prácticamente todo el territorio nacional y es por ello que cada advertencia o mensaje, generalmente a través de los obispos, referido a las carencias sociales y económicas de determinados sectores de la población, debe ser tenida en cuenta por las autoridades nacionales y de las provincias.
Por otro lado, la prédica del diálogo y el consenso son bases en las que siempre se basa la Iglesia para buscar soluciones políticas a las demandas que percibe en su diario peregrinar por ciudades y pueblos de todo el país. Esa fue una de las características que impuso a comienzos de este siglo el por entonces cardenal Jorge Bergoglio ante la crítica situación institucional, económica y social que vivía la Argentina; buscar soluciones a través de la discusión de ideas para sobreponerse a la violencia callejera siempre al acecho, era la gran prioridad.
Bergoglio, hoy al frente de la Iglesia en su función como Papa Francisco, no ha dejado de aconsejar dicha metodología basada en el diálogo a cuanto representante del Episcopado argentino que lo ha visitado en estos años en el Vaticano.
Por ello no pasaron inadvertidas las palabras pronunciadas recientemente por el arzobispo de Salta, monseñor Mario Cargnello, que con motivo de la presencia del presidente Mauricio Macri y su esposa en una festividad religiosa muy arraigada en esa provincia recriminó en público, y sin ninguna necesidad, al jefe del Ejecutivo Nacional. Micrófono en mano, el prelado le dijo a Macri, entre otros conceptos: “Mauricio, llévate el rostro de los pobres”, luego de recordarle su promesa electoral de buscar como una de las metas de su gobierno la denominada pobreza cero.
No se recuerda en el país que anteriormente un obispo haya tomado un micrófono para criticar una acción de gobierno en presencia del funcionario destinatario de la crítica.
La actitud del arzobispo salteño fue desde todo punto de vista inapropiada, con más razón por haber violentado la investidura presidencial y haber opacado, en parte, la solemnidad del acto religioso llevado a cabo. Con su proceder, monseñor Cargnello también pareció avalar la crítica previa de algunos sacerdotes de la diócesis norteña que se expresaron en contra de la visita de Macri. Una actitud desconcertante, por otra parte, cuando se transita un prolongado tiempo electoral.
Además, cabe consignar que la pobreza, un drama nacional de varias décadas y una de las grandes deudas de la dirigencia política en general, no distingue identificaciones partidarias. Se trata de un flagelo que ha venido aumentando en democracia con los años y que no pudo ser atenuada por ningun sector político en los diferentes períodos constitucionales.
Es de esperar que esta desafortunada apreciación de un obispo argentino sea sólo una acción aislada, para que la labor de la Iglesia argentina en su vínculo estrecho con las clases más necesitadas no se mezcle con las pasiones partidarias, que muchas veces no permiten distinguir el camino a recorrer para gobernar con soluciones.