En nuestro reciente artículo editorial con motivo de la celebración del 25 de Mayo, expresábamos el deseo de que se pudiesen superar definitivamente las diferencias internas entre los argentinos, desde hace décadas casi irreconciliables especialmente en lo político, como una forma de encauzar al país hacia el espíritu fundacional que motivó a aquellos próceres revolucionarios, que supieron unir ideas en muchos casos distantes entre sus principales referentes.
También decíamos que los héroes de Mayo son el modelo a seguir para entender que sólo con unidad de objetivos se puede trazar un derrotero que conduzca a un destino cierto, más allá de los vaivenes lógicos que la política y la economía suelen provocar en un mundo cada vez más globalizado.
Justamente, la jornada conmemorativa del viernes volvió a mostrar una Argentina profundamente dividida. Protestas que en varios puntos del país se registraron contra las políticas del gobierno nacional opacaron en alguna medida la conmemoración y reflejaron el clima de irritación que domina la escena política y social.
Bajo el lema de que la “Patria está en peligro”, los sectores gremiales más combativos, personalidades del ambiente artístico, organizaciones de derechos humanos y representaciones del kirchnerismo organizaron un acto en Buenos Aires para proclamar su rechazo a la decisión del presidente Macri de recurrir al Fondo Monetario Internacional para hacer frente a la inestabilidad económica originada en la crisis cambiaria reciente. En general, hubo fuerte repudio a los aspectos centrales de la gestión del gobierno nacional, tanto en lo económico como en lo relacionado con lo laboral y tarifario.
En la misma línea se expresó públicamente la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que catalogó a Macri y su equipo de gobierno de “traidores a la Patria” por el hecho de haber solicitado la asistencia del FMI. Una desacomodada reacción de quien aún debe defender ante la Justicia una acusación similar tras haber sido imputada de encubrir durante su gobierno a los iraníes involucrados con el trágico atentado a la AMIA de julio de 1994.
Sería oportuno que algunos dirigentes políticos y sociales de nuestro país repasaran lo que la legislación penal vigente considera como disparador para la calificación de traición a la Patria por parte de una persona o miembros de un gobierno.
En medio de la tensión reinante, el jefe de Gabinete de la Nación, Marcos Peña, destacó, tras participar de uno de los actos conmemorativos de la gesta de 1810, el hecho de poder celebrar la fiesta patria en una jornada “en paz a pesar del disenso” y pretendió hacer un llamado a la búsqueda de acuerdos políticos indispensables que garanticen gobernabilidad y estabilidad institucional.
Es oportuno reiterar que la Argentina requiere una democracia sólida, seria, alejada de oportunismos políticos y populismos. No es posible que se siga considerando que en nuestro país hay partidos o dirigentes sólo aptos para gobernar y otros simplemente destinados al rol de opositores. Eso conduce a un sistema enclenque, siempre al borde de la tentación autoritaria y del enquistamiento en el poder.