Insignia del buen juego y querido por todos los amantes del fútbol. Ídolo y símbolo de Gimnasia, se convirtió en su emblema. Podríamos estar hablando del primer caso comprobado de licantropía, el hombre-lobo mendocino.
Generalmente las leyendas se alimentan del tiempo y la fantasía, toman forma a medida que se alejan de los hechos que alguna vez pudieron suceder, pero no siempre es así, hay algunas excepciones, como los casos en que la leyenda precede al hombre.
Las hazañas futbolísticas de Legrotaglie son de público conocimiento, su fama le precede y lo agiganta. Para quienes no tuvimos la suerte de verlo pisar el césped, no hay videos que puedan ayudarnos, sólo el relato cargado de nostalgia de quienes fueron testigos de las andanzas del Víctor y sus compadres.
Las leyendas no necesitan pruebas que las fundamenten, son los mismos que las cuentan quienes las sostienen. En algunos casos el relato roza con lo increíble, lo fantástico o inverosímil, pero ha prevalecido al punto de convertirse en leyenda.
Para los más jóvenes diremos que la precisión del Víctor ha sido inigualable, a la fecha mantiene el récord de goles olímpicos: hizo doce. También convirtió sesenta y cuatro de tiro libre, dicen que él inventó el modo de “pegarle” a la pelota para que haga “comba”. Son muchas las anécdotas, como la vez que el árbitro le pidió que dejaran de tocar porque la gente se iba a enloquecer –esa tarde Gimnasia goleó al San Lorenzo de “Los Matadores” en el Viejo Gasómetro 5 a 2- cuentan que los plateístas rompían sus carnets de socio y los tiraban a la cancha. O la vez que en Tucumán los simpatizantes locales se impacientaban por el modo de juego –tocaban y tocaban sin que los rivales pudieran sacarles la pelota- y empezaron a tirar naranjas a los jugadores, estaban muy enojados, pero el Víctor levantó una y empezó a hacer jueguitos durante un rato para luego devolvérsela de taco a quién la había arrojado. Todos comenzaron a aplaudir y a vitorear al Víctor, de este modo el partido pudo continuar.
Hablamos de este estilo de epopeyas, cosas difíciles de creer a ciegas, pero para quienes no lo vimos, no nos queda otra que atenernos a esos relatos que nos cuentan los que sí pudieron. Incluso dicen que jugaba mejor que Maradona.
No hay videos que den fe de todo esto, apenas algunas crónicas en los diarios, algunas fotos y revistas (tres veces tapa de El Gráfico). Recientemente se editó en libro una investigación periodística que compila detalles sobre la vida de Legrotaglie. Pero verlo, lo que se dice verlo, mi generación y las que siguen, se lo perdieron. No lo vamos a encontrar en Youtube, ni tampoco entre los jugadores que se eligen en la Play. A nosotros nos queda la leyenda.
Por suerte, El Víctor es una leyenda con la que hoy uno se puede tomar un café y saber de primera fuente, qué significa ser el ícono máximo del fútbol mendocino.
- Víctor ¿Cómo se le puede explicar a los más chicos la clase de jugador que fue usted?
- Cada vez que voy a la cancha a ver un partido estoy un rato sacándome fotos con la gente, y no sólo en la de Gimnasia, en cualquier cancha que voy, la gente me quiere mucho, yo siempre fui muy respetuoso del cariño de la gente.
Si hubiera estado la televisión… (suspira). Yo hice 12 goles olímpicos, el otro día mi nieto me mostró un listado de un ranking, parece que tengo el récord. Hice 64 goles de tiro libre, me ponían de a 6 o 7 jugadores en la barrera, ya me conocían los de los otros equipos, a veces hasta ponían 8. Una vez, en Jujuy, había un tiro libre y yo la chanflié por arriba de la barrera y el arquero nunca se enteró, los compañeros le decían "chango ¿No ves la pelota?" pero ya estaba adentro.
A mí me vinieron a buscar del Real Madrid, del Ínter, del Cosmos (con Di Stéfano, Pelé y Beckenbauer). Cuando vinieron del Real de Madrid me acuerdo que vino el cónsul de España y me regaló su reloj de oro: "Tú ya eres jugador del real" me decía. Otra vez llegarón con unas valijas que estaban llenas de plata, querían que me fuera a otro club.
- ¿Y cómo hacía para decirles que no?
- Y … yo tenía todo acá, la patrona, los amigos… Imaginate si la gente me pide fotos ahora, cómo sería cuando jugaba, entonces eso es lindo ¡Qué me iban a hablar de irme! Mi vida ha sido extraordinaria acá.
- ¿Qué te puede sorprender? Yo me emociono con el cariño de la gente, he sido muy feliz, no me arrepiento de no haber ido ahí, te lo digo de corazón, la gente conmigo ha sido extraordinaria.
- Cuénteme cómo hizo para meter 12 goles olímpicos y tantos de tiro libre.
- Yo de pibe me quedaba toda la tarde en la canchita de enfrente de mi casa tirándole a los palos hasta pegarle. Al principio de diez tiros que tiraba le pegaba uno, después dos, después cuatro y al final le pegaba los diez. Me pasaba las tardes enteras pateando, jugando, entonces uno va agarrando maña, cada vez más hasta que salía como yo quería.
Cuando era jugador las cosas eran distintas, nosotros llegábamos antes a los entrenamientos y empezábamos a jugar al fútbol cortado, cinco contra cinco por la coca, practicábamos jugando. De ahí nos íbamos a la práctica a entrenar.
- También hay muchas historias que hablan de sus andanzas… ¿Es verdad que llegaba con una orquesta al camarín?
- Sí, en los nacionales, tres años invictos estuvimos. Yo llegaba de traje y con la orquesta de los hermanos Rosales con contrabajo y bandoneón entrabamos al camarín, me subía a la camilla y me ponía a bailar y todos cantaban: "Hoy Mendoza está de fiesta, vino el Víctor con su orquesta". No eran payasadas, era una fuerza anímica importante, nosotros éramos punteros y jugábamos a cancha llena. Una vez jugábamos con River, yo quería distender a mis compañeros, para que jugáramos tranquilos, y llegué con la orquesta. La alegría es lo importante, hay que transmitir eso a los compañeros,
- ¿Le parece que ha cambiado mucho el fútbol?
- Antes el técnico era un compañero y uno se hacía amigo. El fútbol ha cambiado tanto… (hace una pausa) Ahora empiezan los lunes con las charlas técnicas, siguen el martes, el miércoles, el jueves… todo el día les hablan, ¿Tan difícil es? hay que darle la libertad a los jugadores. Hoy todo es orden, máquinas, ejercicios… así no se juega. Los jugadores necesitan espacio en el bocho para jugar. Nosotros queremos ver el fútbol lindo, a la larga tiene que imponerse el buen trato de la pelota. Cuando yo dirigí Gimnasia había un pizarrón en el camarín, un día me fui a una escuela del barrio San Martín y lo doné. Se me armó un quilombo bárbaro en el club, pero después les expliqué: el fútbol es práctico ¿Qué quieren ustedes? ¿Diagramar qué? Eso es para los profesores, yo soy maestro pero del fútbol, de la fantasía y los que juegan son los jugadores. Ahora juegan todo matemáticamente, es todo ordenando, muy estructurado. Yo creo que a los creadores hay que darles espacio ¿Qué les vas a explicar?