Los grandes enólogos aseguran que el Malbec de Mendoza es uno de los mejores del mundo. Como todos esos vinos, a medida que son más añejos son más buenos.
En este caso, Mendoza no solo tiene uno de los mejores vinos, sino que tiene uno de los mayores ídolos urbanos del la historia.
Víctor Antonio Legrotaglie es, sin duda, uno de los íconos del fútbol mendocino y es tan cercano a la gente que sorprende. Es que lejos de resguardarse del cariño de la gente, el Víctor se acerca al público, se saca fotos, da notas y hasta se presta a una producción al aire libre en un día lluvioso.
Su elegancia y prestancia dentro de una cancha hizo que grandes del mundo, del continente y del país quisieran tenerlo entre sus filas… pero él siempre eligió Mendoza o mejor dicho Gimnasia e hizo de su estadio, su casa.
El "Maestro" pudo jugar con Pelé y Franz Beckenbauer en el Cosmos, en el Real Madrid o en River, pero su amor por el Lobo hizo que sólo tuviera "salidas transitorias" a otros equipos como el Chacarita Juniors campeón en 1959, a Independiente Rivadavia para jugar un Nacional, Atlético Argentino, Atlético de la Juventud Alianza de San Juan, Américo Tesorieri de La Rioja y la Selección de Mendoza.
Pasó de romperla en los campeonatos de la Liga Lasherina a descorserla ante miles de personas que iban a verlo a él y a su ballet uniformados de pantalones cortos y camisetas.
“Yo no hice divisiones inferiores, jugué directamente en Primera”, cuenta el Víctor cuando regresaba de la nota en el medio del cronista y el camarógrafo. “Cuando veía que no me iban a poner, me iba a la m...”, asegura risueño.
Legrotaglie era eso, picardía en su máxima potencia y eso lo llevó a la cancha: “Una vez, contra Gutiérrez, tiramos como 20 tiros libres afuera, algo que nunca pasaba con ese equipo... es que con el ‘Cachorro’ Aceituno habíamos apostado quien le pegaba al fotógrafo que estaba detrás del arco”.
En medio de la charla asegura tener el patio más grande de todos, ya que la cancha de Gimnasia lleva su nombre: “Esta es mi casa, acá paso mucho tiempo y fue uno de los lugares donde fui más feliz”, señala.
Dueño de una zurda prodigiosa, Legrotaglie asegura que había jugadores de aquella época que se molestaban porque en el diario Los Andes siempre era elegido como la figura del partido.
“Vos estás acomodado con los periodistas”, me decían.
Justamente, Los Andes acompañó esta crecimiento de Legrotaglie en el fútbol y eso significaba un orgullo para el zurdo: “Para mí significó mucho aparecer en las páginas del diario Los Andes porque te daba prestigio, era una emoción. En aquella época no era fácil salir en el diario y por suerte yo aparecía seguido. La gente de mi época aprendía a leer con el diario”, comenta sonriente.
Su amor por el fútbol de Mendoza hizo que dejara de lado grandes ofertas: “El fútbol de Mendoza es lo más lindo que hay, a mí me encanta. Nunca me pude alejar por ese amor que le tenía a la provincia porque acá ganaba muy bien y tenía a mi familia. A mí me buscaron de todo el mundo para ir a jugar, pero nunca me quise ir porque Mendoza me trató como nadie, además acá tenía lo que en otros lados nunca iba a tener: el respeto y el cariño de toda la gente del fútbol, por encima de los colores. Ni hablar de Gimnasia que fue mi casa. No me arrepiento de haberme quedado acá y haberle dicho que no al Real Madrid, al Cosmos o a River”, asegura orgulloso.
En esa época a Mendoza se le caían los ídolos de los bolsillos como Nicolino Locche o Ernesto Contreras y, como no podía ser de otra manera, se reunían en los cafetines del centro mendocino: “Cada tanto nos juntábamos con Nicolino Locche y el ‘Negro’ Contreras y siempre les decía que no iba a salir más con ellos porque la gente los saludaba más a ellos que a mí. Una vez ‘Nicolo’ (sic) nos invitó a una pelea en el Luna Park y mientras el rival intentaba pegarle, él nos miraba por arriba del hombro y nos hacía guiñadas y se reía”, confiesa.
La rapidez mental es una de sus grandes cualidades y hasta lo utilizó cuando fue director técnico de Huracán: "Era DT de Huracán y jugamos en la cancha de San Martín y en un contragolpe nos agarraron mal parados y uno de ellos se iba solo contra el arco y salté del banco, le quité la pelota y le hice una gambeta. Ese día nos salvó la hinchada de Huracán, porque los de San Martín nos querían matar", cuenta con una pasión que no sería creíble si no fue-ra porque salió en las páginas de Los Andes.
Legrotaglie entiende el fútbol como se lo enseñaron: simple. Por eso no comparte tantos pizarrones, videos o sistemas tácticos y defiende la imaginación y la gambeta espontánea: “El fútbol cambió mucho, ahora hay mucho pizarrones. El fútbol es más práctico y hay que trabajarlo más adentro de la cancha que en los vestuarios con videos, antes había grandes jugadores que eran humildes y sacrificados, siempre me la daban redonda para que yo pudiera jugar”, asegura.
La gratitud que tiene el hincha del Lobo y la dirigencia llegó al punto que el estadio mensana lleva su nombre. El Víctor cuenta que cuando le dijeron que el estadio sería bautizado de esa manera no les creyó: “La verdad que el día que me dijeron que le iban a poner mi nombre a la cancha no les creí, cuando hicieron la inauguración me dio una emoción de la que me costó recuperarme”, cuenta y todavía se emociona.
Eso lo fidelizó aún más con el club, al punto que Legrotaglie entra y sale a la hora que quiere de la institución, donde además ya le están organizando una cena por uno de sus tantos aniversarios.
“Estoy comprometido con Gimnasia porque desde la mañana que estoy en el club, hablando con los jugadores y con los dirigentes. La verdad es que para mí, Gimnasia es una pasión. Gimnasia tiene un lindo equipo y un gran entrenador, por eso creo que vamos a lograr el tan merecido ascenso”, cerró.
50 años de fútbol, 50 años de gambetas que cambiaron la forma de ver un partido. Todo eso fue, es y será Víctor Legrotaglie para Mendoza. La verdad es que los mendocinos tendríamos que tomar conciencia de lo que tenemos y de lo que generó este zurdo para toda una provincia.