Lecturas a 25 años de la caída del Muro

El aniversario por el cuarto de siglo transcurrido mostró regocijo y provocó advertencias por parte de distintas personalidades sobre riesgos de nuevas divisiones nacidas del autoritarismo. Nuestro país no está exento de esos peligros.

Lecturas a 25 años de la caída del Muro

Se cumplieron 25 años de la caída del Muro de Berlín, uno de los hechos históricos más significativos en la lucha de los pueblos por el imperio de la libertad y la dignidad humana. La eliminación de esa muralla infame no sólo marcó el comienzo del derrumbe del comunismo en el mundo sino que trazó un camino sin retorno para sistemas políticos sustentados en el autoritarismo y el sometimiento de la gente.

Sistemas que aún hoy se resisten a dejar la escena, como nos muestra la realidad en distintos países con diferentes matices y realidades, pero a los que la sustentabilidad basada en el respaldo popular les resulta cada vez más lejana.

Aquel suceso de Berlín contribuyó a ponerle un límite definitivo a la denominada Guerra Fría que dividió en dos al mundo durante décadas entre el Oriente europeo comunista y el Occidente liberal. Ni un solo disparo de arma de fuego fue necesario para lograr aquella acción a la que se vieron forzados a contribuir hasta los propios guardias de la Alemania Oriental que presenciaban el entusiasta desborde de una marea humana a uno y otro lado.

En el marco de los festejos centrados en Alemania, y principalmente en la emblemática Berlín, fue muy destacado lo dicho por el papa Francisco desde el Vaticano, el domingo, en su habitual homilía a miles de fieles congregados en la plaza de San Pedro.

Dijo que es tiempo “de puentes, no de muros”, en una clara definición política del sentido que tuvieron para el cristianismo los hechos que se gestaron a partir de la caída del Muro, pero también advirtiendo que le compete a la dirigencia mundial continuar con ese derrotero para que en lo posible nada divida a quienes gobiernan de los intereses de sus respectivos pueblos.

En sintonía con el sermón del Papa, distintas personalidades de la política mundial que adhirieron al regocijo por el cuarto de siglo transcurrido, también lanzaron advertencias que deberán ser tenidas en cuenta para que el mundo no transite más por escenarios tan tristes y crueles.

Mijail Gorbachov, último referente de la Unión Soviética, responsable de abrir la puerta de salida del comunismo a través de su recordada “perestroika”, dijo que el mundo está hoy al borde una nueva “guerra fría”. Y puso como ejemplo la crisis generada en Ucrania.

El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, sumándose al fervor por los 25 años de reunificación alemana, también alertó por la crisis ucraniana, y sostuvo al respecto que “hay mucho camino por recorrer” para superar las diferencias que preocupan a tantos estadistas.

Cabe preguntarse entonces si los separatismos que dominan hoy en distintas comunidades del mundo constituyen o no la superación de barreras o responden sólo a intereses que terminan resultando más murallas divisorias y menos puentes de vinculación entre los pueblos, como sugirió el Pontífice.

La reflexión también le cabe a la dirigencia política de nuestro país. En esta Argentina con 31 años ininterrumpidos de democracia muchos aspectos que sustentan el sistema republicano fueron traspasados a presidencialismos personalistas, que terminaron imponiendo su voluntad amparándose en la inoperancia de una dirigencia muchas veces temerosa de ejercer el rol opositor que el pluralismo de ideas exige a un país republicano.

Es de esperar que los festejos por el cuarto de siglo de la caída del Muro de Berlín sirvan para que se valore en nuestro país la importancia de la libertad, el debate de ideas, el disenso y ese concepto erróneo de que quien no piensa igual que uno no merece ser tenido en cuenta.

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