Pasados los momentos más álgidos, la discusión quedó abierta. Todo empezó así: días atrás, la escritora Gabriela Cabezón Cámara (quien fue protagonista de este suplemento dos sábados atrás) escribió un contundente mensaje en Biblioteca Virtual, grupo de Facebook que congrega a unos 16 mil usuarios amantes de los libros (desde lectores a escritores y editores independientes).
La página está destinada a compartir libros en formato digital: muchos de ellos ya descatalogados, de difícil acceso; otros de circulación libre (pues sus autores fallecieron hace más de 70 años). Pero otros, de autores vivos, que gozan de regalías por parte de las editoriales por su trabajo.
Sumada a la crisis económica, la situación actual de cuarentena obligatoria motivó que muchos usuarios peregrinaran en masa al grupo y éste se convirtiera en su Grial para pasar las largas horas. Eso sí, afectando seriamente a algunos autores que vieron publicados allí sus libros, como "Cometierra", de Dolores Reyes; "El nervio óptico", de María Gainza y las últimas obras de Samanta Schweblin y Mariana Enríquez, ganadora del último Premio Herralde de Novela.
Y también Cabezón Cámara, cuyo mensaje -textual- fue el siguiente: "Hola querides. Me parecen muy lindas sus buenas intenciones pero les pido que no circulen mis libros. Les voy a dar un ejemplo de para qué sirven las regalías que tenemos por los libros. El año pasado me enfermé cuatro meses y no pude dar los talleres. Por ende, no tuve ingresos. Si no hubiera sido por las regalías de 'Las aventuras de la China Iron', que me llevó tres años de muchísimo trabajo, habría tenido que pedir limosnas. Ustedes pueden pensar que yo tengo que pedir limosna si me enfermo. Yo no".
Para algunos, hablamos de socializar; lisa y llanamente de piratería (incluso algún autor lanzó un "ladrones" a sus lectores). Desde ese momento, ardieron las redes (dónde más, en esta cuarentena), pues se levantó de repente una discusión que tiene que darse en el sector editorial argentino, sí, pero que empezó a plantearse en los peores modos.
La primera en sufrir la virulencia fue la propia Cabezón Cámara, quien sufrió una suerte de lapidación pública por este posteo: ironías, agresiones, mensajes de desprecio y hasta insultos por usar el lenguaje inclusivo. Todo en un torbellino que, sin salidas aparente, terminó en que la escritora (finalista del premio Booker) cerrara su cuenta de Facebook. No había escrachado a nadie, ni insultado, y ni siquiera había amenazado con llevar el tema a una instancia judicial. Solo quiso explicar con buena fe (desde el ejemplo de una complicación de salud) la importancia de cobrar, sea mucho o sea poco, por su trabajo de escritura.
Caso similar fue el de la escritora cordobesa Camila Sosa Villada, que también tuvo que desaparecer de Facebook por unos días. Cuando volvió, lo hizo con un mensaje público repudiando esta suerte de vandalismo digital: "Ustedes robaron para un grupo de quince mil personas los únicos dos textos por los que hice una diferencia por mi trabajo como escritora: 'El Viaje Inútil' y 'Las Malas'. No es menor lo que han hecho. Con el dinero de esos libros, por primera vez pude pensar en otras cosas, además de sobrevivir", escribió la también reconocida actriz y performer.
Voces enfrentadas
Hay que recordar que esta discusión se viene caldeando desde hace tiempo. El último Congreso de la Lengua, celebrado en Córdoba, tuvo al Derecho de Autor entre sus temas principales.
La pandemia no hizo más que acelerar las cosas, puesto que cuando algunas editoriales plantearon liberar libros como estrategia de marketing algunos autores se negaron. Y cuando surgió el #YoMeQuedoEnCasaLeyendo o #Leamosencasa, se trazó una grieta entre autores que "donaron" sus libros ( Felipe Pigna, Claudia Piñeiro) y otros que no quisieron hacerlo (Florencia Canale, Fernanda García Lao).
Es que ésta es la primera generación de escritores nacionales en la que al menos la mitad no son burgueses, suele decir Cabezón Cámara. El conocimiento del territorio que muestra en sus novelas como "La virgen cabeza" da cuenta de esa sensibilidad cercana a lo social, lejana a escritoras como Victoria y Silvina Ocampo. Y no solo no son burgueses, sino que están inmersos también en la red de precarización que azota las relaciones laborales, suele explicar.
Detrás de su pedido, se enfilaron diversas voces. Como la escritora Cecilia Szperling: "Che, Postear pdfs de libros en redes es un robo. Estás perjudicando a les escritorxs que viven de eso. No lo hagas. Es completamente garca, rancio y nada de Robin Hood ni te creas Che Guevara".
O Selva Almada: "La piratería no es novedad. Pero que escritores armen un grupo de Facebook para pasarse descaradamente los pdf de libros de otres escritores que estamos vivos, produciendo y publicando, libros que están en las librerías, es por lo menos alta caradurez", lanzó desde su Facebook.
En la misma línea se pronunciaron libreros e ilustradores, que viven de la venta de los libros, mientras que la Unión Argentina de Escritoras y Escritores lanzó un comunicado: "Instamos a los responsables a revertir esa situación y a una respuesta conjunta en defensa de nuestro trabajo. Del mismo modo, pedimos a nuestras colegas y nuestros colegas que se hagan eco de las campañas al respecto para entre todos poder amplificar nuestras denuncias", expresaron en las redes. "Nos solidarizamos con las denuncias de colegas que han visto avasallados sus derechos de autor al encontrar sus textos subidos a grupos de Facebook u otras plataformas sin la correspondiente autorización."
Dolores Reyes, autora de "Cometierra", también expresó su desagrado y el sentirse maltratada: "Tenés que ser tonto para ver que otros la están peleando y no darte cuenta o que no te importe".
¿Y las voces a favor?
En la primera trinchera, los creadores del grupo defendieron su existencia. La mayoría de los usuarios argumentaron que les es imposible adquirir algunos libros y que esta página les ayuda a poder leer.
"Parece que hay que volver a aclararlo, la Biblioteca Virtual es un lugar para disfrutar, compartir y difundir - escribió la administradora Selva Dipasquale- . Es un espacio público, una biblioteca pública. A las personas que presentaron objeciones, dejen de preocuparse por los pdf, que no tenemos impresora, ni plata para la tinta, ni tiempo para descargar ni leer tantos libros. Es sólo una ilusión, un deseo. Cuando todo esto termine saldremos a recorrer las librerías como siempre y a comprar lo que podemos y nos gusta o llamaremos ahora mismo a los delivery. En serio, dejen de escorchar, que al final vamos a terminar pensando que se promocionan bastardeando el sitio. Si quieren dar a conocer su obra, ofrezcan leer en esta página, transmitir en vivo, dar una charla", propuso.
María Teresa Andruetto (escritora cordobesa de importante trayectoria), se pronunció en Facebook: "Los lectores leemos de prestado, los lectores vivimos prestando (y perdiendo) libros y yendo a bibliotecas y comprando usado y leyendo PDF o e books o fotocopias además de hermosos libros en papel, cuando podemos comprarlos. Muchos lectores no pueden pagar los libros, o por lo menos no pueden pagar tantos libros como quieren/necesitan leer. No es de ahora, es de siempre (…) La lectura siempre estuvo asociada al préstamo, al usado, a la biblioteca, a la circulación subterránea, ilegal, secreta. Esa es una parte de las prácticas reales de lectura en nuestro país".
El periodista Julián Elencwajg posteó en el sitio: "¿Acá es donde asesinan la literatura con un pdf?"
Hacia un debate mayor
Elsa Drucaroff (escritora y docente) dijo en redes: "En la mayor parte de los casos, lxs escritorxs no cobramos demasiado pero es un dinero que casi siempre hace la diferencia entre lograr/no lograr una vida mínimamente digna, dejar/no dejar de trabajar a destajo en otras cosas para llegar a fin de mes. Incluso para lxs pocxs afortunadxs (entre quienes no me encuentro) que venden realmente bien y hasta lograron dejar todo otros trabajos para apostar por vivir de la escritura, ese cobro es realmente su única fuente de recursos. Me dicen que en una pandemia preocuparse de esto es nimio. Si algo desnuda esta pandemia es la precariedad de nuestros ingresos. Esquilmar nuestro derecho a cobrar regalías en esta pandemia es incluso más grave."
Sergio Olguín (periodista y escritor) en una columna en Clarín. "Los derechos de autor son necesarios, especialmente para defender a los escritores de la voracidad de las empresas editoriales. Los derechos de autor, en cambio, no están ni deberían estar pensados para limitar el acceso a la lectura (…) ¿Quiénes fundaron y sostienen las bibliotecas –populares, públicas–, que tanto han hecho por la lectura en la Argentina? Lectores, indudablemente. Gente que ama leer y que quiere compartir su pasión con otros. Lo mismo ocurre con quienes comparten libros digitales", escribió Sergio Olguín en una columna en Clarín.
Beatriz Busaniche (presidente Fundación Vía Libre, Magíster en Propiedad Intelectual de FLACSO) en una columna en La Voz del Interior: "La propiedad intelectual y los derechos salariales son elementos de naturaleza jurídica distinta. El sistema de propiedad intelectual no es un sistema salarial. ¿Cuál es la condición laboral de los autores? Esa es la pregunta que tenemos que hacernos, porque en función de la respuesta podremos cargar las tintas sobre los puntos reales donde está la explotación.
La explotación no la hacemos quienes recomendamos un libro o compartimos un autor con estudiantes. Nosotros no tenemos responsabilidades laborales. Si el autor se considera un trabajador de la cultura entonces quizás tenga que empezar a pensar en términos de derechos y repensar el modelo contractual con la industria, donde es el eslabón más delgado de la cadena".
Alejandro Dujovne (autor y doctor en Ciencias Sociales): "La calidad de un libro, desde el texto hasta el tipo de papel y encuadernación, pasando por la corrección, la diagramación el diseño de tapa, la prensa, etc., depende de la intervención de muchas personas y muchos procesos, empezando por los autores y autoras. ¿Por qué los PDFs que más circulan son libros de escritores reconocidos?, ¿por qué no circulan con igual entusiasmo los cientos de miles de libros autopublicados en las plataformas digitales? Porque además de la calidad del texto, entre un tipo de libro y otro mediaron esas personas y esos procesos. Y todo eso tiene un costo, claro, la gente vive de su trabajo. Cada une descargará más o menos libros, y argumentará las razones que más le satisfagan, pero reírse con liviandad de quienes defienden su trabajo, hacer una apología de esa falsa gratuidad, defender abiertamente eso como una práctica deseable, atenta contra la existencia misma de esos libros y de esos autores que tanto aman leer".
Un sector golpeado
Del 2016 a esta parte, la industria editorial viene en caída libre: la Cámara Argentina del Libro registró una baja de casi el 50 por ciento en la publicación de ejemplares.
La pandemia ha agudizado la crisis. Abril de este año, por ejemplo, registra la reducción de la mitad respecto al mismo mes de 2019. A esto se suma la paralización de las cadenas de pagos, la suspensión de eventos muy importantes para la venta (como la Feria del Libro de Buenos Aires) y el cierre de librerías (algunas tienen como única salida la distribución por delivery).
En este contexto es que se registró, por primera vez, mayor producción de e-books que de libros en papel. La discusión inevitablemente tendrá que virar hacia las propias instituciones, con intervención de escritores, editoriales, lectores y del propio Estado.