Lecciones para los medios a raíz de su fracaso con Trump

Lecciones para los medios a raíz de su fracaso con Trump

El año pasado no fue el mejor que hayan tenido los medios de comunicación norteamericanos. Si bien hubo algunas coberturas destacadas, en general hicieron creer a mucha gente que Donald Trump jamás ganaría la nominación republicana, ya no digamos que la Casa Blanca. Con demasiada frecuencia se dejaron llevar por todo lo que relumbrara, ladraron inútilmente a todo lo que veían y no pidieron cuentas de sus mentiras a los políticos.

En 2008, las tres redes de televisión (ABC, NBC y CBS), en sus noticieros nocturnos, dedicaron el curso de todo el año un total de 3 horas y 40 minutos a reportajes de los temas de campaña (es decir, tratamiento de los temas de campaña de forma independiente, no porque los hubieran mencionado los candidatos o porque surgieran en los debates). En 2016, esa cifra se desplomó a un total de sólo 36 minutos.

ABC y NBC dedicaron sólo nueve minutos cada una a hablar de los temas de campaña; CBS, 18 minutos. Así pues, ABC y NBC tuvieron menos de un minuto de cobertura de temas de campaña al mes en 2016.

Esas cifras provienen de Andrew Tyndall, cuyo Reporte Tyndall monitorea los noticieros. Según las mediciones de Tyndall, en 2016 no hubo cobertura independiente en esos noticieros nocturnos sobre la pobreza, el cambio climático y la drogadicción.

"Los periodistas se enfrentaron al espectáculo de una campaña carente de esos asuntos", me confió Tyndall. "Así que tuvieron que decidir cómo reaccionar: con complicidad, ya que es fácil encajar tales tácticas en la estructura de entretenimiento de un programa de 'reality', muy buena para los índices de audiencia, o con desafío, profundizando en los temas que estaban en juego".

La prensa en general eligió lo primero y "trató a los espectadores no como ciudadanos sino como pares de ojos".

Claro, hubo excepciones, como los reportajes de primera categoría en periódicos y revistas sobre la fundación, los impuestos y el pasado del candidato ganador. Uno de los problemas fueron las presiones comerciales, pues las empresas informativas en todas las plataformas -impresas, digitales y televisivas- están luchando por hallar su modelo de negocio. Todos sabían que el magnate era bueno para los índices de audiencia mientras que un reportaje sobre la pobreza era malo. Como dijera Leslie Moonves, presidente de CBS, al referirse a la postulación de Trump: "Quizá no sea buena para el país, pero será endiabladamente buena para CBS".

Todo el mundo de los medios necesita encontrar fuentes de ingresos -en la filantropía si es necesario- para financiar reportajes que sean importantes pero no lucrativos. Como sea, muchos eligen la carrera de periodismo porque piensan que es un servicio público. Yo he visto periodistas en el extranjero arriesgar su vida por conseguir la nota pues están convencidos de que es importante. Si ellos pueden arriesgarse así, ¿no podrían los productores arriesgar sus índices de audiencia de vez en cuando?

Apenas en marzo de 2016, el luego triunfador en las elecciones ya había recibido 1.900 millones de dólares en cobertura gratuita de los medios, 190 veces más de lo que él había pagado. En ese entonces, yo hablé con periodistas y académicos y entre ellos prevalecía la opinión de que la televisión había fastidiado las cosas al ceder el micrófono al empresario inmobiliario y no verificar sus declaraciones debidamente.

Además, el 45º presidente electo de EEUU fue un genio para distraernos de los temas sustanciales. Como observó Tom Rosenstiel, veterano crítico de la prensa: "Necesitamos periodistas que cubran lo que es importante, no que le ladren a cada coche que pase".

También influyó el hecho de que los medios nacionales no están muy diversificados, no sólo en términos raciales o étnicos sino también desde el punto de vista socioeconómico y geográfico. No tenemos muchos periodistas nacionales con raíces de clase trabajadora o evangélicos, por lo que las entrevistas sobre los simpatizantes de Trump generalmente eran someros y condescendientes. En gran medida no vimos la rabia y la frustración que llevaron al republicano a la victoria.

Tenemos que averiguar nuevas formas de hacer las cosas centrándonos en el periodismo y no en la estenografía. Jay Rossen, de la Universidad de Nueva York propone que los medios envíen a pasantes a cubrir las conferencias de prensa de la Casa Blanca y reserven a los veteranos a profundizar en las notas verdaderas.

Tenemos que ser persistentes; seguir presionando para que el futuro mandatario dé a conocer sus declaraciones de impuestos y los detalles de sus políticas. Tenemos que evitar los peligros de la falsa equivalencia, citando a una persona de cada bando como si fuera un debate genuino cuando sabemos que no lo hay. Y puede parecer raro que esto lo diga un columnista pero debemos reportar más y pontificar menos.

También debemos esforzarnos por desmentir las noticias falsas. Una noticia falsa en Facebook -diciendo que el presidente Barack Obama había prohibido recitar el juramento de lealtad en las escuelas- fue compartida más de dos millones de veces.

Cuando hay tanta gente que cree mentiras, nosotros debemos intervenir enérgicamente en favor de la verdad.

¿Es importante que los medios convencionales hagan mejor su trabajo? ¿O ya vivimos en una era que superó a la verdad, en la que somos tan desconfiados que las investigaciones son desdeñadas, si es que alguien las llega a ver? No lo sé con certeza, pero creo que al menos debemos intentarlo.

Pronto tendremos a un comandante en jefe de las Fuerzas Armadas que será el político más evasivo que hayamos tenido. Y si bien en esta elección entraron en juego muchos factores, pienso que los medios contribuyeron por no hacer debidamente su tarea.

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