La Cámara de la Fruta Industrializada de Mendoza (Cafim) está relanzando un trabajo sectorial que inició en abril, durante en el primer Foro de Durazno Industrial, y continuó en los meses siguientes con otros desarrollos. Leandro Roldán, el nuevo gerente de la entidad, estuvo presente en La Rural y dialogó con Los Andes sobre el presente y las perspectivas del sector.
-¿En qué lugar está hoy la fruta industrializada de Mendoza?
-La fruta está en un proceso de cambio importante, de consolidación de algunos actores y de achicamiento de industrias que han cerrado o se han reconvertido. Por supuesto que el sector no escapa a lo que le sucede a todas las economías regionales, pero desde la actividad estamos trabajando en innovación, en nuevos productos y mejoras productivas que nos permitan seguir trabajando.
-¿Cómo acompaña el sector productivo a estos cambios?
-El desarrollo de variedades y todo lo relacionado con I+D en el sector agrícola es difícil.
Se trata de procesos largos, lentos y caros, por lo que dependemos mucho del Estado, de los convenios que se puedan firmar y de lo que hagan el INTA y las universidades, entre otros actores, pero hay que reconocer que son procesos lentos.
Vemos que hay desarrolladas otras variedades en el exterior, pero es difícil traerlas y trabajarlas aquí, principalmente porque en Argentina el tema de la propiedad intelectual es muy complejo. Resulta complicado ingresar variedades que no le dan al desarrollador la seguridad de que va a cobrar sus royalties (derechos de licencia). Con este escenario, la incoporación de variedades se convierte en una misión muy difícil.
Aún con estas dificultades se hacen innovaciones y se traen variedades, pero para que uno obtenga un resultado, primero tiene que esperar que el monte frutal esté productivo y eso lleva a años. Además se debe evaluar si el producto se comporta bien en el proceso de industrialización
-¿Cómo está el sector exportador de durazno en lata?
-El mercado exportador del durazno en lata es un mercado de precio. Esto implica que es difícil competir con Chile, China y Grecia, que son grandes productores. Nosotros tenemos un serio problema en nuestra estructura de costos, somos caros. El costo de llevar la mercadería al puerto es muy alto y evidentemente esto pesa a la hora de poder exportar. Aún así el sector del durazno depende de las exportaciones para tener un equilibrio y eso hace que tengamos que mirar seriamente qué está sucediendo en el mundo y cómo podemos colocar nuestros productos.
Si bien el 75% de nuestra producción queda para abastecer el mercado interno, lo cierto es que tenemos que ver cómo colocar nuestros productos en el exterior, para no generar excedentes que presionen los precios
-¿Cuáles son los principales mercados en este contexto?
Los mercados latinoamericanos son nuestros principales destinos, en especial Uruguay, Paraguay y Bolivia. Brasil dejó se ser el principal mercado y la idea es retomarlo. Lo mismo ocurre con México, país en que quedamos fuera de competencia, pero que intentaremos recuperar. El desafío para el sector es ajustar los costos para volver a ganar terreno en los mercados que perdimos.
-¿Qué papel tiene la hojalata en la estructura de costos?
Es fundamental en nuestra estructura de costos. Hay un sólo proveedor en la Argentina, es un monopolio. Esto hace que impongan sus condiciones y las condiciones financieras se vuelven muy complejas. Los pagos tienen que hacerse por anticipado, lo que nos obliga a cancelar antes del inicio de la temporada, para después producir y poder vender el resto del año.
-¿Cómo es la situación en góndola?
-Argentina mantiene históricamente su consumo per cápita de durazno, que es de dos latas per cápita promedio, convirtiéndose en el segundo consumidor mundial de durazno en lata. Sin embargo, las ventas, como ha ocurrido con el resto de los sectores, se han retraído. Ahora en la cámara estamos empezando a trabajar en indicadores de consumo para poder saber bien que es lo que está pasando con los productores.
