Leandro Lovato: “La música siempre fue parte de mi familia”

El músico santafesino, que se presenta mañana en el festival de Costa de Araujo, en Lavalle, fusiona en su repertorio la esencia del monte santiagueño con la melancolía rioplatense. “Vengo de una tradición más asociada al monte que al Litoral”, dice.

Leandro Lovato: “La música siempre fue parte de mi familia”

Cuando Leandro Lovato comienza a tocar el violín se palpita casi de inmediato un extraño estado de trance. En su hábil y orgánica simbiosis con el instrumento, en canciones como "Donde mueren las palabras", "Rumor de Salamanca", "Quiero ser tu sombra", "Violín del alma", se dispersa la aridez del paisaje del Sixto Palavecino y del Peteco Carabajal, pero también el romanticismo urbano de las orillas de Fernando Suárez Paz, Mario Abramovich y Antonio Pablo Agri.

Más allá de tener a estos cuerdistas como sus referentes indispensables, Lovato en realidad los interpela, los evoca, los reelabora a su medida con su fuerte personalidad musical. Para él, el violín es otro órgano de su cuerpo y también un encuentro fortuito de la infancia ya que, al pertenecer a una familia de músicos y bailarines de folclore, quería aprender a tocar a los 7 años de edad el charango y el dueño de una tienda de instrumentos le sugirió cambiarlo por un violín desmantelado.

"Llevalo, si lo calma y funciona, comenzá a pagármelo de a poco", le dijo el señor Olivera al padre de Lele, un chico inquieto que usaba con sus hermanos la flauta, los bombos y las guitarras como juguetes, pero se encendía cuando se llevaba el violín al hombro.

"La música siempre formó parte de la familia. Mi abuelo, santiagueño, un gran bailarín por cierto, se vino a trabajar a  Santa Fe y fue pionero de una gran comunidad de los esteros que se instaló en Rosario y sus alrededores. Ahora debemos ser unos 400 mil habitantes y soy de la primera generación de parientes santiagueños que nació aquí, en Granadero Baigorria", relató Leandro.

En este crisol de chacareras, zambas y milongas Lovato arraigó su repertorio, heredando además la relación de amistad de juventud que hubo entre su abuelo Francisco y el mismísimo Sixto, ambos nacidos en el departamento de Salavina.

-¿Cómo ha sido crecer entre tantos cancioneros?

-Mi familia guardaba prioridades. No teníamos la cocina terminada pero había un horno de ladrillos en el patio y una fogatita todos los días en la que se cocinaba empanadas o sopaipillas.  Compartíamos una tradición más asociada con el monte que con el litoral. Con la música pasó lo mismo.

Era algo que no podíamos evadir y que en mi caso se transformó en una especie de misión. Una misión que partió de una frase de Atahualpa Yupanqui: "La tierra señala a sus elegidos".  Esa frase de Don Ata me comprometió. Tengo una misión que cumplir: la de transmitir los valores de mi tierra. Una vez que estos valores te proyectan, no te sueltan. Te aferran.

-¿Cómo te actualizás con tu música después de tantos años de carrera?

-Si me pongo a contar, llevo más de veinte años actuando. Primero con mis hermanos hasta el 97. Y luego, las colaboraciones con Fandermole y Tamara Castro. Después lo mío, a partir de 2001 y los ocho álbumes. Te puede parecer extraño, pero también le dedico mi tiempo libre a la música. Vivo en ella. Tengo una devoción imparable.

La influencia de Sixto está siempre presente. Fue mi fuente principal. Pero también el violín me había elegido. Fue mi primer objeto de valor. Mi primer objeto de culto. Años después, salgo a tocar y no pienso demasiado qué voy a tocar, simplemente toco, casi sin pensarlo.

-¿Cómo fue para vos tocar en la banda del querido Fandermole?

-Cuando tocaba su repertorio había mucho ensayo. Y él se dio cuenta que a mí no me costaba nada arrancar con el violín y hacer mis piruetas. Una vez me dijo: "Eso es mágico, tocar como si fuera un juego. Tenés que disfrutarlo". Lo que pienso que es un auténtico elogio viniendo de él.

-En esta etapa de tu carrera, ¿cómo te llevás con el tema de lo análogo y lo digital?

-Creo que tiene pro y contras. Por un lado, pienso que grabar discos es una necesidad y el fenómeno de la difusión digital se ha convertido en una insólita paradoja: en el momento en que más música se escucha en el mundo, es el momento en que menos música se vende. Todos andan en la calle escuchando canciones con los celulares o los reproductores de mp3. Hay una sobredosis de música. Los formatos digitales han mejorado la difusión, le da más expansión masiva.

Por ejemplo, ayer puse mi calendario de recitales de enero en mi página de Facebook y a las siete de la tarde tenía 17 mil visitas. En un día puedo pasar 20 mil si subo una canción en el mismo sitio. Eso costaba mucho hacerlo años atrás. Había que hacer otro laburo, ir por las radios. Sé que el formato mp3 es malo si lo comparamos con escuchar un vinilo en un equipo de primera gama, pero a su vez es la mejor forma de difusión que hay hoy en día en un mundo de redes sociales.

-¿Qué pensás de la actuación de Lali Espósito en el Festival de Jesús María?

-Ante todo soy folclorista, pero si no fuera músico, sólo melómano, me compraría una entrada y disfrutaría de algún concierto del músico que me gusta. Me parece que hay espacios para todos y que este es un espacio de perfil diferente. Lali, en el momento que está pasando en su carrera, tengo entendido que tendría otros espacios más legítimos. Ella podría llenar sus propios auditorios. Este es un festival de doma y folclore, así nomás.

Me parece, aunque no soy tradicionalista y tengo la mente bastante abierta, que la gente que se está quejando tiene razón. Hay muchos músicos populares que usa la vidriera de estos festivales para reforzar sus carreras. Los productores también tendrían responsabilidad en estas decisiones. Ellos piensan que mezclar está bien. Por mi lado, tampoco estoy de acuerdo que usen la plataforma del folclore para mezclar otros estilos y otros géneros.

Si la gente te bancó que hicieras folclore y luego cambiaste de género, seguí tu camino y dejá los festivales folclóricos para los folcloristas. 
Leandro Lovato lanzará en abril su nuevo álbum, que lleva el título de "Musiquero". En esa espera, está listo para inaugurar su propia peña durante los diez días del Festival de Cosquín, en el mismo escenario que perteneció antes a Facundo Toro, a metros de la plaza Próspero Molina. "Estoy muy orgulloso de este comienzo. Una peña propia en Cosquín es un sueño hecho realidad.

-¿Cómo viene tu próxima placa?

-Grabé canciones como  "A orillas del Río Dulce"; "Mi ranchito santiagueño"; la zamba "Capaz de todo", con el cantante de cuarteto Sergio Torres. También "La catamarqueña" y "La cuequita del encuentro" con guitarras bien cuyanas. La idea es continuar con el formato de cuarteto, con percusión, guitarra, bajo y mi violín (el mismo ensamble con que se presentará mañana en el festival de Lavalle).

Remito al cuarteto histórico, con mucho clasicismo y el rock de fondo, sin perder ni lo esencial ni el toque rioplatense. Hay mucho de Santiago del Estero y río en mi música. Trato con este nuevo repertorio trasladarme al monte, pero no soy del monte, soy orillero y allí me eduqué con la música. Tengo venas urbanas en la forma de hacer la música. Hay una referencia en lo santiagueño pero intento siempre encontrar mi personalidad.

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