Léa Seydoux: “De niña, los cuentos de hadas ya me tocaban una fibra sensible”

Mañana se estrena en nuestro país “La Bella y la Bestia” (La belle et la bête, 2014), un film francés sobre la clásica historia protagonizado por Vincent Cassel y la bellísima Léa Seydoux. La actriz cuenta en esta entrevista cómo fue el proceso de filmaci

Léa Seydoux: “De niña, los cuentos de hadas ya me tocaban una fibra sensible”
Léa Seydoux: “De niña, los cuentos de hadas ya me tocaban una fibra sensible”

Todavía no llegó a los 30 años y ya es una de las actrices galas más famosas en la actualidad. Su abuelo era Jérôme Seydoux, presidente de Pathé Distribution. Empezó su carrera en 2006 con la comedia para adolescentes Mes Copines, y tres años después recibía una nominación a un Premio César como Mejor Actriz Revelación por la película “La Belle Personne” (2008).

No tardó nada en llegar a Hollywood y ya trabajó bajo las órdenes de directores como Quentin Tarantino en “Bastardos Sin Gloria” (Inglourious Basterds, 2009), Ridley Scott en “Robin Hood” (2010) o Woody Allen en “Medianoche en París” (Midnight in Paris, 2011).

En el Festival de Cannes 2013 recibió La Palma de Oro por “La Vida de Adèle” (La vie d'Adèle, 2013) junto al director Abdellatif Kechiche y a Adèle Exarchopoulos, la coprotagonista del film. Junto a Jane Campion, Seydoux y Exarchopoulos son las únicas mujeres en la historia en haber ganado esta presea. Este año la veremos en la comedia futurista “The Lobster” y como una chica Bond en la nueva película del espía titulada “Spectre”.

-¿Cómo reaccionaste cuando te ofrecieron el papel de Bella?

-Me sentí muy halagada y enseguida pensé que quería participar en el film.

-¿Tuviste alguna corazonada sobre la película?

-Tuve una especie de premonición mientras rodaba “La Hermana” (L'enfant d'en haut, 2012), de la directora Ursula Meier. Me imaginé lo genial que sería trabajar en una adaptación cinematográfica de un cuento de hadas, me veía haciendo La Bella Durmiente, por ejemplo. La idea fue tomando fuerza en mi cabeza, todavía no había empezado la película de Kechiche, y entonces me propusieron “La Bella y la Bestia”. Acepté trabajar con solo leer el guión, a sabiendas de que además de una historia maravillosa estaría compartiendo cartel con Vincent Cassel.

-¿Te ayudó imaginarte a Vincent en el papel de la Bestia?

-Sin duda, pero lo que más me motivó fue que este cuento de hadas siempre me inspiró mucho. De niña vi un montón de veces la versión del realizador Jean Cocteau (La belle et la bête, 1946). Leía cuentos de hadas, veía clásicos de Disney como “La Cenicienta” (Cinderella, 1950) y “La Bella Durmiente” (Sleeping Beauty, 1959), y me sentía muy identificada.

-¿Te sentías atraída por algún personaje en particular?

-Sentía gran afinidad con la Bella Durmiente y con Cenicienta. No voy a entrar en detalles, pero hay bastantes parecidos. El caso de Bella es diferente: perdió a su madre y vive con su padre. Me parece un personaje muy mágico. Al día de hoy me sigue impresionando la belleza y riqueza de la película de Cocteau y la espectacularidad de unos efectos especiales hechos con tan pocos recursos.

-Dicen que no te costó nada adaptarte a este mundo...

-Me sentí muy cómoda porque todavía lo siento muy cercano. De niña los cuentos de hadas ya me tocaban una fibra sensible al hablar de cambiar tu destino, tomar las riendas de tu vida y de tus propias decisiones. Ahora disfruto contándoles esos cuentos a mis sobrinos. A los niños les encantan, pero los adultos también disfrutan de estas historias porque entendemos las metáforas y la mentalidad de los personajes.

-¿Te referís a cómo cambia Bella al conocer a la Bestia?

-Por supuesto, es la historia de una joven que abandona su hogar en busca del amor.

-¿Cómo fue trabajar con Vincent?

-Fue genial, aunque llegué con un poco de miedo. Vincent impone bastante presencia. Al principio tenía que esforzarme por no soltar una carcajada. Me costaba mucho no reírme al verlo porque iba caracterizado, pero había que imaginarse la cabeza de Bestia porque durante el rodaje Vincent llevaba la cara llena de marcas y un casco verde. Tenía que imaginarme que estaba interactuando con una bestia terrorífica. Sabía cómo era porque la máscara ya estaba fabricada y la había visto. Se lo veía sudar muchísimo con el traje, pasaba mucho calor. Me dijo que perdió 10 kilos durante el rodaje.

-¿Cómo fue usar esos vestidos?

-Son impresionantes. Creo que contribuí un poco al diseño porque hablaba mucho con Christophe Gans, el director. Estábamos en la misma onda, nos emocionaban las mismas cosas. En cuanto a los vestidos, él quería ceñirse al estilo imperio, que me parece precioso, pero le comenté que era una pena limitarnos a una época y que deberíamos aproximarnos más al concepto de los vestidos de las princesas, con cinturitas de avispa y faldas que fluyen hasta el suelo con mucho vuelo. Creo que tuvo en cuenta mi opinión.

-¿Llevar esos trajes ayuda a meterse en el papel y en la película?

-Desde luego, pero no sólo en esta película sino en todas. El vestuario es una parte fundamental de la actuación porque encierra las claves del contexto, del personaje y de lo que expresa ese personaje. En “El Adiós a la Reina” (Les adieux à la reine, 2012) casi se me olvida que llevaba un traje de época, porque siempre utilizaba el mismo. En cambio en esta película me pude poner varios vestidos de princesa maravillosos. Me hizo pensar en lo mucho que van a disfrutar todas las niñas que vean el film.

-¿Podrías describirnos los decorados?

-Algunos son impresionantes por su belleza, como el comedor o la habitación de Bella, pero muchas veces filmamos con pantalla verde, así que había que ponerle mucha imaginación. Me quedé muy sorprendida al ver posteriormente los efectos especiales, porque casi se me había olvidado que tenían que añadirlos.

-¿Qué obtuviste de esta experiencia?

-Fue bastante compleja, porque llegás a un punto en donde se impone la tecnología y eso limita la libertad de expresión de los actores. Pero lo más difícil fue pasarnos tres meses y medio sin ver la luz del día. Rodamos en Babelsberg, cerca de Berlín, en pleno invierno y sólo teníamos unas cuatro horas de luz al día. Filmábamos siempre en el estudio, con un vestuario impresionante, grúas y equipo por todas partes, todo muy técnico y con las escenas desordenadas. Físicamente fue duro, pero mentalmente fue un reto genial. Nos llevamos todos geniales.

Congenié mucho especialmente con Christophe, y formamos un equipo formidable. A los dos nos tiran mucho las cosas mágicas. La experiencia fue muy agradable. Si tuviera que repetirlo, lo haría encantada. En el fondo, me gustó trabajar en una superproducción.

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