Patricio Otarola y su familia pasaron de la alegría por la venta de una propiedad, a la desazón de ser violentados por el robo de más de 400 mil pesos en su casa de Las Heras.
De un estado a otro sólo transcurrieron los días que van desde el último viernes, cuando remató una operación por la venta de un terreno que tenía en Las Heras. Un día después el comprador llegó a la casa de don Patricio, ubicada al 600 de la calle Neuquén, y cerró la compra con la entrega de 404.000 pesos y algunos valores a futuro.
La llegada del fin de semana largo hizo que el hombre guardara el dinero en su casa. "Por los feriados no lo pude depositar y así me fue...", confió a Los Andes en la puerta de su casa, después de bajar del techo adonde había subido para constatar los daños que los ladrones -supone que actuó más de uno- hicieron sobre la loza para, al mejor estilo "Rififí", dejarse descolgar para caer al piso de una habitación.
Fue en horas del mediodía del lunes, cuando Patricio y su esposa decidieron aprovechar el buen tiempo para dar un paseo que no duró más de cuatro horas. Al llegar y entrar, descubrieron el agujero en el techo, la casa toda revuelta y lo peor: la plata ya no estaba.
"Me robaron todo..."
Los Andes encontró a Patricio Otarola, de 68 años, sobre el techo de su vivienda. Y, a modo de presentación, señaló: "Me robaron todo... me dejaron sin nada", aunque sin bronca, su rostro decía mucho más que sus palabras.
Después, ya a nivel del piso, confió que en el lugar los ladrones "dejaron varias huellas (que por estas horas analiza personal de Policía Científica), por lo que pienso que entró 'más de uno'".
Más tarde reiteró que la plata era la parte del contado por la venta de un terreno, ubicado también en Las Heras y, principalmente, el hecho de que, por los días feriados, no tuvo otra opción que dejar la plata escondida pero dentro de la casa.
Y si bien en el diálogo no fue mencionada, la investigación por estas horas en manos de la Oficina Fiscal de Las Heras, podría estar orientada hacia un "entregador" que, en conocimiento de que la operación había sido hecha fuera del horario bancario, permitía "sospechar" que la plata debería estar en la casa.
Es decir que los delincuentes buscaron el momento justo para dar el golpe, que fue cuando el hombre y su esposa decidieron salir.
Ahí, por la hora -cerca del mediodía- y ante la imposibilidad de ingresar por la puerta principal y ser vistos, utilizaron un pasillo que los ocultaba de la calle para después trepar hasta el techo y de ahí bajar al interior de la vivienda.
El resto fue más sencillo: buscar el dinero y llevárselo en una operación, por el momento, exitosa.