¿Cómo reaccionaron los funcionarios mendocinos al producirse el terremoto del 20 de marzo de 1861? Por aquel tiempo, nuestra provincia estaba gobernada por el coronel Laureano Nazar, elegido en 1859.
Algunos historiadores afirman en sus publicaciones que la acción de Nazar, posterior al terremoto, fue nula. Que no fue efectivo a la hora de tomar decisiones en la organización de un plan para socorrer a las víctimas y sofocar a los saqueadores. Y que, gracias a las intervenciones personales de los coroneles Olascoaga y Videla, se pudo controlar la situación.
Sin embargo, la historia refleja otra versión: el primer mandatario sí tomó decisiones con acierto en pos de los damnificados.
Credenciales
Laureano Nazar nació el 4 de julio de 1816. Sufrió tempranamente la muerte de su padre pero eso no le impidió completar sus estudios. Desde muy joven se incorporó al ejército con el grado de alférez.
En 1833 integró junto a su tío, el general José Aldao, la primera expedición al desierto, partiendo del fuerte de San Carlos hacia el Sur, donde combatió en varias oportunidades los malones de mapuches y araucanos.
Fue designado como coronel el 30 de setiembre de 1858. Se casó el 19 de enero de 1849 con doña María del Carmen Eudosia de la Reta.
Nazar falleció en Mendoza el 8 de noviembre de 1882.
Derrocado por Pavón
La Legislatura designó como gobernador propietario al coronel Laureano Nazar el 23 de agosto de 1859. Desde el 18 de octubre, fecha en que asumió, trabajó con ministros como el doctor Nicasio Marín, León Correas,
David Ortiz, Modesto Luna y Lucas González.
En este período se realizó la recopilación del Código de las leyes, decretos y acuerdos, dictadas en la provincia sobre administración de justicia.
El 17 de setiembre de 1861 se produjo en el país la batalla de Pavón: lucha entre las fuerzas porteñas del general Bartolomé Mitre y las federales del general Urquiza, gobernador de Entre Ríos. Luego de una insólita retirada por parte del entrerriano, Mitre ganó la contienda en aquel paraje santafecino.
Dos meses después de esta batalla, una revolución producida en nuestra provincia lo llevó a renunciar a su cargo, que fue ocupado por el coronel Juan de Dios Videla.
Bailar con la más fea
A las 20.36 del 20 de marzo de 1861 se produjo un profundo movimiento sísmico en la ciudad de Mendoza, mientras la mayoría de los mendocinos se encontraba cenando o preparándose para dormir.
En unos pocos minutos, la ciudad quedó en ruinas. Fue un sonido comparado al de un trueno ensordecedor o al de muchos carros que corrían a toda velocidad. El suelo se movió como cuando se viaja en una embarcación con el mar embravecido. Los edificios se desplomaron y cayeron. La confusión fue tal que nadie entendía qué estaba ocurriendo.
El polvo que se elevó ocultó el cielo y la luna en aquella funesta noche. Y luego se percibió un silencio sepulcral. Toda la ciudad había quedado destruida.
De a poco comenzaron a escucharse desesperados pedidos de auxilio. Desde los escombros trepaban hombres y mujeres semidesnudos, que habían dejado sus vestidos entre las ruinas, con sus hijos en los brazos.
Otros, con esfuerzo, arrastraban a los heridos a lugares más seguros.
El desconcierto reinó por todas partes, inclusive en las dependencias del gobierno. La situación había superado la capacidad humana. Unos pocos se animaron a salir para socorrer a las víctimas.
Al día siguiente, el panorama era desolador: las casas caídas y las aceras obstruidas por los escombros.
Aparte de todas estas desgracias, los ciudadanos sobrevivientes se enfrentaron a los saqueadores, quienes se apropiaron de objetos valiosos, anillos, joyas y dinero de los cadáveres, en medio de la confusión reinante.
Las personas ilesas trataron de rescatar a los heridos y a los aplastados bajo los escombros. De las 8.700 personas que habitaban la ciudad solamente sobrevivieron 3.000.
Valiente y decidido
Ante esta grave situación, el gobernador Laureano Nazar partió con su familia a su estancia en el departamento de San Martín y regresó a la ciudad para tomar medidas en contra de los saqueos y en pos del rescate de sobrevivientes. Muchos lo culparon por su inactividad y retraso, pero Nazar hizo lo que humanamente estaba a su alcance. Mientras tanto, Olascoaga y Juan de la Cruz Videla se presentaron para colaborar con los pocos funcionarios que intentaban organizar una estrategia de contingencia luego de la catástrofe.
Desde la tarde del 21 de marzo, Nazar ordenó por medio de bandos rigurosas operaciones contra los bandoleros. Los saqueos no se hicieron con completa impunidad e indolencia por parte del gobierno como declararon algunos enemigos políticos. Aquellos ladrones fueron castigados, pasándolos por las armas o heridos con sablazos.
El servicio policial no se interrumpió ni un instante y funcionó gracias a las órdenes del primer mandatario.
Además, al pasar los días, el gobernador organizó la asistencia que llegó desde San Juan y otras zonas.