A Mendoza le está pasando eso. Los países que están creciendo, principalmente asiáticos -China, India, Malasia, entre otros- están requiriendo productos de origen mineral como insumo básico para su industria creciente.
El recurso que existe en nuestra cordillera de los Andes es posible que pueda ser explotado y comercializado en esa región.
Las posibilidades de trabajo que podría generar esta actividad son enormes, con la consiguiente generación de nuevos puestos laborales.
Allí tendrían oportunidad empresas metalmecánicas, gastronómicas, de transporte humano y cargas, de indumentaria, salud, de mantenimiento de maquinarias y motores, de geología. A ello debe agregarse actividades menores que significan decenas de pequeñas y medianas empresas.
En la construcción de un emprendimiento minero podrán intervenir empresas constructoras, viales, de instalación eléctrica, comunicaciones, de instalaciones y montajes mecánicos, de pinturas, de transporte, de provisión de insumos de los más variados tipos.
Una vez extraído el mineral mezclado con piedras, requerirá de industrias de proceso y separación de los minerales, algunos de alto valor. Ello posibilitará nuevas inversiones y más puestos de trabajo y servicios vinculados.
Insólitas reacciones
En los últimos años ha surgido una serie de las denominadas ONG -Organizaciones No Gubernamentales- que expresan consignas “No a la minería”, oponiéndose a la minería a cielo abierto. Históricamente el desarrollo minero se hacía en galerías de construcción precaria y, por los derrumbes en distintos lugares del mundo, se han producido accidentes que han costado la vida a gran cantidad de trabajadores.
Actualmente la explotación minera se implementa a cielo abierto, en la que grandes máquinas posibilitan la extracción del mineral sin riesgo para el personal.
La explotación y extracción de minerales las hacen los seres humanos desde hace miles de años. Ha servido para mejorar la tierra y producir alimentos, para la construcción y equipamiento de sus viviendas, para su transporte, pues los vehículos contienen hierro, plomo, estaño, cobre. Para sus herramientas de trabajo, para las computadoras que contienen oro entre otros minerales, para los celulares, para el equipamiento que utiliza el sistema de salud, para productos suntuarios, para las artesanías, las comunicaciones, para el sistema eléctrico, para la calefacción y refrigeración.
La Ley 7.722 recientemente aprobada en la Provincia es una traba para el desarrollo minero de Mendoza. En ella, insólitamente, se prohíbe la utilización de ciertos productos que en otras actividades están permitidos, por ejemplo el cianuro es usado en la industria metalúrgica para efectuar las soldaduras.
El agua
La mayor crítica surge sobre el uso del agua. En cualquier sociedad organizada el recurso hídrico se debe regular, organizar y utilizar eficientemente. Así como se utiliza para el consumo humano, también es indispensable para la agricultura y la industria. Una cuota puede asignarse a la minería. En nuestra región se observa que en distintas zonas existe un uso ineficiente, con riego a manto o en surcos, lo que podía hacerse cuando el recurso era excesivo. Actualmente existe tecnología para hacerlo más racional, incluso más productivo como los riegos por aspersión o goteo.
En distintos países del mundo conviven armónicamente los seres humanos y la agricultura, la minería y la industria.
Organismos de control
Existen distintos organismos de control que tienen responsabilidad de exigir una actividad sustentable. La Dirección de Minería, el Ministerio de Ambiente, la Fiscalía de Estado como ‘ombudsman’ ambiental y los distintos municipios que tienen una Dirección de Ambiente. Si fuera necesario, las ONG con capacidad y conocimientos científicos y tecnológicos podrían también supervisar esta actividad. Los institutos de investigación y las universidades actualmente elaboran los dictámenes técnicos sectoriales.
Lo insólito y no deseable es que se prohíba la actividad y se niegue la posibilidad a miles de jóvenes de tener un trabajo digno y, en los hechos, arrojarlos a la marginalidad. Es una actitud mezquina y poco solidaria pues muchos de los que se oponen a la actividad minera tienen trabajo.
Otros -también insólito- que tienen actividad agrícola y pagan bajos salarios a sus trabajadores, se oponen porque en las empresas mineras los salarios son más elevados y temen que los trabajadores rurales se inclinen por esa actividad. Para retenerlos deberían mejorar sus pagas y luchar por mejores precios de sus productos y no sobreexplotar a los trabajadores.
Conclusión
No se puede tapar el sol con las manos. La explotación minera indefectiblemente se hará; si no es en la actualidad, lo será en las próximas generaciones.
Seamos inteligentes para diseñar una provincia que nos contenga a todos y nos permita vivir armónicamente, sin desocupación, marginalidad y todos los problemas sociales que ello trae aparejado.
Para que la sociedad pueda acceder a parte de la renta que produce ese recurso natural sería conveniente estructurar una empresa estatal provincial o instrumentar la actual existente Emesa. A ésta se la puede capitalizar con parte de las regalías que percibe la Provincia. Así, para determinados proyectos mineros de gran envergadura, puede asociarse en las inversiones con otras empresas que tengan experiencia, trayectoria y capital para abordar explotaciones conjuntas, y/o impulsar la industrialización posterior.
En lugar de pedir y ofrecer mano dura, ofrezcamos educación, capacitación y trabajo digno. Es responsabilidad de todos -no sólo de los gobiernos- y podremos tener una sociedad digna para vivir nosotros y las próximas generaciones.