La práctica textil está profundamente enlazada a tradiciones ancestrales, y América Latina en particular posee un valioso acervo cultural en tejido. Se trata de una enseñanza transmitida de generación en generación y diversificada a lo largo del tiempo en prácticas como el bordado, la costura y variadas técnicas, que remiten fundamentalmente a las mujeres, protagonistas indiscutidas de una herencia que continúa vigente, viva y vibrante.
Este legado milenario ha sido recogido por el arte de diversas formas: como técnica o materia prima (nos referimos a la utilización de materiales textiles, no necesariamente elaborados de forma artesanal, para la creación de piezas artísticas). En Mendoza, hay muchas artistas que utilizan al textil con fines expresivos.
En esta nota, ellas traman sus historias y relatan, con la misma pasión con que una mujer le enseña a otra, los secretos de las técnicas textiles; y el porqué de la elección de estos materiales blandos como protagonistas privilegiados para gestar y plasmar obras de gran valor técnico y conceptual.
Las culturas originarias de nuestro continente poseen una importante tradición de tejido al telar que continúa reproduciéndose dentro y fuera de las comunidades. El textil narra la historia de las culturas. Desde su técnica, sus colores, sus tramas y motivos, los textiles cuentan historias, develan cosmovisiones, ritos, creencias.
Las mujeres son las verdaderas protagonistas de estos relatos. Son ellas quienes tejen la identidad de sus culturas en una práctica,
aunque no exclusiva, mayoritariamente vinculada a las féminas –aunque hay pueblos en el que ha sido un oficio originariamente el mismo gesto.
Trama y arte
bases del posteriormente denominado "Fiber Art".
Sin embargo, éste fue comúnmente tachado de decorativo y considerado un arte menor. La vinculación de esta práctica con lo femenino es posiblemente una de las explicaciones más certeras respecto a esta valoración; pues, si las mujeres difícilmente accedían a lugares destacados dentro de la historia del arte, la misma suerte correría una práctica vinculada al universo femenino y, además, doméstico.
Existen, a lo largo del siglo XX, algunas obras en que
se introducen elementos textiles: por ejemplo, piezas
cubistas, futuristas o del constructivismo, pero lo
hacen del mismo modo en que incorporan, como un
collage, otro tipo de materiales. En ese período
también hubo artistas que se inspiraron
en los motivos textiles para sus pinturas,
como Matisse. Por su parte, el uso escultórico
de las fibras textiles empieza a
generarse hacia 1962 en la Bienal de
Lausanne.
Sin embargo, fueron las artistas feministas quienes hacia los años 70 se propusieron trastocar los sentidos establecidos utilizando como protagonista al textil.
Ellas trabajaron políticamente con este material para reivindicar los derechos de las mujeres. Lo utilizaron artísticamente para cuestionar ciertas categorías establecidas, aquellas que diferencian y valoran desigualmente al arte de las artesanías, a las artes mayores de las menores, a la producción de los hombres de la de las mujeres. Concibieron su obra a partir de una práctica tradicionalmente vinculada a las mujeres como un modo de reivindicar su presencia en la sociedad y el campo artístico.
Pese a su legado, aún persisten anacrónicas concepciones y el textil aún lucha, muchas veces, por la misma valoración de la que gozan otros materiales. Nora Correas, una de las más importantes artistas mendocinas, y que se dedicó al arte textil durante casi 20 años, recuerda que en la década del ´70 creó, junto a un pequeño grupo de artistas en Buenos Aires, el Centro Argentino de Arte Textil para nuclearse e incluirse en el campo artístico. “No fue fácil, ni lo es todavía ahora. La situación ha cambiado en algo, pues los límites de las disciplinas se han hecho más laxos y lo textil ha dejado de ser sólo una artesanía para entrar en un mundo más profundo”, reflexiona.
Arte y textiles en la tierra del sol
En Mendoza, muchas artistas utilizan textiles con diferentes fines expresivos. La técnica del tejido al telar o con fieltro para la construcción de tapices, tan arraigada a la herencia originaria, es una de las más practicadas por artistas locales que incorporan distintos materiales, tramas y lenguajes.
Marita Lavoisier trabaja junto a su hija María Marta en la creación de tapices de fieltro de gran tamaño al que agregan hilados de seda, lino, yute y algodón. Desde su inspirador espacio creativo en Chacras de Coria, Lavoisier confiesa que elige el textil porque siente que estos materiales la acercan “a todas las mujeres que durante miles de años se han dedicado a este oficio”.
Graciela Cicognani es otra de las artistas locales abocada a la realización de tapices en pequeño y gran tamaño –además de muñecos, redes y otros objetos-. Graciela teje desde hace 30 años, a lo largo de los cuales ha aprendido distintas técnicas y experimentado con muchos materiales (lana, algodón, papel, metal, fibras vegetales y sintéticas). Respecto a su obra, reflexiona: “Considero que se trata de mis propias historias de vida tejidas y entrelazadas en diferentes formas, caracterizadas en la presencia del color, en las transparencias, en fragmentos que se repiten y se relacionan, buscando transmitir armonía, calidez, luz”.
Beatriz Báez posee un Taller de Arte Textil en el que trabaja estableciendo un vínculo entre técnicas populares milenarias y lenguajes
contemporáneos. "Desde el principio trabajé siempre en lo textil, sentí y tuve una afinidad muy grande con esos hilos que, como por arte de magia y que con sólo entrecruzarlos, forman la maravilla de una tela, con su lenguaje propio y una calidez que se expresa por sí sola. Aprendí a tejer desde pequeña, al lado de mi madre que hacía de ello su medio de vida. Viéndola, aprendí las técnicas que luego repetiría", señala Beatriz respecto a su experiencia. "Pienso que la característica de mis obras textiles es su espontaneidad. Las lanas me dan su libertad y yo sólo las ordeno", finaliza.
También hay artistas que utilizan, o lo han hecho en cierto momento de su carrera, materiales textiles para la creación de objetos tridimensionales desde un lenguaje plástico contemporáneo. Respecto a su inclinación por estos materiales, Nora Correas relata: "Siempre me atrajo lo textil por los viejos habitantes de la Américas. Comprendí, al ver sus tejidos, que la paciencia, la sabiduría y su cultura estaban allí fuertemente representadas. Tuve mi primer contacto con la fibra cuando nació mi hija, dibujé un cartón y le pedí
a alguien que lo bordara, quedé asombrada de lo que se logró con un hilo de lana y un ritmo. Unos pocos años después de esa experiencia me fui a Brasil y trabajé durante tres años con un grupo de campesinas, yo hacía los diseños, ellas bordaban. Aprendía a tejer en telar, lo que me llevó a descubrir que traspasar un dibujo al telar era una tarea aburridísima. Allí, fue el comienzo de mis trabajos más importantes, olvidé el paraíso y sus colores, para centrarme en rojos, negros, blancos y marrones, y con ellos y la lana hilada a mano y teñida en el taller, dar vida a esculturas blandas de un buen tamaño. Allí, finalmente, me sentí representada en forma
absoluta. Todavía hoy, después de mucho andar, esos trabajos me siguen calentando el corazón".
Carmen Ramírez es escultora y produce esculturas blandas; y aunque ha trabajado con otros materiales cuenta que el textil siempre estuvo latente en su obra. "Terminé mi carrera en el Taller de Escultura trabajando obras en metal soldado y mini fundiciones,
en estas tempranas obras y casi sin darme cuenta prorrumpía el hilo (llamo a esto el uso que hacía de finas varillas de hierro), y a través de él envolvía, cosía, anudaba, tenía la necesidad de llegar a la comprensión de esta dura materia a través de lo blando. Fueron muchos años de transición. Finalmente me atreví a lo totalmente blando y la máquina de coser, una Singer de 1910 que le transfiere a las obras el halo de la memoria, el memento de las mujeres de mi familia materna que trabajaron y se ganaron la vida con este instrumento", relata.
Susana Dragotta es una de las más reconocidas artistas mendocinas, referente indiscutida en la utilización plástica de materiales textiles. Ha obtenido importantes premios nacionales por su obra textil (entre ellos, fue reconocida con el diploma al Mérito en
los Premios Konex -2002 y 2012- y obtuvo el Gran Premio Adquisición en el Salón Nacional de Artes Visuales –el certamen más importante del país- en 2009). Susana explica que incorporó los materiales textiles en su obra luego de participar con su trabajo escultórico en la Quinta Bienal de la Habana en 1994, "allí vi mucha obra contemporánea hecha con diversidad de materiales; también después de hacer un vestuario para el grupo de teatro Zona, gracias a lo cual entendí el significado del atuendo en nuestra cultura.
Los materiales que uso los he trabajado desde chica y en mi trabajo como vestuarista, de modo que me dije, ¿por qué no integrar todo en mi cuerpo de obra? Fue natural, también al principio fue como llevar a la tridimensión el lienzo de la pintura”, explica. La artista cuestiona en cierto modo la denominación arte textil por una serie de connotaciones que han llevado a cierta estigmatización de estos materiales en el campo artístico: “No me convence la denominación arte textil; es como si dijéramos arte metalúrgico a las esculturas de metal, o arte pétreo a las esculturas hechas en piedra. Me importa más la idea de que los materiales usados están al servicio de nuestras ideas o mejor, unos son más aptos que otros para materializar y hacer coherente la elaboración de nuestra idea”. Y concluye contundente: “Ya no me importa cómo es valorado, yo siempre hice lo que se me dio la gana en arte, y he sido muy reconocida aquí y en el país”.
En este panorama, también podemos mencionar a la obra de Vivian Levinson quien ha producido interesantes obras textiles y fototextiles, y que con una composición fotográfica de este tipo resultó seleccionada en el último Salón Nacional de Artes Visuales en textil.
Otra de las producciones que destacan en la escena local es la de Modesta Reboredo. Desde un lenguaje contemporáneo, Modesta ha creado con telas objetos tridimensionales, tapices e instalaciones. Su obra es profunda, apasionada, cautivante y refleja en cada pieza su perspectiva femenina. En su última obra, "Deshilados, una muestra de género", prevalecen connotaciones claras a la construcción
social de lo femenino. Para ella utilizó telas cotidianas, íntimas, trabajadas con la técnica de deshilado y bordadas; géneros que, en su mayoría, habían pertenecido al ajuar de su abuela. "En esta obra me refiero a las expectativas que tienen las mujeres al crear esos objetos de uso cotidiano. Hablo de sus sueños, de sus deseos, pero también de las espinas. Además, destaco el valor de las horas puestas en su confección y que solamente puede ser valorado por las personas que conocen dichas técnicas", explica la artista sobre una obra que, además, propone reflexionar sobre violencias actuales de las que son víctimas las mujeres.
Remitir el textil a lo femenino, tal como hacen muchas de estas artistas –sin que ello implique que sus obras necesariamente aborden temáticas de género- lejos de estereotipar o reducir a las mujeres indefectiblemente a lo doméstico, tiene que ver con reconocer socialmente una práctica efectuada mayormente por mujeres y generalmente invisibilizada.
Tampoco se trata, en otros casos, de una recuperación romántica sino de una reivindicación genuina de una praxis cultural originaria y popular frecuentemente desestimada.
Actitudes que suelen reproducirse en el campo artístico cuando se sobrevaloran técnicas y materiales por otros –donde lo textil generalmente es subvalorado-. Las artistas que trabajan con estos materiales lo saben, lo han escuchado muchas veces. En cualquier caso, la belleza y fuerza expresiva de sus obras habla por sí misma y derriba cualquier mito.
Agradecimientos
A Silvia Fraile por los contactos y orientaciones para la nota. A las artistas que generosamente aportaron sus testimonios y fotografías de obra para la nota.