Princesas del corazón
Tu madre no podrá venir ya más. Los hombres se la han llevado.
Bambi (1942)
No se suele hablar mucho de esto pero se sabe. De hecho, así lo documentan algunos fósiles esparcidos por internet: las nenas que miraban Chiquititas “fantaseaban”, según el mito, con ser huérfanas. El orfanato "Rincón de luz" era un espacio donde convivían dos universos opuestos: el mundo ultra triste de huérfanos alla "David Copperfield" y el mundo ultra feliz de huérfanos que festejaban la desaparición de los adultos alla Peter Pan. El gran drama de las nenas de la serie era, por lo general, haber sido abandonadas, hecho que impactaba directamente en su autoestima generando en ellas un sentimiento de culpa que se disolvía (al menos momentáneamente) con algún momento musical. Completaba el cuadro sintomático la elección estética y ética de nombrar a las personajitas con los nombres de las pequeñas actrices que les ponían el cuerpo.
En medio de danzas, travesuras y vocecitas chillonas, el verdadero dread de esta bipolaridad televisiva que quizá contribuyó a moldear las personalidades de millones de niñitas se hacía carne en la figura de Jime, la heroína trágica, más chiquitita que las demás, quien bajo los influjos narrativos de María Cristina De Giacomi (también conocida como Cris Morena) llegó a sufrir una caída caprichosa y absurda de un primer piso que la dejó hemipléjica durante un tiempo prolongado. Cualquier persona puede ver el clip en youtube y corroborar que lo que en realidad ocurre es que la pequeña, en un instante epifánico, se arroja voluntariamente al vacío, con lo que cabe preguntarse si tal secuencia estaba en el libreto realmente o si se trató de un accidente feliz. Si esta tesis resulta ridícula, que valga la invitación a sopesar la versión oficial: Jime se asusta de una araña y se propulsa a su nefasta caída como un lemming que se tira por un acantilado. Hoy en día valdría al menos un llamado de atención de #SuperInadi. ¿Por qué hacerla comportarse como un animal desbocado? ¿Con qué necesidad? Es demasiado, demasiado.
A pesar de este percance, en un momento todo pareció sonreírle nuevamente a la pequeña Jime y más que nunca; recuperada, encontró a su mamá y festejaron el reencuentro con un viaje, pero en realidad se trataba de un ardid más en la trama tantálica y rubioceniza que le reservaba su titiritera, como diciéndole te doy para quitarte, ya que ambas terminaron perdidas en la jungla y la pequeña, animalizada ya en un eco exotista de Bambi, tuvo que presenciar la ejecución de su mamá a manos de bandidos con gafas oscuras y bigote.
El corazón de Rial tiene agujeritos
Quienes repiten que la radio ha perdido su magia y que la gente ya no lee no han estado atentos a la carrera (¿vida? ¿obra? ¿perfo? ¿numerito de varieté?) de Jorge Rial. Primero nos hizo emocionar y nos erotizó con aquellos mensajes por wassap que intercambió con Marianela Mirra (ganadora de alguna edición no memorable de “Gran Hermano”). Fue aquello un tour de force a la literatura erótica y a la habilidad del lector para imaginar. Pero no se detuvo ahí, porque este año, del mismo creador de la cámara oculta que arruinó la carrera (¿vida? ¿obra?) de Marcelo Corazza (ganador del primer Gran Hermano) nos llega la radionovela de sus hijas R y M.
La voz de Silvia D'Auro (ex esposa de Rial) expele palabras impiadosas contra la nena. No tiene tapujos en meter el dedo en la llaga y decir aquello que nadie debe decir. “Los adoptados roban”, dice. No dice los hijos del corazón roban. Son hijos ezpeziales. (¿Por qué no pueden ser hijos a secas?) Silvia, arácnida, vendría a decir algo así como que los chicos adoptivos son malos, son falla, son peligro, son los otros, son lxs putxs, son los negros, roban, son la inseguridad dentro de mi propia casa. En el colmo de la miseria humana, la acusación de la "madre" a su "hija" se basa en que le roba la ropa. ¿¡Qué clase de madre-monstruo no le presta la ropa a su hija o hijo o hijx!? En el colmo del "clima de inseguridad" una nouveau riche porteña sólo está programada para aceptar en el seno íntimo de su hogar nada más que a criaturas unidas a ella por lazos sanguíneos.
Jorge Rial escucha estas palabras por parte de su ex (de una crueldad e incorrección dignas de South Park) y se quiebra; el estudio de radio queda en silencio y el "Negro" "Oro" pone en palabras sus acciones mientras las realiza, para que los radioescuchas se representen imágenes. Dice: "me voy a poner de pie, para ir hasta allá (otro extremo de la mesa) y abrazar a Jorge". Silencio, gemidos y susurros se entremezclan, se oyen en vivo y en directo los sollozos de un hombre que hizo llorar a tanta pero tanta gente.
Es algo para celebrar que, embebidas de modernidad, ahora las notas que hacen las revistas como Gente o Pronto expongan el off de las grabaciones y entonces Rial pueda hacer que la mancha de su esposa se extienda a la periodista que la entrevistó, Fernanda Iglesias, por no interpelar a la la entrevistada cuando la señora agarra y vierte tamaña falta de tino y desavenencia moral (me remito al caso Mirtha Legrand vs Roberto Piazza). Y la periodista, que no es la ex/esposa, lo acusa al conductor de ser justamente él el motor del conflicto y se encarga de reproducir esas grabaciones (que ella no había incluido en su nota) una y otra vez, perforando así sus propios agujeritos en su corazón y en los corazoncitos de sus chiquititas, exponiéndolas a las garras del bullying escolar hiperinformado. El daño se lo hace él mismo. Como Jime, que se lanzó del primer piso. Te perjudicás.