Las tensiones al regreso

Luego de su licencia médica, la Presidenta retomará su rutina en la que la esperan varias tareas: la pospuesta visita oficial a China -que realizará los primeros días de febrero- y encarar la guerra político-judicial y el enrarecido ambiente de la interna

Las tensiones al regreso
Las tensiones al regreso

Si, como se anunció en su momento, la unidad médica presidencial confirma en las próximas horas el alta por la fractura de su tobillo izquierdo, Cristina Fernández volverá de lleno a su rutina diaria de jefa del Estado. Será un regreso como el de quien está en pleno ejercicio del poder, no el de un presidente a once meses del final de su mandato.

Durante la convalecencia presidencial, ni el frente interno del oficialismo ni el frente judicial, parecieron encontrar alguna calma. Por el contrario, en ambos, la agitación volvió a dominar; y seguramente irá in crescendo a medida que se avance hacia el 27 de junio, fecha de presentación de las boletas oficializadas ante la Justicia Electoral, primera escala hacia las PASO del 9 de agosto y las presidenciales del 25 de octubre.

Quizás el frente externo sea el más auspicioso. Finalmente el viernes pasado, el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, confirmó que la Presidenta estará el 4 y el 5 de febrero en Pekín para cumplir con la visita oficial prevista para octubre pasado pero que debió suspenderse por su enfermedad intestinal. El viaje responde a la invitación que le hizo su par Xi Jinping en julio, cuando firmaron un acuerdo de cooperación económica y comercial como parte de una relación estratégica bilateral.

A partir de ese acuerdo, China comprometió créditos millonarios para la construcción de dos represas en la Patagonia y para la importación de trenes. Compromisos que en el Gobierno creen posible incrementar: esta semana Xi anunció que su país prevé invertir 250 mil millones de dólares en la próxima década en América Latina. De allí que seguramente la Presidenta pretenderá llegar a China con la ratificación legislativa del acuerdo de cooperación, que en la última sesión de diciembre tuvo la aprobación del Senado pero que aún tiene pendiente la de Diputados.

Pendiente también está el Poder Judicial. La Presidenta regresa a sus funciones con una Corte reducida a cuatro miembros, tras la renuncia que efectivizó Raúl Zaffaroni. Por eso las expectativas están puestas en que el Gobierno cumpla con su obligación institucional y que anticipó al conocerse hace unos meses la decisión de Zaffaroni: proponer al quinto integrante. Fuentes de la Rosada no descartan que el anuncio de esa postulación lo haga Cristina la semana que comienza.

El Poder Judicial está atravesado, por otra parte, por un enfrentamiento con características que, aunque previsibles para el último año de una etapa gubernamental de doce, no tiene precedentes desde el restablecimiento de la democracia. El origen de la guerra político-judicial puede bucearse cuando hace dos años la Casa Rosada avanzó con su reforma para “democratizar” la Justicia, ofensiva que finalmente chocó contra la Corte.

Desde entonces, con algunos episodios previos también, la pelea ha sido una constante, hasta desembocar, por estos días, en los golpes y contragolpes en torno de los nombramientos dispuestos por la procuradora general de la Nación, Alejandra Gils Carbó, al calor del nuevo Código Procesal Penal que jerarquiza el papel de los fiscales en detrimento del poder de los jueces. Los cruces ganarán en intensidad en las semanas que restan hasta el 2 de febrero, cuando está previsto que asuman los 16 fiscales subrogantes designados por la procuradora.

También agitada aparece la interna dentro del oficialismo. La Presidenta buscará retomar públicamente la iniciativa política esta semana con previsibles e implícitos gestos y alusiones hacia Daniel Scioli en los actos que pueda encabezar en la Casa Rosada. Pero también habrá una demostración del poder que ostenta cuando, el sábado que viene, encabece un gran acto con todo su gabinete y gobernadores en la zona de la Base Naval de Mar del Plata.

A los gobernadores pareció recurrir Scioli después del vendaval que sobre él cayó desde los otros precandidatos presidenciales y desde la misma Presidente, vía su jefe de Gabinete, por su presencia en el espacio marplatense de Clarín.

Durante los últimos días de la semana Scioli se mostró desde su palacio de verano (el hotel Provincial marplatense) con el misionero Maurice Closs y recibió allí al formoseño Gildo Insfrán. Los gobernadores, o parte de ellos, parecen ser el reaseguro sobre el que se respalda Scioli en los momentos de tensiones con la Rosada.

O cuando pretende marcar cierta autonomía de vuelo de Cristina hacia las elecciones que vienen. Sucedió así, por caso, en noviembre pasado, cuando por el Día de la Militancia logró reunir a cinco de ellos en Mendoza, mientras que su principal competidor interno, el ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo, era recibido en Río Gallegos por el jefe de La Cámpora, Máximo Kirchner.

La relación de desconfianza, pero al mismo tiempo de necesidad mutua, está instalada entre Cristina y Scioli. ¿Sobrevivirá hasta las urnas con cortocircuitos de cada vez mayor voltaje?

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