Las sospechas acerca de “Pepe Violín”, el policía preso por abuso sexual

La semana pasada, un análisis de ADN complicó a Pablo Podestá, el efectivo acusado de ultrajar a una trabajadora sexual junto con un amigo. En 2014 había zafado en un juicio de abuso. El mismo modus operandi despertó las sospechas de los detectives.

Las sospechas acerca de  “Pepe Violín”, el policía preso por abuso sexual

Desde 2013, algunos colegas comenzaron a llamar “Pepe” al oficial de la Policía de Mendoza Pablo Podestá (32). ¿Por qué Pepe si se llama Pablo? Porque por aquella época, cuando el hombre estaba acusado de una violación, los medios de prensa lo mencionaban con sus iniciales (P.P.) debido al protocolo de no identificar a la víctima de este tipo de delitos.

En 2014, Podestá fue absuelto de esa acusación, pero sus colegas, que sí sabían de quién se trataba, lo llamaban, a sus espaldas, “Pepe”. O “Pepe Violín”, tal como dice un camarada de Podestá.

En estos días este oficial de 32 años ha vuelto a aparecer en los medios y por el mismo delito de abuso sexual, sólo que ahora su apodo parece estar más cerca de la realidad.

Podestá se encuentra detenido desde hace más de un mes junto con su amigo de la infancia Marcelo Rubén López; a ambos los acusan de haber violado salvajemente a una joven trabajadora sexual el 27 de junio pasado.

Es noche

De acuerdo con la pesquisa que ha llevado a cabo con mucha rapidez el fiscal de Capital Carlos Torres, la madrugada del 27 entre la 0.30 y la 1, Podestá y López levantaron a dos hermanas de 22 y 23 años en la esquina de Urquiza y Federico Moreno de la Cuarta Sección. Los amigos iban en el VW Gol verde claro de Podestá y les propusieron un pase en una casa de Godoy Cruz; las dos hermanas accedieron.

“Una se sentó adelante con López y la otra atrás con el policía. Ni bien se subieron las chicas, según lo que declaró una de ellas, Podestá sacó una nueve milímetros y su credencial de policía. Le puso el arma en la cabeza a la que iba con él y le dijo que era de Investigaciones. La mayor entró en pánico, abrió la puerta del auto y se arrojó como en las películas”, cuenta una fuente del caso.

La trabajadora sexual quedó en la calle, en Rioja y Urquiza, y su hermana en el auto, junto con los dos sujetos. Cuando el Gol verde pasó por Rioja y Corrientes, un transeúnte vio de qué modo la chica era golpeada en el auto (le dieron un culatazo) “e incluso notó que ella quiso bajarse del Gol pero no pudo”, dijo el mismo testigo que desde su celular llamó a la Policía y dio el número de patente que sería fundamental para la investigación: COF 565.

La hermana más grande de las trabajadoras sexuales llegó a la Oficina Fiscal 1 de Ciudad y contó todo: “Mi hermana ha sido secuestrada”, fue el remate de su relato.

A las 5 de la mañana, la chica de 22 años llegó por sus medios a la misma Oficina Fiscal para denunciar que había sido abusada en una casa y abandonada cerca del Casino de Mendoza, en la plazoleta Barraquero. La mujer detalló el modo ultrajante y perverso con el que los dos hombres actuaron; entre otras cosas, la chica fue atada de pies y manos con cables.

La patente

Con las denuncias de las dos hermanas, las coincidencias de tiempo y lugar en la denuncia del testigo que dijo ver cómo dos hombres golpeaban a una mujer en un Gol y la ayuda de algunas cámaras de seguridad que registraron al vehículo, la División de Delitos Contra la Integridad Sexual se puso tras el auto.

Al Gol lo encontraron estacionado en Salta y Huergo, de Godoy Cruz, cerca de la sede del Ministerio de Seguridad. Luego se dieron cuenta de que el auto estaba a nombre de un efectivo policial llamado Podestá, Pablo; un oficial que prestaba servicios en el 911.

Los pesquisas le indicaron al fiscal Torres que ese Podestá figuraba como acusado de un abuso sexual el 25 de febrero de 2010, con un modus operandi similar al de la chica trabajadora sexual. Ya lo tenían en la mira pero “Pepe Violín” no lo sabía.

“Nos enteramos que en el 2010, a Podestá lo acusó una chica por abuso. La víctima denunció que el hombre la detuvo en calle Barraquero de Ciudad, le mostró una credencial de policía y le dijo que la llevaría detenida a la seccional 25 porque no tenía documentos, pero en verdad la llevó en su auto a un descampado, donde la obligó a practicarle sexo oral después de que la atara de pies y manos.

Finalmente, en el juicio llevado a cabo el año pasado por la Segunda Cámara del Crimen, el uniformado fue absuelto, pero quedaron sus registros de ADN. En aquel debate, uno de los testigos que declaró a favor de Podestá era Marcelo Rubén López”, rememora un detective.

Pesquisa

Con varios indicios acumulados, las policías de la división Delitos Contra la Integridad Sexual comenzaron a investigar a Podestá: descubrieron que la noche del ataque no había trabajado y también visitaron el perfil de su cuenta de Facebook.

Para entonces, la mujer víctima había descripto físicamente a sus dos agresores. De López le llamó la atención un gran lunar que tenía en la cara. Entonces, en las cuentas de Facebook vieron varias fotos del policía Podestá abrazado con un hombre que, efectivamente, portaba un lunar de grandes dimensiones en su rostro. “Como estaba etiquetado, nos dimos cuenta que se llamaba López”, sigue uno de los pesquisas.

En julio, por una cuestión personal, Podestá pidió el traslado a Tupungato, donde vive su ex mujer. “Tal vez estaba al tanto de que lo seguían y por eso solicitó el cambio”, sospecha un detective. Lo cierto fue que ese mes, una comitiva policial fue a buscarlo mediante una orden de Torres y lo capturaron en la calle. Cuando revisaron el auto, el famoso Gol verde, le encontraron una pistola 9 milímetros que había sido robada de una seccional de Las Heras. Los pesquisas creen que el autor de ese robo fue Podestá.

Previamente, en uno de los perfiles de Facebook de López (usaba otro nombre), el sospechoso confesaba que “lo más loco” que había hecho en su vida era “robar una casa con un policía amigo”.

Muchas sospechas

El cúmulo de sospechas hizo que ambos quedaran detenidos. Cuando Podestá declaró, se consideró inocente y al menos en ese momento se olvidó de que López era uno de sus mejores amigos. Fue cuando, abrumado por varias pruebas, le dijo al fiscal que “esa noche yo le presté mi auto a López; no sé lo que hizo él con el auto...”.

El paso siguiente fue el reconocimiento por parte de las dos hermanas trabajadoras sexuales. El testimonio de la menor iba a ser más contundente ya que ella fue la abusada aquella madrugada; la más grande logró escapar del auto. Podestá y López fueron reconocidos por la menor de las víctimas en una rueda de personas.

Incluso, la Policía puso a cuatro sujetos más que llevaban un lunar importante en la cara a la hora de hacer la comparación con López. Resultado: la mujer no dudó en señalar el lunar del ahora detenido. A Podestá le fue igual de mal. Y Torres los imputó de los delitos de “abuso sexual agravado por el uso de arma de fuego, por el número de personas y por tratarse de un funcionario público”. A López no le cabe la agravante final ya que él no es funcionario público; “se sabe que era un empresario de la noche”, contó un pesquisa.

Golpe de gracia

La prueba científica más concreta se conoció el jueves pasado, cuando los comparativos de ADN de Podestá con una prenda de vestir de la víctima hallada en la casa de López (que queda en Godoy Cruz y que fue allanada) había manchas de semen que se correspondían en un 99% con aquellos análisis que le hicieron a Podestá por la denuncia de abuso en 2010. “Con esto, su situación se complicó aún más”, sentenció una fuente judicial consultada. El caso de López está a la espera porque no hay rastros genéticos de él, al menos de momento. Y además, el hombre se abstuvo de declarar.

Con todo en contra, Podestá se encuentra detenido en un pabellón del sistema penitenciario exclusivo para miembros de las fuerzas armadas. De hecho, el caso del abuso sexual de 2010 y por el que fue absuelto en 2014, se encuentra apelado en la Suprema Corte, por lo que sus complicaciones pueden acrecentarse.

Otra vez, a sus espaldas, sus colegas se refieren a él como “Pepe Violín”, aunque en esta ocasión, el apodo tiene más asidero.

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