Cambia, todo cambia. Cambia lo superficial, también lo profundo. Cambia el modo de pensar, cambia todo en este mundo (canta la Negra Sosa). Y también cambia el Tomba en los quince minutos que dura el entretiempo.
Porque las explicaciones de la nueva derrota (4 sin ganar entre torneo y Copa) empiezan y terminan en la metamorfosis que experimenta el equipo de un tiempo a otro. Es el extraño caso del Tomba de Mayor. Al igual que frente a River y Defensa, el Expreso pasó de un primer tiempo casi perfecto, con un dominio altanero del juego -y nada menos que frente al Campeón de América- a un segundo tiempo en el que bajó la guardia al punto que le mojaron la oreja dos veces en cinco minutos y, cuando reaccionó, se dio cuenta que ya era tarde: San Lorenzo tenía la guardia alta otra vez.
Una verdadera lástima. En una ráfaga, el Ciclón arrasó con este Godoy Cruz que todavía está verde para manejar los tiempos de los partidos. El Tomba tuvo un comienzo prometedor, presionando arriba y tratando de hacer circular la pelota para que aparecieran los espacios. Le faltaba “punch” para golpear a un San Lorenzo que perdía muy rápido la pelota y sólo tenía claridad en Ortigoza.
La llave del ataque visitante estaba por el sector de un desconocido Julio Buffarini, allí por donde González hizo daño cada vez que se lo propuso y encaró. Porque si algo hizo bien el equipo en ese dignísimo primer tiempo fue aprovechar el ancho del campo de juego y atacar por las bandas.
El plan perfecto se estaba cumpliendo, además, porque Velázquez, Zuqui y Rodríguez lucían concentrados para anticipar cada movimiento rival, recuperar rápido el balón y finiquitar cada situación aunque sea con un remate de afuera. Tampoco sufría en el fondo. Con Burgos como estandarte de cada cruce a espaldas de Jerez Silva y Cosaro, más la ayuda de Velázquez en el retroceso, las intenciones de San Lorenzo terminaban en jugadas aisladas.
El Tomba estaba bien. Con su trabajo atildado, había logrado enmudecer la casa del campeón de América.
¿Qué fue lo que pasó en el complemento? A partir de un gesto ofensivo de Bauza (el ingreso de Blandi por Cavallaro), el equipo se apichonó. Retrocedió peligrosamente y comenzó a defender cerca del arco de Moyano. Así, el equipo volvió a hacerse largo. Atrás había quedado ese equipo corto y compacto del primer tiempo. Empujado por su gente y al ritmo de la jerarquía de Ortigoza y Romagnoli, San Lorenzo creció y el arco de Moyano ya no estaba tan lejos.
En una trepada de Más por la izquierda, Zuqui lo alcanzó a tomar del brazo y Pompei marcó el punto del penal. Del resto, como siempre, se encargó el (casi) infalible Ortigoza. Ni los fantasmas del Loco Ibáñez en aquella ejecución que le detuvo en la Bombonera pudieron hacer milagros. A esa altura, los nubarrones ya habían ganado el cielo. Y también la mente del Expreso. En el siguiente avance del Ciclón, Villalba desbordó por la derecha, tiró el centro pasado que tomó Romagnoli tiró el centro, Kalinski no pudo, y luego de una serie de rebotes, Cauteruccio la cruzó arriba, inatajable.
Godoy Cruz acusó el golpe y le costó reaccionar. Una vez más, el equipo se había caído física y futbolísticamente ante un adversario que sacaba provecho de su mayor jerarquía individual, puesto por puesto.
Alguna vez este “inocente” Bodeguero deberá aprender que no basta con desplegar 45 minutos a una gran intensidad y después desinflarse como un globo pinchado. Los partidos duran 90 minutos. Entonces, habrá que prepararse para ello. Porque desde un buen tiempo a esta parte, el Tomba se está haciendo eco de aquel refrán popular que dice que segundas partes nunca fueron buenas.