Por Carlos Sacchetto - Corresponsalía Buenos Aires
La calma que se advierte entre los funcionarios políticos de la Casa Rosada contrasta con los vaticinios de fuertes tormentas sociales que se escuchan en buena parte de la oposición. El eje de la controversia no es otro que la economía, con los dos puntos más polémicos que muestra la actualidad: la inflación y el tarifazo. Ambos ocupan el centro de la preocupación oficial, aunque allí lo consideran un problema transitorio. “La inflación está a la baja, a un ritmo más lento que el que deseamos, pero comenzó la desaceleración”, se entusiasma el Gobierno.
El conflicto por las tarifas del gas, en cambio, se visualiza con otra perspectiva porque ya no depende exclusivamente de ellos. “Confiamos en que la Corte Suprema con su resolución ordene los procedimientos, porque hay criterios muy dispares entre los jueces y eso provoca marchas y contramarchas”, afirman. Se refieren a que luego del pronunciamiento del máximo tribunal que se espera para después de la feria, la cuestión se encauzará bajo una jurisprudencia rectora que hoy no existe.
Para el campamento opositor, tanto la inflación como el tarifazo no son vistos como un proceso que con lentitud avanza hacia mejores destinos, sino como una fotografía de la inoperancia de la gestión Macri y una oportunidad por la cual luchar. Lo enfatizan las organizaciones sociales y la izquierda en las protestas callejeras, lo sostiene lo que queda del kirchnerismo duro en el Congreso y también lo anticipa amenazante la dirigencia sindical que busca la unificación en una sola CGT. “De mal en peor” se llama el documento que preparan para lanzar el 5 de agosto en el plenario de secretarios generales.
El arco opositor se regodea por la decisión de la Justicia que frenó el tarifazo del gas. Pero no parece haber reparado que esa medida también congeló la tarifa social para los sectores más carenciados. Es paradójico, pero hasta que el pleito se resuelva, la tarifa del gas para un barrio obrero será la misma que para quienes viven en un country.
El Obelisco
Hay otro factor que contribuye a la serenidad que se exhibe en el Gobierno en relación al malhumor que generan los tarifazos. A los funcionarios los tranquiliza la certeza de que se trata de un fenómeno localizado de manera especial en la Ciudad de Buenos Aires. “Hace mucho tiempo que en el interior se vienen pagando tarifas más realistas en los servicios públicos. Lo que sucede es que la vidriera mediática de la Capital Federal tiende a generalizar un conflicto que es muy porteño”, razonan en la Casa Rosada.
Detrás de todos estos argumentos que apuntan a desdramatizar la situación social, también están los infaltables números de las encuestas. El presidente Mauricio Macri y los integrantes de su equipo más íntimo evalúan de manera positiva la marcha de la gestión basados en un cuadro de situación que los convence porque no se alimenta sólo de datos que revelan los sondeos propios, sino también de los ajenos.
El razonamiento oficial concluye en que hay un 50 por ciento de la sociedad que cree en Macri y apoya su gestión. Otro 30 por ciento, por el contrario, se opone como núcleo cerrado agrupando al kirchnerismo duro y a los sectores de la izquierda combativa. Y finalmente, un 20 por ciento que respalda ciertas medidas y otras no. Incluyen allí al peronismo moderado y a muchos de quienes votaron por Sergio Massa.
Con ese panorama a la vista, el Gobierno asegura tener razones suficientes para alimentar el optimismo y pensar que si los próximos meses la economía logra despegar, el año próximo será un trámite ganar las elecciones legislativas.
Hagan juego
Con el Congreso en receso y la Justicia de feria, los acontecimientos políticos que venían sucediéndose las últimas semanas se han aquietado. Las revelaciones judiciales de la corrupción kirchnerista se han tomado un descanso, aunque las causas en curso prometen nuevos y bochornosos espectáculos. En esa espera, el Presidente decidió ocupar espacios y concedió varias entrevistas televisivas para reafirmar sus convicciones de que el camino emprendido es el correcto, y que ante la herencia recibida llevará un tiempo ver resultados concretos.
Por lo pronto, además de aquellos temas centrales como la inflación y el conflicto de las tarifas, las expectativas oficiales están centradas en el blanqueo de capitales. El Gobierno espera que como mínimo ingresen a las arcas del Estado entre 15 y 20 mil millones de dólares.
La cifra se desprende de un cálculo generalizado que indica que los dólares argentinos que están en el exterior o fuera del circuito blanco oscilan entre 200 y 400 mil millones. Si el blanqueo es finalmente exitoso, las deudas con los jubilados quedarán saldadas y ese es un punto que políticamente siempre da ganancias.
Esta, junto a las inversiones extranjeras, es de las mayores apuestas que arriesga Macri para transformar los réditos económicos en políticos. El Presidente siente que por ahora tiene amplios márgenes de maniobra porque observa que el peronismo todavía tiene por delante un largo período de recomposición tras la hegemonía kirchnerista.
Por ahora los intentos de Massa, junto a Miguel Pichetto y otros dirigentes, aparecen con las mayores posibilidades de darle una mano de barniz al viejo movimiento. Buscan una renovación que vuelva a entusiasmar a la militancia, pero aún quedan pendientes demasiados pleitos internos que la política no siempre puede resolver, y menos todavía si no se manejan los instrumentos del poder.