Después de la II Guerra Mundial la producción de la base alimentaria de origen animal ha ido en constante crecimiento según la FAO (Organización de la ONU para la Agricultura y los Alimentos -siglas en inglés-).
El promedio mundial de consumo de carnes es de 41 kilogramos por año, lo cual significa más del doble de lo que se comía un siglo atrás. De acuerdo a los tiempos, las preferencias por las proteínas de origen animal han variado según las regiones.
En el área de productos de mar, el consumo medio es de 15 kg al año y su evolución ha sido similar a la de las carnes. Por la mitad del siglo pasado el vacuno y la pescadería dominaban la producción.
Treinta años más tarde el porcino entró en la disputa de las preferencias influenciado por China, pero ya en el siglo XXI pareciera que los recursos están más orientados a la producción aviar y porcina.
Los tres principales productores mundiales de carnes son Estados Unidos, Brasil y China que también son los principales proveedores de proteínas vegetales, los dos primeros por la calidad y extensión de sus tierras y por sus tecnologías y el tercero exigido por su enorme población.
En otro plano, la cadena alimentaria marina provee cerca de 90 millones de toneladas anuales y representa la principal fuente de proteínas de calidad que ofrece el mundo. Este recurso está súper explotado y muchas especies están en proceso de extinción.
Según afirma Lester Brown en El vigésimo noveno día, 90% de la pesca mundial se realiza en aguas de alta mar, aunque no siempre de la zona libre de acceso a cualquier país, mientras que 10% se realiza en lagos y ríos. El consumo es directo por el hombre pero también se usan las especies menos valiosas para la producción de alimentos para el ganado porcino y también de aves.
La pesca oceánica alcanzó su máximo esplendor en los ’70 después de un proceso ascendente que comenzó en los ’50 a partir de 20 millones de toneladas anuales.
Luego comenzó a declinar en función de la captura excesiva que superó la capacidad de reproducción por épocas. Pero la presión por parte de la creciente población es tal que cuando falta el pescado se vuelca principalmente hacia la soja como gran proveedora de proteínas.
En nuestra región, la explosión pesquera fue en la segunda mitad del siglo pasado en el Pacífico peruano, donde la anchoa fue extraída a razón de 12 millones de toneladas en los ’70.
La importancia del hábitat marino para la producción de alimentos se ve empañada por la contaminación a la que los mares son sometidos en toda su extensión (prácticamente dos terceras partes del planeta).
Hoy los océanos son un depósito de todos los desechos humanos que podamos imaginarnos, ya sea industriales, agrícolas o urbanos y por supuesto, de manera deliberada o no, los residuos o restos arrojados por navíos, como combustibles y cargas peligrosas que van desde hidrocarburos hasta residuos nucleares.
Todo lo descripto sumado a la contaminación de la atmósfera ha producido efectos negativos para la vida marina. La científica estadounidense Lara Hansen del Fondo Mundial para la Naturaleza, explica que en los últimos cincuenta años ha habido un gran crecimiento del nivel de acidez en el agua, en el rango de más de diez veces en ese lapso y se espera, según ella, que el proceso continúe en progresión geométrica para las primeras décadas del siglo actual.
La importancia de la acidez en el agua es que ésta disuelve el carbonato de calcio y con ello se dificulta la formación de caracoles y conchas marinas que necesitan de calcita y aragonita para la formación de sus cuerpos, asunto de gran consecuencia para la cadena alimentaria de peces y otros exponentes de la vida marina.
Todas estos procesos acontecen en la vida del planeta y la mayoría de ellos son imperceptibles para el habitante común, pero eso y los intereses de los mercados hacen que las especies comiencen a desaparecer porque los cambios ambientales están produciéndose a una velocidad más rápida de lo que ellas necesitan para adaptarse, esto último es especialmente importante para los seres más grandes cuya vida es más prolongada.
En un artículo de Science -diciembre de 2007- se afirma que los océanos absorben de manera natural alrededor de 25% de todo el dióxido de carbono lanzado a la atmósfera.
La reacción química que se produce cuando este gas es absorbido por el mar deriva en la baja del pH (índice de acidez o alcalinidad de líquidos que marca: cuanto más bajo más ácido). En el mismo artículo se dice que el área del Caribe ya ha perdido casi 80% de sus formaciones coralinas debido al proceso de calentamiento global
La estimación hecha por el IPCC (Panel Intergubernamental para el Cambio Climático -siglas en inglés-) es que si el grado de contaminación de la atmósfera llegara efectivamente a 500 ppm (partes por millón), como está previsto para 2050, los corales comenzarían su proceso de extinción, agravado aún más por el proceso de blanqueado que se produciría debido al aumento de la temperatura de las aguas.
No fue casual el crecimiento en la producción de alimentos en la segunda mitad del siglo pasado. En ese período, como hemos dicho, la población humana aumentó dos terceras partes.
La preocupación es que la producción alimenticia es finita, esto quiere decir que en algún momento dejará de aumentar o disminuirá o directamente se terminará, mientras que si la población sigue aumentando necesariamente habrán cambios drásticos que obligarán a la humanidad a limitar dicha producción pero fundamentalmente a mejorar drásticamente las tecnologías y métodos productivos, o soportar algún tipo de mutación celular que permita vivir a todos los seres de este mundo con menos o diferentes recursos alimentarios.