Son nuestros Nostradamus. Una suerte de profetas que nos interpretan desde siempre, que vieron la realidad argentina antes que nadie, que la describen como nadie.
No importa si Enrique Santos Discépolo escribió Cambalache en 1934. "Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé / en el 506 y en el 2000 también" no sólo tiene una tremenda carga de escepticismo hacia la raza humana en general, sino que, desde una mirada pesimista, da justo en el clavo. Y no sólo con nuestra realidad. Lo mismo que cuando dice aquello de que "todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor" o que "no hay aplazaos, ni escalafón".
Tampoco interesa que nuestro Joaquín Lavado (Quino) haya creado a su genial Mafalda en 1964 para, a través de ella y de sus amigos, decir cosas como: "Esto me recuerda aquella vez que Mao Tse Tung dijo que si los 700 millones de chinos se ponían de acuerdo y daban al mismo tiempo una patada al suelo, el resto del mundo iba a pasarla mal, ¿no es gracioso?", o mirando un globo terráqueo después de escuchar un noticiario "si tuvieras hígado, ¡¡qué hepatitis!! ¿eh?" o aquel grito desesperado con destino de grafiti: "¡¡Paren el mundo que me quiero bajar!!" Cualquier parecido con la realidad, ¿será pura coincidencia?
Y Mauricio Borensztein... ¿Qué decir de Tato Bores? De monólogos como uno de 1993 en el que el autoproclamado Actor Cómico de la Nación decía cosas como: "Ojo, no exageremos, porque ser corrupto tampoco está del todo mal, porque ahora muchos corruptos son tapa de revista, modelos para imitar. Le explico: usted, después de transpirar la camiseta como funcionario, ha logrado, con su modesto sueldo, adquirir una mansión que reíte de Dinastía.
¿Lo va a ocultar? ¿Se va a avergonzar? Eso era antes, cuando ser chorro significaba una sanción moral. Ahora no, ahora ni bien se enteran vienen de la revista Tujes a sacarle fotos, a usted y a su familia, sentados en la cama comprada gracias a sus afanes... afanes de afanar. Y cuando la gente vea las fotos les dirá a sus hijos: ¿Ves, nene? Si querés triunfar ni se te ocurra perder el tiempo en estudiar, ni tampoco seas tan salame de arruinarte el lomo laburando, ¿entendés? Además, afanar es seguro. Se puede ir en cana por cualquier motivo, incluso se puede ir en cana sin ningún motivo; pero por corrupto, jamás. El que sí va en cana es el ladrón de gallinas. Lo que no se sabe es si va en cana por chorro o por boludo". ¿Les suena?
Hay que decir que Discépolo, Quino y Tato nunca fueron profetas ni quisieron serlo. Son geniales artistas populares que reflejaron como pocos su tiempo, que tuvieron una mirada del mundo más elevada que el promedio. Todo con los materiales que nuestra realidad les entregaba. Describían lo que pasaba de una manera única, pasada por su talento.
¿Por qué parecen tan actuales entonces? Ese es nuestro problema. Acaso podría decirse que, con el tiempo, sus obras se transformaron en el síntoma de nuestra tragedia: repetir siempre la misma historia, estar siempre en el mismo lodo, revolcarnos indefinidamente en las mismas miserias.
La actualidad de Discépolo, Quino y Tato es el retrato de nuestra decadencia. ¡¡Qué geniales ellos!! Pobres de nosotros. De quienes vivimos en un país que desde los años '70 no deja de involucionar social, política, económica y culturalmente. Que sólo alcanza algunos logros individuales -por ejemplo en materia de artistas, deportistas y algún que otro científico- pero que como conjunto se desbarranca irresponsablemente, casi inconscientemente.
Un par de datos de la semana que termina sirven para confirmar el diagnóstico:
1) Un informe del Centro de Estudios de Educación Argentina (CEA) indica que casi la mitad (44%) de los estudiantes de las cuarenta universidades públicas de todo el país aprueba sólo una materia por año.
2) Un estudio del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia para 2013 señala que en el Gran Buenos Aires 1,3 millón (42,6%) de los menores de 18 años vive en la pobreza y que sucede lo mismo con 38,8% de los jóvenes de esa franja en todo el país.
3) Estimaciones realizadas a partir de los datos del Censo 2010 advierten que desde 2001 a la fecha creció 156% la cantidad de personas que viven en las 14 villas, 24 asentamientos y 2 núcleos habitacionales transitorios que existen en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Es decir que unas 275 mil personas viven en la Capital Federal en condiciones de hacinamiento, sin servicios básicos, atrapados por la inseguridad y por todo tipo de violencia.
Si repasamos las informaciones de los últimos días comprenderemos que mientras no logremos modificar estas situaciones, Discépolo, Quino y Tato van a seguir hablándonos como si fueran cronistas de las noticias de hoy.