Las polillas de la posverdad

Las polillas de la posverdad
Las polillas de la posverdad

La polilla de la vid (Lobesia botrana) es una plaga que, por sus características, ha sido calificada como cuarentenaria en Argentina. Provoca pérdidas en los volúmenes de producción, genera un menor rendimiento por planta, afecta la calidad de la uva tanto para consumo en fresco como para vinificación y favorece el ataque de diversos hongos patógenos que provocan la podredumbre de los racimos. En uva para vinificar, los residuos que dejan estos hongos transmiten mal olor y mal sabor a los vinos, lo que cierra mercados que ha costado años conquistar.

La Lobesia estuvo ausente en Sudamérica hasta que en 2008 el Servicio Agrícola Ganadero (SAG) de Chile la detectó en su territorio. Por tal motivo el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) declaró el alerta fitosanitaria en Argentina (Resolución 362/09) activando varias medidas de prevención coordinadas con el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y los organismos fitosanitarios provinciales (en Mendoza, el Instituto de Sanidad y Calidad Agropecuaria, Iscamen).

Como resultado de las acciones del Senasa, en febrero de 2010 se detectaron, en trampas, ejemplares adultos de la polilla en dos predios próximos a Maipú, por lo que se declaró el estado de emergencia fitosanitaria (Resolución Senasa 122/2010) y se implementó el Programa Nacional de Prevención y Erradicación de la Lobesia botrana (Resolución Senasa 729/2010).

Desde entonces el insecto se ha extendido de forma indetenible, impactando cada vez más al sector productivo mendocino. Ello explica que el 26 de noviembre de 2015 el Congreso de la Nación sancionara la Ley 27.227 declarando de interés nacional el control de la polilla con feromonas de confusión sexual que disminuyen su reproducción. Para ese momento la plaga ya había estragado a las provincias de Mendoza, San Juan y Salta.

La lucha con feromonas resultó insuficiente pues el insecto no reconoce los límites de las propiedades. Por tanto, la polilla anida y se reproduce tanto en las fincas de los productores que las combaten, como en las viñas de quienes son indolentes, incluso en terrenos abandonados.

Reconociendo la insuficiencia del método de confusión sexual, y para evitar que la plaga terminara de liquidar a la producción vitícola argentina, el Ministerio de Agricultura de la Nación autorizó la aplicación aérea de dos productos fitosanitarios.

El primero es Basillus thuringiensis, un plaguicida biológico. El segundo es el Coragen, un insecticida selectivo desarrollado por el laboratorio DuPont e inscripto en el Senasa con el registro 34.444. Su toxicidad es tan baja que está calificado como "banda verde". Es inocuo para abejas, peces, aves y algas acuáticas, al punto que se lo puede aplicar hasta a un metro de distancia de cualquier curso de agua.

Las aplicaciones aéreas con Basillus thuringiensis y Coragen se iniciaron el 23 de octubre. Tan pronto los aviones empezaron a volar, comenzó a circular por las redes sociales un comunicado generado por la "Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra de Cuyo" y el "Movimiento Nacional Campesino Indígena" denunciando que el Coragen ponía en riesgo la salud de las familias rurales y que las autoridades "no daban garantías de que no vaya a afectar a la población y a otros seres vivos".

El esfuerzo del Senasa y el Iscamen contra la polilla fue presentado como parte de "una etapa de extranjerización y camino a la dependencia de paquetes tecnológicos para disminuir el trabajo y aumentar el uso de agrotóxicos", todo propiciado por "la corporación vitivinícola y el gobierno". Así, al grito de "¡los agrotóxicos matan!", las redes sociales estallaron clamando por la inmediata suspensión de las aplicaciones aéreas.

Sin embargo todo era mentira. Ni la salud de la población estaba en riesgo, ni había peligro de afección a seres vivos, ni existe ninguna conspiración internacional en marcha. Ni el Basillus thuringiensis mata, ni el Coragen mata, ni la aplicación aérea mata.

De hecho, la tasa de dispersión producida con aviones es muy inferior a la que se lograría liberando los mismos fitosanitarios por tierra, con la ventaja adicional de que los aviones esparcen a mayor velocidad y sobre mayores superficies.

En efecto, un avión cargado con 1.500 litros sólo lleva 30 litros de Coragen diluidos entre 1.470 litros de agua, aceite metilado de soja y un agente antideriva. Con esa carga, puede aplicar 250 hectáreas por vuelo, lo que representa una dispersión final de 0,12 litro de Coragen por hectárea, una dosis de nulo impacto ambiental.

Sin embargo los "trabajadores rurales sin tierra" y los "campesinos indígenas" no dejan de militar en las redes y, apelando al pánico social, asimilan a los aviones con la muerte.

Estamos frente a un caso de laboratorio de lo que se conoce como posverdad. Una posverdad no es una verdad ni una mentira, sino lo que el individuo desea creer a partir de sus propias emociones.

En la posverdad no importan los hechos ni las pruebas que los acreditan, sino la percepción emocional que se tenga de lo uno o de lo otro. Con esto de la Lobesia ya está en funcionamiento una verdadera usina de posverdades urdidas por ambientalistas radicalizados.

Por ejemplo, que el Coragen atenta contra la salud (en realidad es inocuo al Ser Humano) o que su aplicación aérea puede matar animales (es totalmente mentira). No es de extrañar que a la posverdad se la llame "mentira emotiva".

Lamentablemente muchos ingenuos tomaron como ciertos estos enunciados falsos. Fue el caso de los ediles de San Carlos, que apenas tres días después de iniciadas las aplicaciones aéreas en Mendoza salieron a prohibirlas en su departamento, aprobando una ordenanza que ni siquiera redactaron ellos sino algunos ambientalistas atemorizados.

Con su accionar no sólo dejaron indefenso a San Carlos frente a la Lobesia, sino que han dado a la plaga un excelente nicho ecológico donde resguardarse para luego volver a los demás oasis productivos de la provincia.

Gracias a las posverdades del ambientalismo, los sancarlinos se han convertido en los mejores aliados de la polilla de la vid.

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