Algunas familias renunciaron a las casas porque decían que el terreno "quedaba en el fin del mundo". "Nuestros hijos estaban contentos porque íbamos a vivir en el campo", se ríen recordando los vecinos del barrio Las Pircas I y III de Tunuyán. En aquella época, comienzos de la década del '70, el centro departamental terminaba hacia el sur en el gran predio de Gendarmería, varios kilómetros antes de su propiedad.
Con el fuerte desarrollo inmobiliario que se viene registrando en este departamento del Valle de Uco en el último tiempo, su barrio no sólo ha quedado integrado al casco urbano, sino que los vecinos han tenido que movilizarse y presentar proyectos para dar una solución a la fuerte congestión vehicular y los riesgos de accidente que la dinámica del lugar genera todos los días.
Sucede que, cuando se proponen algo, los vecinos de Las Pircas no se detienen hasta conseguirlo. Así lograron llevar a un ministro nacional de Seguridad al barrio, cuando los delitos le quitaban el sueño; armaron una placita común, que de tan linda hasta sirve de escenario para bandas musicales, y ahora aplauden que el Gobierno haya encarado una obra vial de magnitud sobre la ruta 40, por la que vienen peleando hace años.
Justamente, en este nodo vial se encuentra la entrada al pintoresco complejo habitacional Las Pircas, el cual se fue construyendo en distintas etapas y hoy cobija a unas 90 familias.
Aunque tanto al sur como al norte limita con campos incultos, donde están proyectadas futuras viviendas, y al este con la costanera del río Tunuyán y las Huayquerías; el barrio tiene un fuerte dinamismo.
Este está dado básicamente por su extensión a la vera de la ruta 40 y todos los emprendimientos que se han radicado allí en el último tiempo: una estación de servicio YPF, un supermercado Átomo, garaje de la empresa de transporte Cata y la Casa de la Cultura, entre otros.
Una historia en etapas
Los orígenes de Las Pircas se remontan a 1973, cuando el sindicato Soeva conformó la cooperativa que lleva el nombre del arroyo que circunda al Manzano Histórico, el mismo que hoy tiene el barrio. El terreno donde se extienden actualmente sus viviendas era un manzanar, que pertenecía a la familia Martínez.
"La cooperativa fue reuniendo a familias que buscábamos la casa propia. Nos conocíamos del pueblo y nos fuimos haciendo amigos en las reuniones", apunta Felipe Caduti, uno de los vecinos. Esta primera etapa, se comenzó a construir en el '85 a través del banco Hipotecario.
La segunda parte del barrio se construyó en el '91 a través del Instituto Provincial de la Vivienda. Y en el 2005 se sumaron otras diez casitas a través del Plan Inquilinos del IPV. "Los que llegaron últimos son los matrimonios más jóvenes. Del resto, la mayoría ya tenemos nietos que vienen a visitarnos", cuenta Griselda Urrutia.
Las familias reconocen que no tuvieron que pelear mucho por los servicios. "Nos entregaron el barrio con los servicios completos. Salvo el gas y el asfalto, que lo colocó el municipio por el '97", acota Roberto Ortiz, el actual presidente de la Unión Vecinal.
En realidad, lo único que tuvieron que asegurar en los inicios fue la provisión de agua potable. Como en el lugar hay lindas surgentes y hasta allí no llegaba la red de agua del centro, la primera inversión del grupo fue la construcción de una perforación que abasteciera a las viviendas proyectadas y las que vendrían.
"Tenemos el honor de abrir el surtidor y que salga casi agua mineral, semejante a la que envasan algunas empresas de la zona y uno compra en el super", ironizó Ricardo Miranda. Con entusiasmo, pero sobre todo a fuerza de compañerismo y un poder de organización admirable, estos habitantes supieron cambiar la imagen primera de aquel barrio que se erigía sólo en la llanura.
Las calles tienen muchos árboles. Una cuidada placita invita al descanso con algunas mesitas, un hermoso mural y canchitas y juegos para los chicos. Entre las casas, hay panadería, pizzería, almacenes, lomitería... "hasta una cava de vino tenemos", apunta Fabián Garbuio, uno de los propietarios de las últimas diez casas que se construyeron en Las Pircas.
"Somos muy unidos. Acá siempre que alguien está muy enfermo o la está pasando mal, hacemos una vaquita para ayudarlo", comentó Griselda. De igual manera, con el aporte de todos, arman las fiestas de Fin de Año en la calle o los festejos para el Día del Niño o siguen las propuestas de trabajo de Gladys Chanta, miembro de la Unión Vecinal y "decoradora oficial del barrio".