Por Rodolfo Cavagnaro - Especial para Los Andes
A menos de sesenta días de haber asumido las nuevas autoridades, la mayoría se encuentra en un cuadro de situación similar, salvando las distancias de cada función. Los nuevos gobernantes enfrentan muchos problemas con pocos recursos y tienen muchas demandas con poco tiempo para solucionarlas.
Frente a este panorama, el Presidente Macri está intentando un diálogo (quizás algo tardío) con los dirigentes sindicales que, fieles a su estilo, intentan marcarle la cancha al gobierno, sobre todo ante declaraciones poco felices de algunos de sus miembros.
En esta paritaria casi no se discutirán temas relativos a las condiciones de trabajo o búsqueda de productividad, como debería ser, sino que se centrará la demanda sindical en los aumentos nominales de salarios. Aclaramos esto porque aunque el gobierno quiera buscar elementos compensatorios, los sindicalistas le sumarán la totalidad de los ítems que les preocupan y les darán su propia proyección.
Desde ya, era previsible que este escenario se presentara dada la cercanía con la asunción del nuevo gobierno y el poco tiempo disponible para producir cambios profundos que puedan ser apreciados. Ahí juegan los sindicalistas tratando de sacar ventajas.
Elementos que juegan
La inflación es el principal componente y para su cálculo no hay datos. Los viejos números del Indec no son creíbles por nadie. El gobierno decidió elaborar nuevos índices, pero esa tarea le llevará casi un año hasta empalmar las nuevas series. Para eso aconsejaron los índices de San Luis y de la Ciudad de Buenos Aires. El de San Luis es el menos confiable porque no tiene un buen sistema de ponderaciones, mientras se podría haber tomado también el de Santa Fe, que tiene buena factura.
La primera discusión será si los aumentos deben compensar la inflación pasada o la futura. Cuando la inflación crecía los sindicalistas pedían la futura, porque era la más alta. Ahora, por lo mismo, piden compensar la pasada.
Pero como los índices no son confiables, los gremialistas suman, a los cálculos, sus propias estimaciones respecto de varias decisiones del gobierno.
La primera es el levantamiento del cepo, que generó una devaluación y suba de precios en los últimos dos meses del año pasado y en la primera quincena de enero de 2016. Si bien el gobierno sostiene que su objetivo inflacionario es de 20/25% anual, la mayoría de las consultoras privadas estiman que no será menos del 30%.
Las empresas privadas calculan que se manejarán en esos términos, pero la apuesta fuerte está en los gremios estatales, que son los que demandan cerca del 40% sabiendo que es imposible cumplir, pero les da una excusa para el conflicto, que es su negocio.
El otro elemento han sido los aumentos de la luz, que impactan en términos porcentuales en mayor medida en el área metropolitana, que tenía el mayor atraso, pero que en números no será muy significativo el impacto en el bolsillo. Tampoco el gas, porque ya tuvo actualizaciones. El problema vendrá por el lado del transporte, donde el impacto en el presupuesto familiar es mayor.
Escenarios dinámicos
Más allá de las modalidades que adquiera el diálogo paritario en cada caso, muchos creen que hay que poner todos los elementos en la mesa y luego esperar, por lo cual no verían mal aceptar una propuesta parcial para luego discutir en el segundo semestre.
El gobierno pretende que se ponga en la mesa la modificación del impuesto a las ganancias y sus escalas, aunque esto no alcanzaría a los que están en la base de la pirámide y, en este caso, también se postula en algunos ámbitos que haya aumentos diferenciales para las categorías menores, que para las más altas.
Los que sostienen esta posición creen que si se les da el mismo aumento a todas las categorías, los de las categorías más altas tendrían una mejora porcentual superior toda vez que pagarían menos impuesto a las ganancias o dejarían de pagarlo, con lo cual tendrían una mejora indirecta, que no les llega a las categorías menores.
Otro de los interrogantes será la evolución del dólar hacia fin de año, y éste no es un dato menor porque de esto dependerá que se reactiven exportaciones y con ello mejore el nivel de actividad económica. En esto pueden influir impactos internos y externos, pero con la economía mundial casi recesiva, las posibilidades de colocar productos no serán masivas y habrá que aprovechar nichos, porque en los mercados de commodities los precios perfilan a la baja.
El resultado, si bien está abierto, tiene algunas limitaciones para los funcionarios. La situación financiera, el endeudamiento y la falta de crédito, no les dan mucho margen de negociación. Los sindicalistas tienen dos opciones: jugarse su futuro llevando a los trabajadores a huelgas largas que perjudiquen a los que les pagan el sueldo, o pactar formas inteligentes que los lleven a estar más cerca del gobierno para controlar la evolución real de los números.
En pocas semanas comenzaremos a ver qué tipo de clase dirigente tenemos.