Cada día los argentinos pasan más de 6 horas frente a las pantallas. El dato surge de un informe global que abarcó a 30 países de los cinco continentes.
Allí nuestro país siguió la media internacional: los argentinos dijeron estar casi 2 horas diarias frente a la televisión, 2 horas en la computadora navegando en internet, 2 horas y media frente al smartphone y 30 minutos ante la tableta.
Si a estas cifras se les suman las 8 horas promedio de la jornada laboral y otras 8 horas de sueño, la suma indica que en su tiempo libre los argentinos les dedican más tiempo a las pantallas que a cualquier otra cosa.
La conclusión se desprende del informe Internet Trends 2014, de la consultora KPCB, que mide entre otras cosas cuánto tiempo dedican los usuarios de todo el mundo al entretenimiento digital.
Allí los argentinos admitieron un mayor uso de las pantallas que los mexicanos o los españoles, pero quedaron detrás de países como Colombia, Brasil y Estados Unidos.
Para constatar el reinado de las pantallas basta con hacer un inventario de los hogares argentinos. En prácticamente todas las casas hay un televisor; en más de la mitad hay dos aparatos de TV. A la vez, sólo 4 de cada 10 hogares compran un diario y 1 de cada 3, una revista.
El 98 por ciento de los argentinos se sientan frente a la televisión "casi todos" o "algunos" días por semana. Pero en un año, no llegan a leer 3 libros; más de la mitad leyó sólo uno el año pasado.
Los datos surgen de la Encuesta Nacional de Consumos Culturales de 2014 y la Encuesta Nacional de Consumos Culturales de Adolescentes.
En el triunvirato que constituyen la tele, la computadora y el celular, este último parece destinado a destronar a sus antecesoras, como ya lo hizo con el teléfono fijo.
En Argentina hay unos 14 millones de smartphones en el mercado, y entre los usuarios que tienen un celular inteligente (6 de cada 10), este ya es el dispositivo que más atención recibe.
"El smartphone se lleva más horas porque es un dispositivo portátil y porque es personal, no se comparte, a diferencia de la computadora del hogar. Durante mucho tiempo, la PC era el único dispositivo que se conectaba a Internet. Ahora dejó de estar en el centro de la escena", describe Enrique Carrier, consultor especializado en telecomunicaciones.
"Cuando la conectividad alcance al 100% de la población, el celular tendrá un lugar aún más privilegiado que el que tiene hoy. En Europa, el celular ya es la 'pantalla única' para los adolescentes. Aquí vamos hacia ese horizonte", vaticina Roxana Morduchowicz, autora del libro Los chicos y las pantallas.
Hoy el celular es el dispositivo preferido para comunicarse (desplazó al teléfono fijo) y para escuchar música, y ahora se encamina a volverse el principal medio de conexión a Internet.
De todos modos, varios expertos coinciden en que la aparición de nuevos medios no desplaza a los anteriores, sino que unos y otros se complementan. "Las pantallas se van sumando unas a otras", define Carrier.
Una tendencia que se consolida, en Argentina y en el mundo, es que el uso de los medios electrónicos es cada vez más individual. La tele ya no reúne a la familia, sino que pasó del living a las habitaciones; la PC ahora convive con las notebooks y netbooks (las de Conectar Igualdad llegaron al 13% de los hogares); y en el país hay más celulares que personas.
"En cada casa hay múltiples pantallas. Esto cambia los hábitos y las formas de acceso a la cultura", sintetiza Natalia Calcagno, del Ministerio de Cultura. Un ejemplo de estas nuevas costumbres es el "TV binging": el hábito de darse "atracones" de series bajadas de Internet, es decir, la posibilidad de ver lo que uno quiere, cuando quiere.
Frente a las voces alarmistas, los especialistas señalan que el avance de los dispositivos tecnológicos no debe considerarse como un riesgo para los jóvenes (ni para los adultos).
"Hoy vivimos en un entorno de pantallas. Las pantallas son apenas un soporte: hay que desterrar el prejuicio de que ofrecen un contacto 'de menos valor' con la realidad. El uso de las pantallas no anula a las personas, sino todo lo contrario: produce una expansión del yo, permite vivir distintas realidades", reflexiona Viviana Minzi, investigadora y profesora de la carrera de Comunicación de la UBA.
Y concluye: "Tendemos a pensar lo nuevo como excluyente de lo viejo. Pero es fundamental no dicotomizar ni oponer las pantallas a la escuela, los libros o la familia. El pensamiento excluyente no aporta para aprovechar el potencial de las pantallas".