La evaluación de los cinco finalistas de las Olimpíadas sobre el Cruce de los Andes concluye un proyecto de divulgación histórica iniciado a fines del año pasado. Luego de apreciar la grata recepción de los lectores de Los Andes de las crónicas publicadas entre el 5 de enero y el 12 de febrero, el equipo de historiadores y cientistas sociales del Incihusa-Conicet y la Universidad Nacional de Cuyo encaró la producción de una colección de fascículos que se constituyeron en fuente de aprendizaje en las aulas mendocinas en su completo territorio.
Haber observado el entusiasmo y la profundidad de las exposiciones de Camila, Agustín, Ariel, Leandro y Agustina en el coloquio realizado ayer hizo valorar el trabajo de sus profesores y directivos en la ardua y fascinante tarea de enseñar y socializar el conocimiento de nuestra cultura histórica provincial y nacional.
Las versiones del Cruce que escuchamos, la atención puesta a los hombres y mujeres que hicieron posible la Epopeya, y la precisión observada al momento de restituir los principales trazos de esa formidable experiencia política y militar a favor de la independencia de América, fueron realmente estimulantes.
La idea originaria de hacer llegar al principal público, los estudiantes que a diario pueblan nuestras escuelas, contenidos significativos y complejos del pasado argentino y latinoamericano merece ser celebrada en una doble dirección: por un lado, porque nos enseña sobre la necesidad y oportunidad de establecer puentes entre el mundo académico y los medios de comunicación masivos; por otra parte, porque esa estrategia de mediación de ningún modo obliga a abandonar la rigurosidad y especificidad que supone la enseñanza de la historia nacional.
Este asunto no es de ningún modo banal, sobre todo porque constituye el modo más adecuado para evitar la tentación de hacer algún uso político del pasado de cualquier conmemoración o efemérides nacional.
